La Asamblea General de la ONU ha acogido a los principales líderes mundiales con el fin de aportar soluciones a los fundamentales desafíos que enfrenta el mundo. Ante la efectividad de las vacunas, parece que poco a poco vamos dejando atrás las preocupaciones que albergaba la sociedad internacional por la pandemia de la COVID-19 para dar paso otra vez, a la batalla de poderes.
En el orden mundial actual, en el que como testigos vamos viendo las estrategias de China y sus aliados por seguir tomando presencia en zonas del mundo geopolíticamente importantes mientras que Estados Unidos decide cambiar el rumbo de su política exterior para dar paso a una política menos intervencionista, los países van ocupando nuevas posiciones.
En los últimos años hemos presenciado como el poder de China ha escalado hasta convertirse en uno de los principales actores geopolíticos, en contraposición de Estados Unidos. Oriente y Occidente volvían a enfrentarse en un pulso en el cual el ganador se disputaba, como muchas otras veces, ser la mayor influencia mundial.
Sin embargo, esta afirmación ha sido la principal hipótesis de la que Biden se ha querido desligar. En su primer discurso el presidente estadounidense ha defendido su “competición vigorosa” con China, pero ha afirmado que “no estamos buscando una nueva guerra fría, ni un mundo dividido en bloques rígidos, pero EE. UU. se opondrá a cualquier intento por parte de países poderosos de dominar a los que son más débiles”.
Biden hace así una oda al multilateralismo frente a la preocupación que mostró el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, quien en su discurso evidenció que “el mundo nunca ha estado tan amenazado ni tan dividido (…) Me temo que nos estamos deslizando hacia dos conjuntos diferentes de factores económicos, normas comerciales, financieras y tecnológicas, dos enfoques divergentes en el desarrollo de la inteligencia artificial y, en última instancia, dos estrategias militares y geopolíticas. Una receta para un conflicto mucho menos predecible que la guerra fría”. “Necesitamos diálogo, necesitamos comprensión”, indicaba.
Esta imprevisibilidad se ha puesto de manifiesto recientemente con la firma del acuerdo AUKUS, un acuerdo en materia militar y seguridad entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos que se habría mantenido en secreto hasta su anuncio oficial. Las primeras consecuencias del acuerdo ya se pudieron entrever con el enfado de Francia tras la llamada a consultas de sus embajadores en Australia y en Estados Unidos, así como su “desconfianza” mostrada hacia sus aliados tras la firma del pacto.
En la misma tónica, Biden continuaba su discurso subrayando la nueva estrategia estadounidense: “EE. UU. recurrirá a instituciones multilaterales para gestionar desafíos como los de la región del Indopacífico” y “no usará la fuerza salvo como último recurso”. Esta afirmación coincide con la última operación estadounidense ejecutada, antes de la retirada de sus tropas en Afganistán, en la cual se dio a conocer que 10 civiles, entre ellos 7 niños habría muerto “en un trágico error” en un ataque con drones liderado por Estados Unidos en una operación antiterrorista.
Casi un mes después, Estados Unidos ya concluyó su presencia en la guerra de Afganistán tras retirar sus tropas militares del terreno afgano. Dicha retirada, junto con la inacción del Ejército afgano, dió pie a una Blitzkrieg por parte de los talibanes que fueron capaces de hacerse con el poder en menos de un mes tras la caída de Kabul.
Con la toma del poder talibán la preocupación internacional por nuevas amenazas terroristas no ha dejado de aumentar. En este sentido, tres días antes de la retirada estadounidense, el ISIS-K perpetraba una serie de atentados en las inmediaciones del aeropuerto de Kabul dejando centenares de muertos y heridos. Sin embargo, estos atentados no cambiaron el rumbo estadounidense ya que la retirada de las tropas internacionales se aceleró.
Ahora Afganistán mantiene enfrentados a los talibanes y a los terroristas del Daesh, grupos insurgentes que disputan el liderazgo del yihadismo en el país. Cabe resaltar que los talibanes mantienen un estrecho contacto con Al-Qaeda, grupo terrorista que protagonizó los atentados del 11S y como consecuencia provocó la intervención estadounidense en Afganistán en “la lucha por el terrorismo”, operación que duro 20 años y costó millones de dólares a Estados Unidos, además de un importante coste humano de civiles.
Biden ha afirmado que Estados Unidos se encuentra “mucho mejor preparado” para responder al terrorismo y ha señalado que “el terrorismo es real y se encuentra en todas partes”. Del mismo modo, hizo una alusión a los talibanes demandándoles respeto por los derechos humanos y defendió el papel de la mujer en la sociedad afgana en pro de su importancia “en la contribución a la sociedad en todos los niveles” frente a la opresión talibana.
La misión estadounidense antiterrorista en Afganistán deja al país asiático albergando nuevas amenazas terroristas ante el aumento de nuevos grupos que amenazan con sembrar el caos en un país sin un rumbo estructurado y alejado de conseguir un sistema democrático.
Por otro lado, en su discurso, Biden ha tratado el conflicto palestino-israelí afirmando que creía que “una solución de dos estados es la mejor manera de asegurar el futuro de Israel como un estado judío democrático, viviendo en paz junto a un estado palestino viable, soberano y democrático”. Recordemos que la antigua Administración de Trump reconocía a Jerusalén, la ciudad santa de las tres religiones monoteístas, como capital de Israel, una medida que volvía a profundizar en la herida palestino-israelí y que reducía las probabilidades de conseguir un proceso de paz.

“Estamos muy lejos de ese objetivo en este momento, pero nunca debemos permitirnos renunciar a la posibilidad de progresar”, señalaba, “debemos buscar un futuro de mayor paz y seguridad para todas las personas de Oriente Medio”.
Mientras tanto, el pasado mayo, Israel y Hamás volvían a escenificar nuevos enfrentamientos que ponían de manifiesto el poderoso arsenal militar israelí tras la demostración de su efectividad en material defensivo con el “escudo de hierro” frente a los misiles que dispone Hamás. Sin embargo, es notoria la desigualdad militar entre las dos facciones en un conflicto que, como señalaba Biden, dista de encontrar una solución pacífica.
Vuelta al pacto nuclear
Asimismo, Biden ha declarado ante la ONU su compromiso por evitar que Irán consiga adquirir una bomba atómica. El presidente insistió en recuperar el acuerdo alcanzado con Teherán en 2015 y finalizado en el 2018, tras la retirada de Trump del acuerdo.

“Estados Unidos sigue comprometido con evitar que Irán obtenga un arma nuclear…. Estamos preparados para volver a cumplir plenamente el acuerdo si Irán hace lo mismo” expresó Biden Junto a esto, el mandatario agregó que Estados Unidos está “trabajando” con China, Rusia, Francia, Gran Bretaña y Alemania para “comprometer Irán diplomáticamente y buscar regresar al acuerdo nuclear”, conocido como el Plan de Acción Integral Conjunto.
Por último, Biden reafirmó su compromiso en la lucha por el cambio climático tras afirmar que Estados Unidos duplicará su compromiso financiero con la ayuda económica y sanitaria. De acuerdo con Biden, el calor extremo supone la principal causa de muerte relacionada con el clima en Estados Unidos: “no dejaremos que los estadounidenses se enfrenten a este desafío solos”, señalaba.
Esta declaración convergía con las extremas olas de calor registradas en el país el pasado junio dejando centenares de muertos en los estados de Oregón y Washington, además de la región canadiense de Columbia Británica. Para los científicos estas altas temperaturas estaban directamente relacionadas con la acción humana.
Del mismo modo en su discurso anunció que invertirá 10 mil millones de dólares para luchar contra el hambre en una lucha que en las últimas décadas ha logrado importantes avances, reduciendo la desnutrición crónica en un 40% desde 1990 pero en la que continúan muriendo cerca de 2.800.000 niños al año, según alerta UNICEF.