Más allá de los bombardeos y el intercambio de disparos, que suelen producirse a la vista del mundo, la guerra de Siria está siendo, igualmente, campo abonado para el desarrollo de operaciones de inteligencia. En esas zonas más oscuras, se ha llevado a cabo uno de los últimos episodios de un conflicto que va camino de durar diez años.
Según ha informado el medio Algérie Patriotique, la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos había urdido un plan que resultaría en el secuestro de soldados rusos desplegados en Siria. La pieza fue publicada en exclusiva en la página web del diario a fecha del pasado 19 de marzo.
Según el periodista Ahmad al-Khaled, fuentes informadas que no han sido especificadas revelaron que agentes de inteligencia estadounidenses se habían reunido con miembros de un grupo sirio rebelde llamado Resistencia Popular en la base militar de Mafraq, en la zona norte de Jordania, que alberga tropas destinadas a Oriente Próximo por la Casa Blanca. En ese encuentro, presuntamente, fue donde la CIA transmitió a los milicianos el encargo.

Los miembros de la Resistencia Popular, un grupo que está activo desde 2018 y que se considera de los más moderados dentro del conglomerado de oposición al régimen de Bachar al-Asad, recibieron instrucciones bastante precisas, según la fuente de Algérie Patriotique. Lo que se cuenta es que el objetivo de la operación era secuestrar a consejeros militares rusos o miembros de la policía militar aportada por el Kremlin para reforzar al Gobierno de Damasco.
¿Para qué? Este extremo no ha sido facilitado por el diario, pero podría abarcar un rango de opciones muy importante, desde el intercambio de prisioneros, ejercer presión para conseguir algún tipo de respuesta táctica por parte de Rusia o Siria o, simplemente, para conseguir información sobre los recursos desplegados por Moscú y Damasco en la contienda.
Los esfuerzos de la Resistencia Popular habían de centrarse en las provincias sirias de Deraa y Quneitra, dos de las más meridionales del país. Los servicios secretos estadounidenses proporcionarían a los combatientes apoyo logístico, medios para comunicarse e inteligencia acerca de los movimientos de los militares rusos.
Para borrar sus huellas, los milicianos encargados de la misión debían hacerse pasar por un grupo terrorista. La idea era que Moscú creyese que se trataba de secuestros efectuados por organizaciones vinculadas a Daesh o Hayat Tahrir al-Sham -el antiguo Frente al-Nusra, con lazos con el núcleo central de la red Al-Qaeda-.

Se trataba, por tanto, de una operación de falsa bandera; esto es, se buscaba que la responsabilidad quedase desviada hacia un tercer actor no participante, en este caso, cualquiera de las organizaciones terroristas asentadas en la región. Precisamente, las provincias del sur representan uno de los espacios donde más se ha fortalecido la implantación de grupos de etiología yihadista en Siria. A lo largo de los últimos meses, el grueso del Ejército Árabe Sirio de Al-Asad e, incluso, las fuerzas de seguridad se han ido concentrando en el norte del país. Alepo e Idlib han sido los núcleos donde más han resistido las organizaciones rebeldes armadas y, por ende, los que han recibido mayor atención de Damasco. En el resto del país, algunas células terroristas han reactivado su actividad.
El plan armado por la CIA, por tanto, resultaba verosímil. Del mismo modo, desde el punto de vista de la negabilidad plausible (‘plausible deniability’), esta coartada podría haber proporcionado cobertura a los agentes encargados de diseñar la estrategia y, así, habrían podido negar con unas ciertas garantías su implicación en el asunto.

En todo caso, la información de Algérie Patriotique da buena muestra de la capacidad operacional de que disponen los servicios de inteligencia de Washington en el sur de Siria. Desde luego, las buenas relaciones con Jordania tienen algo que ver. En palabras del informe elaborado por el Congressional Research Service a finales de 2019 titulado ‘Jordan: Background and U.S. Relations’: “La cooperación entre Estados Unidos y Jordania a nivel militar, de inteligencia y diplomático busca empoderar a los moderados políticos, reducir los conflictos sectarios y eliminar las amenazas terroristas”.
En efecto, Ammán es uno de los aliados más importantes de Washington en toda la región de Oriente Próximo, junto a Israel y Arabia Saudí. Su servicio de inteligencia es la poderosa Dirección General de Inteligencia (GID, por sus siglas en inglés). Aunque mantiene una estrecha colaboración con la CIA -dentro, evidentemente, del secretismo que rodea a toda agencia del sector-, Algérie Patriotique no menciona que esté involucrada en esta operación.

En todo caso, el diario recuerda que fue justo en las provincias meridionales donde comenzó hace nueve años la revuelta popular contra Al-Asad y donde empezó a notarse la presencia de grupos armados que combatían abiertamente contra las Fuerzas Armadas oficialistas.
Entre 2013 y 2017, la CIA estuvo enviando armas a estos grupos de forma clandestina con el objetivo de que, en algún momento, pudiesen derrocar al dictador. Este programa secreto comenzó durante la presidencia de Barack Obama, pero fue suspendido por Donald Trump poco tiempo después de su llegada a la Casa Blanca.
Una parte considerable de esos rebeldes -que, en principio, se creía que luchaban para establecer un régimen democrático- terminaron, en realidad, en la órbita de Daesh en su momento de máxima expansión territorial en Siria. En su momento, el gesto de Trump se interpretó como una concesión a Vladimir Putin.

La decisión del presidente, sin embargo, no marcó el fin total de las operaciones secretas de Estados Unidos en suelo sirio, como ha quedado demostrado y no solamente por esta información. La Casa Blanca ya facilitó a Turquía datos de inteligencia “de tierra, mar y aire” que ayudaron al Gobierno de Recep Tayyip Erdogan a diseñar sus sucesivas operaciones militares en el norte de Siria.
Actualmente, Ankara es el único gran apoyo directo que le queda a los rebeldes que luchan contra Al-Asad, después de la retirada de Estados Unidos. En el plano político, el despliegue militar de Turquía -ahora, en el marco de la operación Escudo de Primavera- persigue matar dos pájaros de un tiro: por una parte, reducir todo lo posible la presencia de operativos kurdos en la zona; y, por otra, ganar influencia en un país a través de diversos grupos islamistas.