Las compañías militares privadas como un medio más de desestabilización en África

El Grupo Wagner, notoria compañía militar privada rusa y red de mercenarios con actuación nacional e internacional, ha certificado ejercer servicios militares a cambio de asegurar una extensa aprobación de acceso a los vastos recursos naturales de los que dispone el continente africano.
Uno de los motivos principales por los que se recurre a estos actores es la rapidez y dirección con la que se introducen en las áreas, a pesar de que esto luego tiene efectos desfavorables prolongados para la situación de los países y repercute contra los civiles que a veces acaban siendo blancos de la violencia.
Este tipo de entidades se despliegan como un instrumento para fortalecer la seguridad nacional, sin embargo, se cuestiona su legalidad como institución, así como el desarrollo de sus operaciones. Esto se debe a que sirven como actores que promueven la violencia y exacerban las disputas, terminando por no ser un medio para aminorarlos y mucho menos de resolución. A esto se añade que también son grupos investigados y acusados de inmiscuirse seriamente y cometer crímenes de guerra en las disputas.

Así, el panorama africano se sume en una mayor profundización y empeoramiento de la situación conflictiva que lleva décadas castigando a la región. El Grupo Wagner, uno de los más activos mundialmente, lleva años operando en África y respaldando la estrategia con la que Rusia persigue reforzar su poder geopolítico y proyección y aumentar su proximidad con los gobiernos afines e inaugurar alianzas nuevas estratégicas, provocando que la influencia militar rusa esté en aumento.
Entre los países africanos con mayor auge de la presencia rusa tenemos a Mali, Libia, República Centroafricana, Mozambique, Burkina Faso, Níger, Guinea Ecuatorial, Chad, Sudán y Guinea Bissau.
Un ejemplo concreto de las tácticas de desequilibrio rusas son sus servicios militares en la República Centroafricana contra las milicias armadas mientras explotaban los recursos estatales. Aunque, más allá de lo que se ve, es una transacción que trasciende del intercambio de actividad militar por recursos e involucra maniobras que permiten inmiscuirse en las cuestiones internas de los países y desarrollar campañas de propaganda que desembocan en el desequilibrio y divisiones internas. Asimismo, es relevante señalar que al intervenir también incitan a la escalada de la violencia, ya sea intencionalmente o como efecto de retroceso.
Este tipo de actividades se le pueden atribuir al Grupo Wagner, pero también a otras compañías parecidas en el terreno como Executive Outcomes y Dyke Consulting, que han actuado en Mozambique contra la expansión de la insurgencia islamista en el norte de la nación.

Igualmente, es importante mencionar que estos grupos, también triunfan combatiendo en oposición a las milicias o las fuerzas armadas rebeldes y en sus labores de entrenamiento y capacitación, pero luego su comportamiento en el escenario bélico dista de seguir los principios erigidos por el derecho internacional, en especial aquellos que se deben aplicar en contextos de guerra y para la protección de la vida de los civiles y de mantener los límites de proporcionalidad.
En suma, las intervenciones de las organizaciones privadas no significan un esfuerzo para la seguridad o la mediación en la búsqueda de la paz, porque actúan bajo intereses concretos y no son imparciales, especialmente cuando los intereses económicos y comerciales tienen tanta repercusión en la ecuación.
En consecuencia, aunque las estrategias tengan la posibilidad de derivar en ser efectivas, los costos han resultado muy elevados y el caos y vulnerabilidad consecuentes un esquema a solventar a través de instituciones debilitadas. También, los mecanismos internacionales no han regulado de manera estricta todavía esta actividad y esto genera una operatividad ilimitada para ellos y de la misma forma crea vacíos legales de actuación en lo referente a la responsabilidad ante las violaciones de derechos humanos.
Todo ello se vincula a la fragilidad de los gobiernos africanos y a las relaciones de dependencia que se surgen con las empresas militares privadas y los efectos que esto suscita para la soberanía nacional y para el mantenimiento de la situación de crisis política y económica en África.