La detención de una red de espionaje marroquí o el fracaso del contraespionaje argelino

“El domingo 1 de septiembre, el juez de instrucción del Tribunal de Tlemcen ordenó la detención provisional de siete personas, entre ellas cuatro marroquíes, tras el reciente desmantelamiento de una red de espionaje e inteligencia con vistas a atentar contra la seguridad del Estado”, anunció la Fiscalía de esta ciudad fronteriza marroquí, citada por la agencia de prensa estatal APS.
Según la misma fuente, “las personas identificadas por la investigación, bajo cargos penales de inteligencia ante un país extranjero, o uno de sus agentes”, fueron acusadas por “el delito de espionaje”, así como por “entrada ilegal en el territorio”, señalando a “cuatro nacionales marroquíes”.
Hasta ahora no se ha indicado qué país extranjero está detrás de estos “espías”, ni se nombra a Marruecos. No está implicado en modo alguno, a pesar de que cuatro de sus nacionales forman parte de la red.
El principal sospechoso es marroquí y se cree que entró ilegalmente en Argelia a pesar del cierre hermético de las fronteras terrestres. No se sabe nada de él, aparte de las iniciales de su nombre y apellidos “Z. M”. Es como si se resistieran a utilizar su nombre completo y señalar al bando extranjero que está detrás de él. Sin embargo, su detención provocó la neutralización de otros seis miembros de la red. Es un gran negocio.
Es difícil creer semejante información mientras el “ABC” del espionaje no sea respetado por los servicios marroquíes, que no hace mucho se presentaban como formidables. Unos servicios que han logrado infiltrarse en el más seguro de los palacios presidenciales, como el del Elíseo, no pueden permitirse el lujo de ser aficionados y soltar contra el enemigo a todo un escuadrón de espías.
Siete espías detenidos a la vez. Eso no tiene precedentes en la historia del espionaje mundial. Cuando se trata de espionaje, ni siquiera se juntan dos elementos con el mismo propósito. La compartimentación es la primera regla. Los espías nunca deben conocerse. Incluso en los niveles más altos de los servicios de inteligencia todo está codificado. Aparte del oficial al mando, nadie más está autorizado a conocer la identidad del espía, ni su objetivo o radio de acción.
Un oficial al mando dirigiendo a siete espías hacia el mismo objetivo, todos los cuales se conocen entre sí, es puro amateurismo. El guion parece escrito por un aficionado que no sabe nada de espionaje.
¿Y por qué no nombrar a la parte que manipula esta red? Mientras sean ciudadanos marroquíes y algunos de ellos hayan entrado ilegalmente en el país, seguramente desde Marruecos. No pueden ser espías a sueldo de Botsuana o Nicaragua.
Es difícil comprender por qué las autoridades de seguridad argelinas se niegan a señalar a los servicios marroquíes. Sin embargo, el presidente de la República, Abdelmadjid Tebboune, no dudó en acusar por su nombre a Marruecos de haber ordenado los incendios forestales de la Cabilia en 2021. Las autoridades argelinas no dudaron durante algún tiempo en acusar a Marruecos de espiar a altos funcionarios argelinos a través de Pegasus.
Cuesta creer que los servicios secretos marroquíes, que han sido llamados como refuerzo por Qatar para asegurar el Mundial de fútbol de 2022 y por Francia para ayudar a asegurar los Juegos Olímpicos de París 2024, hayan llegado a un nivel tan bajo de amateurismo. Del temido Pegasus a la infiltración masiva, los marroquíes parecen haber dado el paso alegremente en la imaginación de un oficial mediocre encargado de redactar un escenario sencillamente idiota.
Un escenario cuyo objetivo no es otro que “una llamada a la movilización popular para salvar a la nación”, etcétera. ¿Y qué buscarían los servicios secretos marroquíes en Tlemcen? ¿Listas electorales o papeletas que hay que robar para perturbar las elecciones presidenciales de la semana próxima? De momento, no sabemos nada sobre los objetivos de este nuevo tipo de red de espionaje. Esperemos a los próximos días y quizá consigamos que un “Dahdouh” nos cuente una de esas historias que sólo los servicios de Nacer El-Djen saben urdir.