Entrevista a Mourad Dhina, dirigente del movimiento Rachad, que reúne en su seno diferentes corrientes islámicas y laicas, unidas por objetivos democráticos

El Hirak argelino y la Unidad Popular

photo_camera REUTERS/RAMZI BOUDINA - Manifestantes portan pancartas y banderas durante una protesta en la que se exige la destitución de la élite gobernante y el enjuiciamiento de antiguos funcionarios vinculados al ex presidente Abdelaziz Bouteflika, en Argel (Argelia) el 14 de junio de 2019

El movimiento ciudadano de masas en Argelia, Hirak, que comenzó hace año y medio y alcanzó, entre otros logros, sacar del poder a Abdelaziz Bouteflika y su corte corrupta, tiene ante sí dos metas aún por alcanzar: dotarse de un programa, una política y unos objetivos capaces de ofrecer una alternativa al régimen que pretende derribar; y organizarse en su interior como un frente en el que estén representadas todas las tendencias, las culturas, el pensamiento y las opciones religiosas del país. En la sociedad existen y conviven; en el Hirak todavía no.  

ATALAYAR ha entrevistado al representante de una de esas corrientes de pensamiento, Mourad Dhina, de profesión físico nuclear y con experiencia de trabajo en el CERN suizo, y dirigente del movimiento Rachad, que reúne en su seno diferentes corrientes islámicas y laicas, unidas por objetivos democráticos. En el activo de Rachad, hay que señalar la organización de diferentes foros en los que participaron miembros dirigentes del Frente de Liberación Nacional (FLN), del Frente de Fuerzas Socialistas (FFS), del Reagrupamiento por la Cultura y la Democracia (RCD), del Frente Islámico de Salvación (FIS), de organizaciones de defensa de los Derechos Humanos, y de un gran arco de pensamiento con intelectuales y activistas políticos.

¿Qué ha cambiado en el plano político en Argelia desde el desencadenamiento del Hirak?

La conquista más importante del Movimiento Hirak es la de haber roto dos muros: el del miedo y el de la polarización ideológica. De hecho, podemos observar que la estrategia actual del régimen es la de imponer una vuelta atrás, activando todos los mecanismos de intimidación, diciendo por ejemplo que “el Hirak ya no tiene sentido puesto que Buteflika se ha ido”, o que “ahora son partidos teleguiados por el extranjero, Qatar o Turquía”; y también promoviendo a los pseudodemócratas que quieren reimponer las viejas querellas de “islamistas contra laicos”. En suma, se trata de un periodo bastante difícil para el Hirak, en particular con la crisis de la COVID-19.

¿Encuentra positiva la lucha contra la corrupción y los juicios llevados a cabo, tanto contra civiles como contra militares?

Nadie se engaña. La lucha anticorrupción se está llevando por delante a corruptos notorios, pero también es un ajuste de cuentas interno en el poder. Los que han encarcelado a sus amigos de antaño son tan corruptos como ellos. El poder simplemente ha sacrificado a algunos de sus elementos, pero la naturaleza del mismo, que sigue estando entre las manos de los militares, no ha cambiado.

¿Cómo se sitúa hoy Rachad en el tablero político argelino?

Rachad es un actor importante del Hirak. Ha conseguido establecer lazos sólidos con otros actores de la sociedad civil y de la clase política; forma parte del Hirak y hace todo lo posible para la unidad del mismo, respetando la diversidad que refleja la sociedad argelina que quiere un cambio real de régimen. 

En esta foto de archivo del 4 de mayo de 2017, el presidente argelino Abdelaziz Bouteflika

Hubo un tiempo en que existió un amplio frente por la democracia y los derechos del pueblo, en el que participaban partidos políticos y organizaciones como Rachad. ¿En qué quedó todo aquello?

Este frente sigue existiendo y es el reflejo de una amplia franja de la sociedad. El asunto de la representatividad o la dirección del Hirak, sigue sin resolverse, pero hay contactos permanentes entre los principales actores en base a una misma línea política. 

¿Cree que podría haber una amnistía política para los presos de opinión y para los exiliados políticos?

Realmente esta es una cuestión secundaria. El objetivo es más ambicioso: obtener, preferiblemente mediante una negociación directa con el Estado mayor militar, que es el verdadero poder, una hoja de ruta transparente y creíble para llegar a término a un verdadero estado civil y de derecho. 

Bouteflika ya no está en el poder, y numerosos dirigentes políticos y militares que le apoyaron durante años están en la cárcel. ¿Cree que el sistema ha cambiado?

Las caras del sistema han cambiado, y el sistema mafioso de Bouteflika se ha derrumbado. Pero el verdadero poder, el de los militares, sigue estando ahí, y este es el auténtico problema que tenemos. Hay una nueva generación de oficiales que llega y que podría participar a un cambio, pero hace falta que el Hirak continúe y pruebe que no aceptará nada que no sea un verdadero cambio.

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