El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdoğan, ha sido el último de los líderes internacionales en desfilar por Kiev en plena escalada de las tensiones en Ucrania. Tras las visitas del ‘premier’ británico Boris Johnson y de los primeros ministros polaco y holandés, Mateusz Morawiecki y Mark Rutte, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski ha recibido este jueves en el Palacio Mariyinski a su homólogo turco, que espera ejercer de moderador en un conflicto donde Turquía cuenta con varios frentes abiertos.
“Nunca querríamos una guerra entre Rusia y Ucrania. Espero que podamos resolver esto pacíficamente”, declaró Erdoğan antes de tomar el vuelo rumbo a Kiev. El desplazamiento se ha producido, además, después del intento infructuoso de Ankara por sentar en la mesa de negociación a rusos y ucranianos. Una primera tentativa de mediación que contó con el rechazo de ambas administraciones, que parten de posiciones ‘a priori’ irreconciliables.
La visita de Erdoğan a Kiev ha tenido otras motivaciones. Encima de la mesa estaba la propuesta de aumentar su cooperación bilateral con Ucrania, puesta en marcha en 2020. El presidente turco había previsto estampar su rúbrica sobre 10 nuevos acuerdos en las áreas de educación e industria, elevando hasta los 10.000 millones de dólares su volumen comercial. Un objetivo que se ha visto cumplido y sobre el que ambos líderes se han propuesto avanzar.

Pero todos los focos estaban puestos en la cuestión ucraniana. Y Erdoğan se ha mostrado tajante: “Continuamos apoyando la soberanía e integridad de Ucrania, incluida Crimea”. El presidente turco ha insistido en su posición inicial al término del encuentro, durante la comparecencia de prensa conjunta con Zelenski, subrayando que Turquía está lista para hacer su parte con el objetivo de “poner fin a la crisis entre los dos países vecinos amigos en el mar Negro”.
Ankara ha dejado claro que quiere ejercer un papel protagonista y adelantarse al conflicto antes de que este pueda estallarle en la cara. Por eso Erdoğan envió a Putin una nueva propuesta de mediación, aunque es poco probable que un Kremlin que mantiene como principal interlocutor a La Casa Blanca acepte. Para Moscú es prioritario sentar en la mesa a Washington, pues solo este puede cumplir e implementar sus demandas en el seno de la OTAN.
Estados Unidos también apuesta por reducir el número de interlocutores con Rusia y minimizar las divisiones en el bloque occidental. Pero Turquía es el segundo mayor socio de la organización, y su peso dentro de la alianza atlántica legitima su acción a la hora de representarla, a pesar de la desconfianza que le profesan otros miembros. Una desconfianza a la que apeló el director de comunicación de Turquía, Fahrettin Altun, en unas declaraciones a Bloomberg: “Somos miembros de la OTAN y uno de los más activos en los mecanismos de toma de decisiones”.
La visita del presidente turco a Ucrania ha tenido vital importancia. Y así lo refleja la conversación que mantuvieron el martes el consejero de seguridad nacional de La Casa Blanca, Jake Sullivan, y el asesor principal de Erdoğan, Ibrahim Kalin, donde definieron la estrategia conjunta. En este sentido, el propio Erdoğan advirtió de que “no debería haber dudas” de su compromiso con la OTAN.

Zelenski ha agradecido a Erdoğan “la iniciativa de actuar como mediador” en la rueda de prensa posterior. Los líderes han valorado de forma positiva la reunión y han puesto en valor sus lazos de cooperación. Sin embargo, algunas voces en Ucrania han cuestionado los intereses de Turquía, cuyos vínculos geoestratégicos con Rusia le obligan a adoptar una posición ambigua en el conflicto a pesar del apoyo militar.
Juego a dos bandas
A pesar de las rivalidades en Siria, Libia, Nagorno-Karabaj o Crimea, donde Turquía respalda a la comunidad tártara, Putin y Erdoğan mantienen una dependencia mutua, catalogada por la investigadora principal del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, Asli Aydıntaşbaş, como una “cooperación competitiva”. Y es que el gasoducto TurkStream lleva el gas de Rusia a Turquía a través del Mar Negro, un recorrido que debilita a su vez el papel de Ucrania.
La cooperación militar entre ambos también es clave. La compra de Turquía del sistema antimisiles ruso S-400, cuyos trámites de adquisición agrietan aún las relaciones entre Ankara y Washington a pesar del acercamiento Erdoğan con la Administración Biden, también influye. Así como una posible cancelación de los vuelos que transportan turistas rusos a Turquía. Una baza con la que cuenta Moscú para agravar la crisis económica turca.

Pero Ankara no se resigna a perder capacidad de maniobra. En este aspecto destaca la venta de Bayraktar TB2, los drones de fabricación turca, al Ejército ucraniano como parte del esfuerzo de Ankara por encontrar nuevos mercados para su industria armamentística. Desde Moscú se criticó la decisión, alegando que estos podrían ser utilizados para atacar a las tropas apoyadas por Rusia en el Donbass. De hecho, uno de estos aviones de combate destruyó en octubre un obús utilizado por los separatistas de Donestk.
Para aliviar el descontento de Moscú, el ministro de Defensa turco, Hulusi Akar, remarcó su compromiso de respetar la Convención de Montreux, un tratado firmado en 1936 que concede a Turquía el derecho de regular el tránsito de buques de guerra y otras embarcaciones a través de los Dardanelos y el Bósforo en caso de que represente una amenaza para la estabilidad. Un paso clave para la seguridad de Rusia, pues este acuerdo restringe estrictamente el acceso de las fuerzas de la OTAN.
Los precedentes de 2008, cuando Ankara rechazó la entrada de los buques de guerra estadounidenses en el mar Negro durante la invasión rusa de Georgia; y 2014, cuando Erdoğan rehusó unirse a Occidente para imponer sanciones a Moscú tras la anexión rusa de Crimea, sirven como brújula para predecir los próximos movimientos de Turquía con respecto de la crisis actual.
El factor que podría desequilibrar la balanza es el de Crimea. Turquía apoya a los tártaros que pueblan la Península, unidos por lazos históricos, y para Erdoğan es un tema determinante: “Concedo especial importancia a la situación de nuestros parientes, en particular los tártaros de Crimea, que son una parte esencial de nuestras relaciones con Ucrania. Este tema, como siempre ha sido el caso, será prioritario en nuestra agenda durante nuestras conversaciones en Kiev”.