Erdoğan deja la puerta abierta a presentarse “por última vez” tras su enésimo golpe a la oposición

Nadie sabe cuál será el próximo movimiento del líder turco. Erdoğan apura los plazos de su primer mandato presidencial a la espera de las próximas elecciones, previstas si nada cambia para junio de 2023. No se ha manifestado claramente sobre su futuro, ha cambiado varias veces de discurso en los últimos días. Al principio dejó entrever que no presentaría su candidatura para los comicios de 2028, pero luego dejó la puerta abierta no solo a optar a un segundo mandato, permitido por la Carta Magna, sino también a un tercero, que vulneraría el actual marco constitucional diseñado a su medida tras el referéndum de 2017. Dos décadas ininterrumpidas en el poder, primero como primer ministro y después como presidente, parecen saberle a poco.
“En 2023, comenzaremos la construcción del siglo de Turquía y allanaremos el camino a la juventud con la fuerza que obtendremos del apoyo que hemos pedido por última vez en nuestro nombre a la nación”, trasladó el presidente turco desde la provincia de Samsun, a orillas del mar Negro. Las declaraciones crípticas de Erdoğan en el mitin de su partido, el islamista AKP, daban a entender que estaba ante su último envite presidencial. Cerraba así la puerta a un hipotético tercer mandato, aunque cuenta con mantenerse al frente del Estado para los próximos cinco años.
Días después, Erdoğan venía a aclarar que el hecho de que no pudiera ser candidato para un tercer mandato no significaba que fuera a dejar la política. “Soy de AKP. ¿Me iré de la fiesta? Creé esta fiesta. ¿Es posible que deje a mis amigos solos? Caminamos juntos por estos caminos, nos mojamos juntos bajo la lluvia torrencial”, respondió a los medios al ser preguntado por su futuro. La intención es seguir manejando los hilos, ya sea desde primera línea o desde un cómodo segundo plano.

Pero esta vez tendrá complicado revalidar la presidencia. En los últimos meses, la popularidad del líder islamista ha caído en picado, siguiendo la estela de todos los indicadores económicos. Turquía registra una tasa de inflación sin precedentes, que supera el 85%. El PIB se ha hundido y la deuda está por las nubes a cuenta de las ineficientes políticas del Gobierno, agravadas por la pandemia de COVID-19, la invasión rusa de Ucrania y la obstinación de Erdoğan por bajar los tipos de interés contraviniendo las recomendaciones de los expertos. En consecuencia, las cifras de paro se han multiplicado y el valor de la lira turca se ha devaluado en un 35% en lo que va de año.
La delicada situación ha provocado que, por primera vez en 20 años, Erdoğan no sea favorito para ganar en las urnas. Alianza Popular, la coalición de gobierno conformada por el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), el Partido del Movimiento Nacionalista (MHP) y el ultraderechista Partido de la Gran Unidad (BBP), podría perder su mayoría en la Asamblea Nacional. Existe incluso la posibilidad de que Erdoğan salga airoso de las presidenciales pero deba hacer frente a un Parlamento hostil, controlado por la oposición. Aunque en ese escenario podría gobernar sin grandes problemas.
Los comicios serán un plebiscito sobre su figura, pero el tablero de juego está inclinado a su favor. El presidente y sus aliados controlan prácticamente todos los resortes del poder. Tienen acceso a los recursos, tanto públicos como privados, dominan la judicatura y dictan el relato de la mayoría de los medios de comunicación, a los que someten y manipulan para polarizar a la sociedad en función de sus intereses. Por si fuera poco, las purgas llevadas a cabo en el aparato de seguridad tras el golpe de Estado fallido de 2016 le han permitido colocar a cuadros leales en la Policía y las Fuerzas Armadas. Pocas instituciones escapan de los tentáculos de un Erdoğan que no quiere renunciar a nada.

El presidente turco cuenta, además, con la baza de la política exterior. “Siempre que Turquía tiene problemas con organismos internacionales, véase la Unión Europea o la OTAN, Erdoğan suele sacar bastante rédito electoral a su favor. Está demostrado”, explica en conversación con Atalayar el analista Carlos Ortega, doctorando en Política y Relaciones Internacionales por la Universidad de Estambul. Otras opciones pasan por aumentar la presión sobre la minoría kurda en el país, escalar las tensiones con Grecia en el Egeo o, como ha hecho recientemente, desplegar una campaña ofensiva en Siria. Así invoca las esencias del nacionalismo y recoge sus frutos.
Erdoğan ha sacado a pasear su faceta más ambigua la misma semana en que se ha emitido el fallo contra el popular alcalde de Estambul, Ekrem Imamoğlu. Un tribunal de primera instancia condenó al miembro del Partido Republicano del Pueblo (CHP) a dos años, siete meses y 15 días de cárcel e inhabilitación para ejercer cargos públicos por insultar a los funcionarios de la Junta Electoral Superior. La Justicia determinó que Imamoğlu había agraviado “públicamente” a un funcionario en el ejercicio de sus funciones, un delito tipificado en los artículos 125/2-1 y 125/3a, 125/4 y 125/5 del Código Penal turco.
Ningún miembro de la Junta Electoral Superior formó parte de la acusación contra el alcalde de Estambul, sino que fue la propia Fiscalía la que pidió una condena de cuatro años tras acusar a Imamoğlu de haber descalificado al comité electoral en el discurso que pronunció después de la repetición de los comicios municipales de 2019. “Los que anularon las elecciones el 31 de marzo son idiotas”, declaró entonces. Según la defensa, lo hizo refiriéndose al brazo ejecutor de la repetición electoral, el ministro del Interior Süleyman Soylu, un fiel aliado de Erdoğan que, con anterioridad, le había insultado por haber criticado al Gobierno turco en instancias europeas.

Imamoğlu, candidato del socialdemócrata CHP, partido secular de centroizquierda, heredero de la tradición kemalista que impugna Erdoğan, batió en aquellas municipales a su adversario del AKP, Binali Yıldırım, uno de los lugartenientes del actual presidente que, de hecho, venía de ocupar el cargo de primer ministro bajo su mando. Los presuntos errores de procedimiento, denunciados por la formación islamista, así como la mínima diferencia de votos entre ambos candidatos –menos de 14.000 sobre 8 millones y medio de papeletas–, sirvieron como base legal para decretar una repetición electoral que volvió a ganar Imamoğlu, esta vez por un margen mucho más amplio, superior a los 770.000 votos.
Era la primera vez que la formación islamista perdía la alcaldía de Estambul en 25 años, un golpe durísimo para Erdoğan por varias cuestiones. Se trata la ciudad más grande de Turquía –la quinta más grande del mundo– y un centro de poder en el país. Es la urbe en la que vivió desde muy joven y, además, el lugar en el que emergió en términos políticos, precisamente desde la alcaldía de Estambul hoy en manos de Imamoğlu, que ocupó entre 1994 y 1998. Erdoğan ya había avisado de que “quien gana Estambul, gana Turquía”.
Aquella victoria electoral de Imamoğlu insufló ánimos a una oposición en horas bajas, apunta Ortega. “La gente pensaba que estaba todo manipulado y que era imposible ganar, y cuando arrasó en segunda vuelta, dio esperanza. Desde entonces, la gente cree que puede ganar las elecciones, que puede influir de verdad en el resultado, y eso es muy importante en un país como Turquía, que está torturado por tantas cosas”, destaca el analista.

“¿Qué significa [la condena de Imamoğlu]? ¿Es fruto del nerviosismo por el desempeño de la oposición o forma parte de un plan a gran escala? Es la pregunta del millón. Podemos estar elucubrando todo el día, pero creo que es una señal de intranquilidad”, opina Ortega. A su juicio, los resortes del poder a partir de ahora “van a ser más duros, van a ir a más”. “Dudo muchísimo que se produzca un golpe de Estado, pero van a poner palos en las ruedas de la oposición con total seguridad”.
La sentencia no es firme, sino que debe ser ratificada por un tribunal de apelación. El proceso podría demorarse unos seis meses, probablemente hasta después de las elecciones. Mientras tanto, Imamoğlu seguirá al frente de la alcaldía de Estambul a la espera de un fallo que le impediría optar a cargos públicos. Quedaría automáticamente apartado de la alcaldía y, sobre todo, de una hipotética carrera por la presidencia para la que podría postularse.
La condena debe considerarse “una violación de derechos y un ataque injustificado y políticamente calculado contra la oposición política de Turquía de cara a las elecciones de 2023”, indica Human Rights Watch. La organización en defensa de los derechos humanos considera que la decisión de los tribunales “viola los derechos del alcalde Imamoğlu a la libertad de expresión y asociación política e interfiere en el derecho de millones de votantes de Estambul a elegir a un alcalde de su elección como representante político”.

La oposición y una parte inestimable de la sociedad civil ha interpretado la sentencia como una persecución judicial en toda regla. No sería en ningún caso la primera vez que esto ocurre durante la presidencia de Erdoğan. En mayo, la máxima dirigente del CHP, Canan Kaftancıoğlu, fue condenada por el Tribunal de Casación a nueve años y ocho meses de prisión por insultar al presidente y cargos relacionados con el terrorismo, aunque la apelación redujo su condena a cuatro años y 11 meses. El juicio de Kaftancıoğlu coincidió precisamente con la victoria electoral de su compañero de partido, Imamoğlu, en la ciudad de los sultanes.
El titular de la cartera de Justicia, Bekir Bozdağ, respondió a las acusaciones aduciendo que “ningún órgano, autoridad o persona puede dar órdenes e instrucciones, enviar circulares, hacer recomendaciones o sugerencias a los tribunales y jueces en el ejercicio del poder judicial”, al tiempo que reconoció que el fallo emitido por el séptimo Tribunal Penal de Primera Instancia de Estambul “no es definitivo” para tratar de calmar las aguas.
“Los apoyos de Erdoğan están bastante callados”, indica Ortega a este medio. “El ministro de Justicia ha dicho que la ley es la ley, que el sistema es este y que [Imamoğlu] ha cometido un delito. Pero de momento nadie ha dicho nada más”. El mutismo del círculo más próximo al presidente puede ser la señal que indique que no se esperaba la reacción de la calle. Imamoğlu aprovechó la emisión de la sentencia para darse un baño de masas al otro lado del Bósforo, en la parte europea de Estambul, donde se ubica el Ayuntamiento. Antes incluso de conocer el fallo, el alcalde convocó a sus seguidores en el céntrico parque de Saraçhane.
Saraçhane’deyiz https://t.co/iNy3yXT8Js
— Ekrem İmamoğlu (@ekrem_imamoglu) December 14, 2022
Acompañado de la política opositora Meral Akşener, líder del nacionalista Partido İyi, el todavía alcalde de Estambul improvisó un discurso para tranquilizar a los miles de seguidores allí congregados. Akşener rememoró el episodio más simbólico de la carrera política de Erdoğan, muy similar al que atravesó Imamoğlu. El actual presidente recitó un poema islamista por el cual fue inhabilitado y encarcelado por “incitar al odio religioso” desde la misma plaza cuando ejercía como alcalde de Estambul. Aquel acontecimiento supuso un punto de inflexión en su ascenso al poder. “Hay un claro reflejo político entre estos dos sucesos. Hay una idea de que Imamoğlu puede ser el nuevo símbolo, una víctima castigada por el sistema. Está naciendo una estrella, un mártir que puede unir a la oposición”, subraya Ortega.
“Toda la oposición está muy indignada”, explica a este medio el doctorando en Política y Relaciones Internacionales por la Universidad de Estambul. “Veo una doble tendencia. Por una parte, hay quien se ha dado cuenta de que este acontecimiento marca el comienzo de la campaña del Gobierno para las próximas elecciones, que va a estar caracterizada por un creciente autoritarismo en el país. Es decir, que ha sido un juicio político que nada tiene que ver con el insulto y que habrá más juego más sucio de ahora en adelante. Ha cundido cierto pesimismo, en ese sentido. Luego hay gente que es optimista y que cree que esto va a conseguir unir a la oposición”.
El alcalde de Estambul es una de las figuras con mayor índice de apoyo para tumbar a Erdoğan en las próximas elecciones por encima del líder nacional de su propia formación, Kemal Kılıçdaroğlu, un hombre gris y sin carisma, y su nombre está en las quinielas para liderar una lista conjunta. Seis partidos de la oposición negocian la elección de un candidato de unidad, que podría ser el propio Imamoğlu. “Los seis partidos tienen muchas diferencias. Tendemos a pensar que en las próximas elecciones el electorado turco deberá elegir entre el conservadurismo islamista del AKP y el secularismo pro-Ataturk, pero en realidad es mucho más complicado porque entre estos partidos está el CHP, pero también el IYI Parti, con el 11% del apoyo, que es de corte marcadamente nacionalista, así como otras corrientes islamistas que lideran antiguos aliados de Erdoğan”, explica Ortega. “No hablamos solo de las dos Turquías tradicionales, sino de una Turquía que se movilizará para que el sistema no se corrompa del todo y otra que cerrará filas con Erdoğan”.

Los dirigentes del prokurdo Partido Democrático de los Pueblos (HDP) aseguran estar abiertos a elegir a “un candidato unitario” siempre y cuando que se cumplan sus premisas, aunque negocian aparte una tercera alianza con varios partidos menores de extrema izquierda, como los trotskistas del Partido de los Trabajadores de Turquía. Ortega cree que los kurdos “tendrán la llave en las próximas elecciones”.
“Perder la presidencia sería un duro golpe para Erdoğan, que se vería privado de acceso a los recursos públicos para dirigir la maquinaria del AKP. Dada su frágil salud y su avanzada edad, podría no ser capaz de reunir las fuerzas necesarias para liderar su partido en la oposición durante mucho tiempo. Aunque su partido ha contado con un fuerte apoyo electoral, incluso en plena crisis económica, su futuro después de Erdoğan es incierto. El partido se ha convertido recientemente en un movimiento personalista con instituciones muy débiles. A pesar de que las predicciones sobre su desaparición son prematuras, el AKP tendría dificultades para mantener intacta su base en la oposición”, escribe Berk Esen, profesor asistente de Ciencias Políticas de la Universidad Sabancı, en el Instituto alemán de Asuntos Internacionales y de Seguridad.
“Diría que de aquí a las elecciones van a pasar muchas cosas. Ya se vio con el reciente atentado en Estambul, que algunos definieron como el inicio de las elecciones, y ahora con la condena a Imamoğlu. Poniéndonos en un escenario de derrota para Erdoğan, el desafío será reformar un sistema que lleva más de una década en vigor para recuperar las garantías democráticas que existían”, vaticina Ortega.