Pocos motivos invitan al optimismo. La guerra de Ucrania, provocada por las ambiciones imperialistas del presidente ruso Vladímir Putin, ha alterado de forma irreversible el tablero geopolítico y ha envuelto a varias potencias en una nueva carrera armamentística, que coincide con el inicio de una gran recesión económica, al tiempo que el mundo se fractura de nuevo en bloques. La paz es una quimera y las previsiones a corto, medio y largo plazo no son nada halagüeñas. El mundo es hoy mucho más inseguro de lo que era ayer.
En este contexto convulso, el Instituto para la Economía y la Paz (IEP, por sus siglas en inglés) ha publicado el Índice de Paz Global de 2022, un informe que recoge las perspectivas para la paz en todo el mundo y mide en esta ocasión el impacto de la guerra en Ucrania, un conflicto en suelo europeo. El INCIPE (Instituto de Cuestiones Internacionales y Política Exterior) ha sido el encargado de presentar el informe en España, de la mano del director del IEP, el belga Serge Stroobants.
El secretario general, Manuel Alabart, y el director del INCIPE, Vicente Garrido, se han encargado de introducir y conducir, respectivamente, la presentación de la 16ª edición del informe del director del IEP, Serge Stroobants, formado en la Real Academia Militar de Bruselas y con más de tres años de experiencia en el cargo.

Stroobants ha arrancado la presentación exponiendo el método utilizado por el centro de pensamiento para medir la paz en todo el mundo, que consta de 23 indicadores y clasifica a 163 Estados y territorios independientes en función de su grado de pacifismo. Gracias a su método y fiabilidad, el Índice de Paz Global (IEP) se ha convertido en la principal referencia para medir el grado de pacifismo a nivel global y la evolución de las amenazas a la seguridad.
La redacción del informe ha estado condicionada por la invasión rusa de Ucrania. Hasta el fatídico 24 de febrero de 2022, los indicadores de seguridad del país habían evolucionado de forma positiva tras la anexión por parte de Putin de la península de Crimea y el estallido bélico en el Donbás de 2014. La guerra había dejado de ser la principal preocupación para la sociedad ucraniana, según los datos recabados en 2021.
Cuestiones como la sanidad o la economía, el crimen o los riesgos relacionados con el transporte, más allá de la COVID-19, se convirtieron en las amenazas para la seguridad más percibidas por los ucranianos en 2021. Se sentían incluso más seguros y eran incluso más optimistas que cinco años antes. Pero entonces comenzó la invasión a gran escala diseñada desde el Kremlin.
El pueblo ucraniano sufre sin duda la peor parte de la guerra. Sin embargo, en un mundo globalizado, las consecuencias no han tardado en propagarse. “El conflicto ha exacerbado la crisis alimentaria, la escasez de las cadenas de suministro y el aumento de la inflación”, ha apuntado Stroobants, en referencia al bloqueo de las líneas logísticas para exportar grano de los puertos ucranianos en el mar Negro. El director del IEP ha puesto de relieve las derivadas de la guerra en regiones como Oriente Próximo o el África subsahariana, dependientes de las importaciones de Rusia y Ucrania.

El incremento del gasto militar en el marco de la OTAN, con el compromiso asumido en la Cumbre de Madrid por todos sus socios de elevar hasta el 2% del PIB los fondos destinados a Defensa, impulsando así la carrera armamentística, y, en última instancia, la propagación de información de inteligencia “en bruto, sin ser procesada mediante el análisis”, son otras de las consecuencias tangibles de la guerra en Ucrania, según Stroobants.
“El resultado es el nivel más bajo de paz en los últimos 14 años —ha trasladado el director del EIP—. Algunos indicadores están en su nivel más bajo en décadas”. 90 países han mejorado, aunque 71 han avanzado hacia un escenario más inseguro que hace un año como consecuencia del “terror político, las relaciones con los países vecinos relaciones con los países vecinos, la intensidad del conflicto interno, el número de refugiados y desplazados internos y la inestabilidad política”, de acuerdo con el informe.
Islandia y Afganistán son dos caras de la misma moneda. Mientras Reikiavik mantiene la primera posición como el Estado más pacífico del mundo, Kabul ha descendido a los infiernos tras la vuelta al poder dos décadas después de los talibán. “Aunque han creado algún tipo de estabilidad interna, se ha producido un incremento significativo de los ataques terroristas”, ha apuntado Stroobants en relación con las actividades del Estado Islámico de Jorasán (ISIS-K).

El informe recoge que “Europa sigue siendo la región más pacífica del mundo. La región alberga cuatro de los cinco países más pacíficos, y solo un país de Europa se sitúa fuera de la mitad superior del índice”. En este sentido, el director del IEP apunta que el continente europeo es “la zona más resiliente del mundo”: “Debemos poner las cosas en perspectiva. Pero, por supuesto, pueden darse muestras de inestabilidad, al calor de la crisis económica. Pueden darse protestas y violencia como la que vimos en la revuelta de los chalecos amarillos en 2018 en Francia”.
Sobre la publicación del Concepto Estratégico de Madrid, Stroobants deja claro que el diagnóstico trazado por los socios de la Alianza Atlántica es coincidente en varios puntos, sobre todo las amenazas provenientes del Flanco Sur. “El Sahel es el motor de la inestabilidad en el África subsahariana. El terrorismo está proliferando, se producen conflictos generados por el cambio climático y el acceso a los recursos… la OTAN podría absorber las consecuencias”, ha indicado el director del IEP.
En este escenario, Stroobants admite que le cuesta encontrar indicadores que inviten al optmismo: “Cuando analizas la transformación de las relaciones internacionales, es difícil ser optimista. No creo que sea mejor el año que viene”. Para el belga, es crucial invertir en “paz positiva”: “Sabemos cuáles son los problemas, ahora el esfuerzo ha de llevarse a cabo”.