El curso “El futuro inmediato del terrorismo yihadista: Tendencias globales, conflictos regionales y dinámicas internas”, celebrado en El Escorial dentro de los cursos de verano de la Universidad Complutense, y organizado por el Centro Memorial para la Víctimas del Terrorismo y la Fundación Víctimas del Terrorismo, comenzaba su segunda jornada con la intervención de Carola García Calvo, investigadora principal del programa sobre radicalización violenta y terrorismo global del Real Instituto Elcano.
García Calvo expuso la experiencia europea en materia de prevención de la radicalización violenta, un aspecto que se incorporó en la Estrategia Europea Contra el Terrorismo en 2005, después de que los atentados de Madrid y Londres alertaran sobre la amenaza terrorista homegrown. Señaló cinco principales ejes de trabajo: las ideologías que pueden derivarse en actos violentos, la cuestión de los Combatientes Terroristas Extranjeros y de la radicalización en el ámbito penitenciario, la resiliencia de la sociedad a nivel local, internet y terceros países prioritarios en las zonas del Norte de África, Oriente Medio y los Balcanes occidentales. También insistió sobre la importancia de aspectos transversales como las perspectivas de género y el apoyo a las víctimas del terrorismo.

Tras esta ponencia se celebró una mesa redonda sobre el Sahel como frontera avanzada en la lucha contra el terrorismo, que contó con unos panelistas de muy alto nivel. En primer lugar, intervino Carlos Echeverría, subdirector del Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado de la UNED, que hizo énfasis en el peligro yihadista en el Sahel occidental, una zona comprendida entre Mauritania y Chad donde se concentra el mayor foco del terrorismo en el continente africano. Subrayó las dificultades específicas de este escenario, como la debilidad de Estados a menudo plagados por la corrupción y la creciente influencia de actores como Rusia. Este último elemento podría perjudicar la cooperación actual con Níger, donde se encuentra la mayor parte de las fuerzas europeas movilizadas en la zona, si Rusia desarrollara operaciones de propaganda similares a las que precipitaron el final de Barkhane en Mali, afirmó Echevarría.
A continuación, Francisco Espadas, general de división de la Guardia Civil y director de los Grupos de Acción Rápida, Vigilancia e Intervención (GARSI Sahel), expuso los objetivos de este proyecto en el que colaboran España, Francia, Italia y Portugal para formar y proporcionar material a las gendarmerías de Mali, Mauritania, Burkina Faso, Níger, Chad y Senegal. Esta cooperación apunta a crear unidades perennes capacitadas para actuar en ambientes de consolidación de la paz y reforzar el control del territorio. Francisco Espadas abordó los obstáculos a los que se enfrenta el proyecto, especialmente en Mali, donde ha sido suspendido debido al riesgo de que parte del equipamiento europeo acabe en manos rusas, y en Burkina Faso, que tras el golpe de Estado de enero de 2022 se ha sumido en la incertidumbre.

La última ponencia de este panel fue la de Natividad Fernández Sola, catedrática de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de Zaragoza, que analizó las debilidades del Diálogo Mediterráneo, una iniciativa impulsada por España para fomentar en el seno de la OTAN un entendimiento con los Estados vecinos del sur. Destacó la ausencia de Libia y de los países del Sahel, pese a ser un foco de desestabilización para el continente africano. También mencionó la percepción por parte de la OTAN de dos bloques, norte y sur, una división que ignora las tensiones entre Argelia y Marruecos, así como la falta de atención otorgada al conflicto israelí-palestino, la desconfianza de las poblaciones locales y tensiones internas en la OTAN provocadas por actores que considerarían el área como su zona exclusiva de influencia.
También intervino el director del Instituto de Política Internacional de la Universidad Francisco de Vitoria, Florentino Portero, que explicó la dificultad de llegar a una definición consensuada del terrorismo que permitiera trasladar el concepto al ámbito del derecho internacional de forma satisfactoria. Hizo un repaso de los Estados que estorbaron una tipificación nítida para seguir instrumentalizando el terrorismo por su propio interés. Esta tendencia podría ir aumentando a raíz del declive del orden liberal, el cual enmarcaba la competencia entre las potencias con normas y organismos internacionales. Florentino Portero prevé que los conflictos sean cada vez más híbridos y asimétricos, y por lo tanto susceptibles de involucrar a grupos y organizaciones terroristas.
La última jornada del curso contó con el testimonio de familiares de las víctimas. María Jiménez, periodista y profesora de Comunicación de la Universidad de Navarra, entabló una conversación con Juan Carlos Fernández, hermano del misionero español Antonio César Fernández asesinado en Burkina Faso hace tres años, que destacó que siempre hizo el bien y dejó el mundo mejor de como lo encontró. Su vocación como misionero se tradujo en muchos años de compromiso social en África, donde implantó el ideario de las escuelas salesianas. Con 71 años y en contra de la opinión familiar, aceptó la que sería su última misión: Burkina Faso. El 15 de febrero de 2019, cerca de la frontera sur del país, un grupo de yihadistas registró su coche antes de llevarse a César a un bosque cercano donde lo asesinaron de tres disparos. Su hermano evocó la batalla administrativa que tuvo que llevar a cabo para traer sus restos y la frialdad de las circunstancias en las que finalmente fueron devueltos a la familia, en un hangar comercial donde suelen transitar mercancías. Concluyó su testimonio afirmando la importancia de la presencia de misioneros como César en África, donde estos asumen otra vertiente de la lucha contra el terror, fomentando la educación y la igualdad.
También participó Cristina González, hermana de Alberto, que murió en el atentado contra el Bataclan el 13 de noviembre de 2015. Cristina describió a Alberto como a una persona feliz, que también hacía felices a los demás. Recordó la interminable búsqueda de su hermano en todos los hospitales parisinos sin saber si lo encontraría con vida, hasta que le dieron la terrible noticia de su muerte. Criticó la ausencia de dispositivos de traducción para asistir a su familia en los trámites que siguieron al ataque, así como la falta de apoyo psicológico y económico durante los diez días que se quedó con su familia en París antes de poder volver a España con el cuerpo de Alberto. Respecto del juicio de los atentados de noviembre, que se inició en septiembre del año pasado y finalizó hace una semana, lo calificó de pantomima. Declaró que de poco le servía aclarar las circunstancias de los últimos momentos de su hermano, pues estos no han de eclipsar los 29 años que vivió feliz. Añadió que el juicio no alcanzó ninguno de los dos objetivos que tenía que haber cumplido: juzgar a los culpables, pero también deslindar responsabilidades. Expresó su decepción frente a las penas pronunciadas en contra de quienes asistieron a los terroristas y destacó una serie de errores a nivel policial, lamentando que estos no se abordaran durante el juicio. También destacó la responsabilidad del Estado francés al denunciar la grave carencia de reflexión sobre las condiciones de la radicalización de los que se convertirían en los verdugos de su hermano.

Estos testimonios fueron seguidos por un largo aplauso cargado de emoción antes de que Isabel Goicoechea, subsecretaria del Ministerio del Interior, clausurara el curso.