Turquía, Siria e Irak mantienen un enfrentamiento por los ríos de la zona mientras hacen frente a los efectos del cambio climático en su propio territorio

La crisis del agua en Oriente Medio

photo_camera AFP/ AHMAD AL-RUBAYE - Campo agrícola seco en la zona de Saadiya, al norte de Diyala, en el este de Irak, el 24 de junio de 2021. - Mientras Irak se calienta bajo una abrasadora ola de calor estival, sus esforzados agricultores y pastores luchan contra una grave escasez de agua que está acabando con sus animales, sus campos y su modo de vida

El agua podría ser uno de los principales detonantes de los conflictos del futuro

El Éufrates y el Tigris son dos ríos con un peso relevante en la región de Oriente Medio. En la antigüedad fueron clave para el desarrollo de Mesopotamia (tierra entre ríos), cuna de la civilización, y sus imperios. El Éufrates nace en Turquía y desciende hacia Siria y posteriormente a Irak, para desembocar en el golfo Pérsico. Este río bañaba la histórica ciudad de Babilonia y en la Biblia ya se referían al él como “el río” por la importancia que tenía en una región profundamente desértica. El Tigris recorre los mismos países que el Éufrates, aunque su trayecto se desarrolla en la parte más oriental de estos.

En el sur de Irak, cerca de Al Qurnah, ambos ríos se encuentran formando el canal de Shatt al-Arab, hasta que finalmente, juntos, terminan en el mar Arábigo.

Además de ser testigos del nacimiento de imperios que han dado forma a la civilización actual, estos dos ríos han vivido las últimas épocas más sangrientas de la región. Como la batalla por Raqqa, que se enmarcaba en un plan de las Fuerzas Democráticas Sirias denominada “ira del Éufrates” para recuperar la ciudad siria, que estaba bajo dominio del Daesh. El Tigris, por su parte, vivió los bombardeos sobre Bagdad en 2003 y la batalla por Mosul, dos principales ciudades iraquíes.

En la actualidad, ambos ríos forman parte de una crisis por el agua que afecta a las zonas que bañan. Las aguas del Éufrates y el Tigris son un bien preciado en una región que debe hacer frente a una sequía cada vez mayor, por lo que son un punto de controversia muy común entre los países que deben compartirlas. Asimismo, esta crisis agudiza otros problemas ya existentes, como la expansión turca en el norte de Siria o la tensión en la frontera entre Irak e Irán.

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“Cuando cese el sonido de rifles y tambores de guerra en la región, este será reemplazado por conflictos en las cuencas del Éufrates y el Tigris. La disputa sirio-turco-iraquí sobre las aguas de los dos ríos tomará un giro internacional y el agua se convertirá en un arma política”, advierte Nabil al-Samman, experto en aguas internacionales, al medio árabe Asharq al-Awsat.

Los proyectos hidráulicos turcos secan al resto de países vecinos

Turquía ha sido señalado como el principal culpable por sus vecinos en esta crisis acuífera por su plan Proyecto Sudeste Anatolia (GAP). Ankara ha construido 22 grandes presas de las cuales 14 están el río Éufrates. La más importante es la presa Ataturk, una megaconstrucción en la frontera de las provincias surorientales de Adiyaman y Sanliurfa. En el Tigris mantiene 8 embalses. Uno de ellos, la presa Ilisu, la más grande del país después de la Ataturk, ha conseguido retener la mitad de los recursos hídricos del río y monopolizar el 90% de las aguas del Éufrates. Este embalse también creó gran controversia durante su construcción debido a la desaparición de Hasankeyf, una ciudad con un gran valor histórico que quedó inundada bajo el agua. Algunos monumentos de la localidad al suroeste de Turquía fueron trasladados a otros lugares del país, aunque muchos otros de épocas neolítica, romana o bizantina no se salvaron pese a los intentos de activistas culturales y ambientales.

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Estas medidas que secan lugares de países vecinos e incluso el territorio nacional han sido desarrolladas por los anteriores gobiernos turcos, aunque Recep Tayyip Erdogan continúa el camino de sus antecesores. “No hay diferencia entre proteger nuestra agua y proteger nuestra patria”, aseguró el presidente durante la ceremonia de inauguración del nuevo Consejo Parlamentario del Agua.

“Las aguas del Tigris y el Éufrates son turcas y sus fuentes de agua son turcas, al igual que los pozos de petróleo pertenecen a Irak y Siria y no comparten sus recursos. No tienen derecho a participar en nuestros recursos hídricos. Es una cuestión de soberanía”, declaró el expresidente turco, Suleiman Demirel. Sin embargo, en ocasiones Turquía ha establecido acuerdos con sus vecinos, como ocurrió en 1987. En ese año Ankara pactó con Damasco la concesión de 500 metros cúbicos por segundo del Tigris a cambio de que el Gobierno de Hafez al-Assad evitase que los miembros del PKK (Partido de los Trabajadores del Kurdistán), gran enemigo de Turquía, atacasen presas turcas.

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Turquía mantiene su campaña contra los kurdos

Son precisamente los kurdos, la población que más está sufriendo los planes de Ankara. Algunas localidades ubicadas al norte de Siria e Irak están experimentando un descenso del nivel del agua de los ríos. Las autoridades kurdas han acusado en repetidas ocasiones a Turquía de reducir los niveles de agua, causando problemas agrícolas y escasez de energía. “Las áreas bajo nuestro control se benefician enormemente del suministro de agua del Éufrates, por lo que este es un enfoque de bloqueo del Gobierno turco para socavar nuestra autoridad y dañar nuestra región”, advierte Badran Chia Kurd, político kurdo vicepresidente de la Administración Autónoma en el norte y este de Siria. Chia Kurd recuerda demás que la interrupción del flujo de agua de un río hacia un país es una violación del derecho internacional.

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Aunque Ankara haya negado estas acusaciones, expertos señalan que el flujo de agua procedente de territorio turco ha pasado de 500 metros cúbicos por segundo a 200 desde principios de año. Esta diminución ha provocado cortes eléctricos y ha afectado a las presas de la región kurda Tishreen y Tabqa. El primer embalse es, además, una de las principales instalaciones de Siria. “Si esto continúa, nos veremos obligados a dejar de producir electricidad por completo, ya que nuestra principal prioridad es asegurar el agua potable para nuestra población”, asegura un ingeniero de Tishreen al medio Voice of America. El clima tampoco acompaña la región, que está sufriendo una escasez de lluvias, por lo que el agua del Éufrates es necesaria para la agricultura.

Cuando Turquía invadió la ciudad siria de Afrin en 2018, lo primero que hicieron las tropas turcas fue apoderarse de la principal presa y de la planta hidroeléctrica, cortando el suministro de agua en la ciudad. Los agricultores de la localidad Deir ez-Zor también denuncian el bloqueo de Turquía. “Nuestras regiones dependen en un 99% del río Éufrates, por lo que Turquía aprovecha la situación y corta el agua para intentar desplazar a la población, ya que es un elemento principal”, denuncia Anma Al-Salem, vicepresidenta de la sección de agricultura de Hajin, una pequeña ciudad que pertenece a Deir ez-Zor.

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La ciudad de Al Bab, perteneciente a la gobernación de Alepo, está sufriendo actualmente una fuerte sequía mientras preocupa un “desastre humanitario” causado por las altas temperaturas del verano. Bajo el lema de “Al Bab tiene sed”, activistas de la localidad han lanzado una campaña en redes sociales para dar a conocer su situación. “Informamos a todas las partes interesadas, organizaciones internacionales y funcionarios del Gobierno turco sobre los detalles de la crisis del agua en la ciudad, y pedimos ayuda”, anunció Haitham al-Zain al-Shihabi, jefe del consejo local de Al Bab al medio Al Monitor.

Además de la sequía a la que muchas zonas de Siria están sometidas, la población en ocasiones recibe agua de mala calidad o incluso contaminada. Según estudios del portal humanitario ReliefWeb se ha detectado un aumento significativo en el número de casos de diarrea aguda registrados en localidades del noroeste de Siria. Mientras que en mayo de 2020 la cifra era de 7.355 enfermos, este año durante el mismo mes los casos incrementaron hasta 17.166.

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Organizaciones como Human Rights Watch han acusado a Turquía de “cortar el suministro de agua a regiones de Siria en medio de una pandemia global”. Asimismo, señalan que la falta agua afecta a población especialmente vulnerable como los habitantes de los campos de refugiados. “El corte de agua por parte de las autoridades turcas a las comunidades en el noroeste de Siria no solo es perjudicial para los civiles, sino que también podría afectar a la propia Turquía”, explica Michael Page, subdirector para Oriente Medio HRW. La situación climática turca no es favorable, se enfrenta a un clima seco que dificulta la producción de alimentos, por lo que en un futuro dependerá más de las importaciones. A pesar del afán del Gobierno por construir presas (en los últimos 18 años se han construido más de 1000 y se espera que para final de año se completen otras 90), los opositores subrayan que el verdadero problema es la mala gestión del agua, unida a otros factores como el crecimiento de la población, la urbanización o el cambio climático. “Tenemos agua corriente, pero no se puede beber”, afirma Akgün Ilhan, activista turco por el derecho al agua.

Muchos agricultores de zonas rurales áridas optan por trasladarse a grandes ciudades como Estambul, Ankara o localidades de la costa mediterránea, por lo que este continuo crecimiento en las urbes necesita nuevas fuentes hidráulicas. Tal y como explica Gökhan Özertan, profesor de economía en la Universidad de Bogazici en Estambul, al medio Al Arab, “esto a menudo significa proyectos de infraestructura masivos, como la construcción de presas y tuberías, que afectan a zonas rurales Luego, el consumo del agua de la ciudad aumenta, por lo que se construyen más presas. Es un círculo vicioso”.

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Otro gran problema y causante de la situación actual de Turquía serían algunas industrias desarrolladas de una manera poco sostenible, como la ganadera. Guven Ekin, asesor del alcalde de la ciudad de Esmira, señaló que las cuencas fluviales que proporcionaban agua a la localidad estaban deteriorándose debido al incremento en la producción de alimentos para el ganado, que consume mucha agua. Ekin añadió que alentarían a los agricultores a centrarse en productos que tradicionalmente se han dado en la región, así como impulsar un desarrollo más sostenible. El desperdicio de agua es otro aspecto que debe enfrentar las autoridades del país. Según un informe de la organización Water Policy Association, casi la mitad del agua potable de Turquía se pierde por las goteras antes de llegar al grifo.

Por estos motivos, mantener la mayoría de agua de un río que pasa por más países no es la solución, sino corregir los defectos del sistema hidráulico de las ciudades y fomentar un desarrollo sostenible en ciertos sectores.

Irak, entre el bloqueo turco y el control iraní

Además de los problemas con el agua en Turquía y la sequía en Siria, el panorama en Irak es desolador. Según el índice de estrés hídrico (CWSI) el 2025 será el año de la gran sequía en todo Irak. El río Éufrates se secará casi al completo y el Tigris se convertirá en un arroyo con escasez de agua. La Organización Europea del Agua también ha advertido que el país árabe perderá por completo las importaciones relacionadas a los ríos en 2040.

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Las marismas de Mesopotamia son uno de los paisajes que mas preocupación causan dentro del país. Hace años las marismas se extendían hasta los 20.000 kilómetros cuadrados, con vías fluviales y altos y frondosos juncos. No obstante, las guerras han marchitado este foco de biodiversidad que un día fue el mayor humedal de Oriente Medio. En la década de 1990 Saddam Hussein comenzó a reducirlas para expulsar a los chiitas, drenando el 10% de su tamaño. Desde entonces han seguido disminuyendo, aunque en el 2003, después de la muerte del dictador, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente comenzó un proceso de restauración. Este paisaje ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

A pesar de los proyectos de mantenimiento, la situación actual sigue secando estas marismas al igual que se seca el resto del país. Irak no solo debe hacer frente a los planes de Turquía que bloquean parte del agua de los ríos, sino que también se enfrenta a las presas iraníes que ha construido Teherán desde la invasión estadounidense. Irán ha provocado la sequía de algunos ríos iraquíes como el Alwand en la ciudad de Khanaqin, cerca de la frontera iraní. El Zab, afluente del Tigris también esta controlado por Irán a través de embalses que lo desvían y dividen en pequeños riachuelos dentro del territorio iraní impidiendo que lleguen a Irak.

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“Hablamos con Irán y Turquía para acordar un protocolo para compartir el agua, pero hasta ahora no hemos obtenido respuesta”, aseguró el ministro iraquí de Recursos Hídricos Mahdi Rashid Al-Hamdani. El ministro ha anunciado que desde Bagdad plantean recurrir a la comunidad internacional para combatir los daños causados por ambos países. La prensa turca de Ilisu es el gran problema para el suministro de agua en Irak.

El Ministerio también ha informado de que el nivel del agua en el Éufrates y el Tigris ha disminuido desde abril en un 50%. Asimismo, señalan que los embalses turcos e iraníes provocarán un déficit de agua en Irak de 10,8 metros cúbicos en 2035. Los proyectos de presas en Irán que afectan a su vecino Irak responden a la crisis de sequía que también sufre el país persa.

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El agua reemplaza al petróleo como posible causante de los futuros enfrentamientos

Expertos aseguran que el agua podría convertirse en el foco de los mayores conflictos del siglo XXI. Según cifras de la ONU, en el 2050 el consumo de agua aumentará un 44% para satisfacer las demandas industriales y de la población. La organización internacional ha arrojado también datos relacionados con los conflictos, señalando que existen aproximadamente 300 zonas en el mundo en las que se puede presagiar conflictos a causa del agua en 2025. Entre estos enfrentamientos se encuentra la crisis por el Tigris y el Éufrates entre Turquía, Siria e Irak. La falta de acuerdo político, junto con los efectos del cambio climático azotando cada vez más la región, hacen del agua el principal detonante de los futuros conflictos.

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No obstante, esta tensión no solo existe en Oriente Medio, también está presente en lugares de América Latina o África. Por este motivo, el agua, u oro azul, tiene cada vez más peso e importancia en detrimento del petróleo, un material al que siempre se había señalado como el causante de las guerras venideras. Tal y como describe la situación Ulrich Eichelmann, director de la ONG ecologista austriaca RiverWatch, “si ves el agua como un arma, las presas son los nuevos cañones. Irak tiene el petróleo, Turquía tiene el agua y, a veces, es mucho mejor tener el agua”

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