Ofensiva en Kursk: Ucrania rompe la guerra de posiciones, que les estaba desangrando, con una incursión en territorio ruso

El tablero de juego se está reconfigurando en estos momentos en Ucrania, donde los dos ejércitos en liza están haciendo el mayor esfuerzo bélico que hemos visto desde que empezó la guerra a gran escala
Soldados de infantería de la 22 Brigada Mecanizada trabajan en el frente de Dombás antes de ser desplegados en Sumy - PHOTO/MARÍA SENOVILLA
Soldados de infantería de la 22 Brigada Mecanizada trabajan en el frente de Dombás antes de ser desplegados en Sumy - PHOTO/MARÍA SENOVILLA
  1. Antecedentes
  2. Derecho a la autodefensa
  3. Factor sorpresa
  4. Volar los puentes
  5. El objetivo del Kremlin: Donetsk

Pasadas las once de la noche, las sirenas antiaéreas de Sumy comienzan a sonar de forma atronadora. Tras dos años y medio de guerra, los ucranianos han aprendido a convivir con ellas, y ya no las prestan demasiada atención. Pero cuando –al cabo de unos minutos– un enorme impacto retumba en el centro de la ciudad, se escuchan carreras en el edificio, y gente saliendo al rellano del pasillo para protegerse.

Es el segundo misil ruso que golpea esta tranquila ciudad ucraniana en lo que llevamos de semana, y ha sido lanzado directamente desde Kursk –justo al otro lado de la frontera–, por donde el Ejército de Zelenski está invadiendo Rusia en estos momentos.

Es la primera vez que un país invade Rusia desde que Hitler lanzó la operación Barbarroja en junio de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial. Aquella fue la mayor acción militar de los alemanes en esa contienda, y parecía imposible que algo así volviera a suceder. También parecía poco probable que estallara otra guerra en Europa en pleno siglo XXI. Pero es justo lo que está pasando.

En poco más de dos semanas, Ucrania ha ocupado más de 1.260 kilómetros cuadrados de territorio ruso, controla cerca de cien poblaciones –desde donde los propios soldados ucranianos envían vídeos mostrando cómo avanzan por la región de Kursk– y han capturado a más de 3.000 prisioneros de guerra.

Un instructor ucraniano de la 22 Brigada Mecanizada del Ejército de Ucrania instruye a los soldados que están participando ahora en la invasión de Kursk - PHOTO/MARÍA SENOVILLA/BMP 
Un instructor ucraniano de la 22 Brigada Mecanizada del Ejército de Ucrania instruye a los soldados que están participando ahora en la invasión de Kursk - PHOTO/MARÍA SENOVILLA/BMP 

El Kremlin se ha visto obligado a evacuar a 200.000 civiles de Kursk y Belgorod –a los que ha prometido una indemnización de poco más de 100 euros por persona, para que empiecen su vida en otra parte– y aún no ha logrado frenar la incursión ucraniana que, aunque ha frenado el ritmo en los últimos días, continúa avanzando. 

Mientras reúne tropas terrestres para romper la línea ucraniana, Putin está empleando su aviación contra los soldados de Kiev –y de paso contra su propia población local, que en muchos casos no ha abandonado sus casas en Kursk–. “Están respondiendo con bombas planeadoras contra nuestras posiciones, a ambos lados de la frontera, y también están empleando helicópteros”, explica uno de los miles de militares ucranianos que han desplegado en Sumy.

Antecedentes

La ofensiva de Kursk arrancó el pasado 6 de agosto, y durante los primeros días estuvo marcada por un absoluto secreto operativo. La falta de información, sumada a que no era la primera incursión alentada por Ucrania en suelo ruso, hizo pensar en un primer momento que era otra operación –a pequeña escala– ejecutada por los batallones de ciudadanos rusos que combaten del lado de Kiev.

La primera vez que tuvo lugar una de estas irrupciones en suelo ruso fue en marzo de 2023, cuando el Cuerpo de Voluntarios Rusos que comanda Denis Kapustin se atrincheró durante una semana en la ciudad de Bryansk. Fue sólo un golpe de efecto propagandístico, pero abrió la puerta para que unos meses después comenzara otra campaña –esta vez con drones– contra aeródromos rusos, refinerías, puntos logísticos militares y otros objetivos en las regiones de Bryansk, Kursk y Belgorod.

En marzo 2024 –coincidiendo con las elecciones en Rusia– de nuevo estos grupos de combatientes voluntarios con pasaporte ruso protagonizaron otra incursión combinada en Belgorod y Kursk –de la que trascendió muy poca información táctica–. En esta ocasión se unieron tres batallones distintos para atacar por varios frentes: el Cuerpo de Voluntarios Rusos, la Legión Libertad para Rusia y el Batallón Siberia –todos ellos enemigos declarados de Putin–.

Zelenski aseguró en todas las ocasiones que ningún ucraniano había cruzado la frontera –aunque estaba claro el apoyo logístico y de la inteligencia de su Ejército–, pero de esta manera no se saltaba una de las líneas rojas impuestas por sus socios de Occidente: no llevar la guerra al otro lado de sus fronteras.

Imagen de soldado - PHOTO/MARÍA SENOVILLA
Un soldado de la 22 Brigada de Infantería Mecanizada prepara la munición para los BMP del Ejército ucraniano en el frente de Bajmut, donde esta brigada estaba desplegada antes de comenzar la ofensiva de Kursk - PHOTO/MARÍA SENOVILLA 

Derecho a la autodefensa

El avance por la región de Kursk fue considerablemente rápido durante los primeros días de operación. Cuando los portavoces militares y el propio Zelenski reconocieron oficialmente que “habían llevado la guerra a Rusia, en su derecho a la autodefensa”, el Ejército ya controlaba 500 kilómetros cuadrados de territorio y tenía varios cientos de prisioneros.

Este ha sido otro de los éxitos de la operación: conseguir prisioneros rusos para incrementar el “fondo de intercambio”. Rusia tiene cautivos a miles de ucranianos en centros de detención del Dombás y prisiones en Moscú –no se sabe la cifra exacta porque Putin, violando los Convenios de Ginebra, no facilita sus datos–. Pero con los más de 3.000 hombres que ya ha capturado el Ejército de Zelenski se podrán acelerar los intercambios. 

“El coraje de nuestros guerreros y la resistencia de nuestras brigadas están compensando actualmente la falta de decisiones necesarias de nuestros socios”, aseguraba Zelenski en otro de sus discursos recientes, volviendo a hacer un llamamiento para que se reactive el envío de ayuda militar que les ayude a ganar esta guerra en un momento tan crucial como éste.

Por otra parte, desde el Gobierno han reconocido que Ucrania no busca conservar de forma permanente el territorio ruso que está ocupando: el objetivo es generar presiones operativas y estratégicas en todo el teatro de operaciones. Sin embargo, tampoco hay que restar importancia al valor del suelo conquistado, y a la posibilidad de canjearlo por territorio ucraniano en un futuro –si logran mantenerlo–.

Rusia tiene ocupados unos 120.000 kilómetros cuadrados en Ucrania, casi el 20 por ciento del país: las dos provincias del Dombás casi completas, el sur de Zaporiyia, el sur de Jersón y la península de Crimea –anexionada en 2014–. Comparado con los poco más de 1.200 kilómetros cuadrados que controlan las fuerzas ucranianas en suelo ruso, no parece mucho. Pero el impacto en la moral ha sido enorme.

Soldado de infantería de la 22 Brigada Mecanizada del Ejército de Ucrania junto a un vehículo blindado - PHOTO/MARÍA SENOVILLA
Soldado de infantería de la 22 Brigada Mecanizada del Ejército de Ucrania junto a un vehículo blindado - PHOTO/MARÍA SENOVILLA

Factor sorpresa

Al igual que la contraofensiva de Járkiv en 2022, esta ofensiva ha elevado la moral de la tropa y ha dado un nuevo soplo de esperanza a una ciudadanía. Las dos operaciones comparten otras similitudes: la más importante ha sido el factor sorpresa. Nadie se lo esperaba.

Ni siquiera los aliados de Kiev, que no fueron informados previamente. Zelenski habría podido escoger este momento aprovechando el vacío de poder político que hay en Estados Unidos –su principal proveedor de ayuda militar–, donde están ocupados con sus elecciones presidenciales de otoño. Pero la realidad es que ningún otro país occidental le ha reprochado nada al mandatario ucraniano hasta el momento.

Las líneas rojas que poco a poco han ido rebasándose –la entrega de sistemas Patriots, permitir ataques en suelo ruso con armamento occidental de largo alcance para defender Járkiv, el uso de aviones de combate F-16, etc.– no han propiciado una escalada del conflicto.

Los ataques rusos contra ciudades alejadas del frente de combate e infraestructura crítica ucraniana ya no se pueden considerar una respuesta a las acciones de Ucrania: estos bombardeos contra la población civil se producen a diario, independientemente de lo que hagan los ucranianos. Y ya se habían incrementado drásticamente desde enero de este año, según la ONU.

Aunque la maniobra de Kiev ha sido arriesgada, por primera vez desde que concluyó la contraofensiva de Járkiv lleva la iniciativa en el campo de batalla, y está obligando a Rusia maniobrar y cambiar sus planes para dar una respuesta. Ucrania rompe así la guerra de posiciones que les estaba desangrando poco a poco, y en la que Putin llevaba una clara ventaja al no librar ninguna batalla en su territorio.

Efectivos de artillería de la 22 Brigada Mecanizada del Ejército de Ucrania descansan junto a su pieza - PHOTO/MARÍA SENOVILLA
Efectivos de artillería de la 22 Brigada Mecanizada del Ejército de Ucrania descansan junto a su pieza - PHOTO/MARÍA SENOVILLA

Volar los puentes

Observando los mapas de posiciones, y su evolución desde el 6 de agosto, se aprecia que el avance ucraniano se extiende a lo ancho de Kursk. Es decir, en lugar de avanzar en profundidad, están ampliando su línea de avance de manera homogénea, de forma que no queden flancos descubiertos por donde las tropas rusas puedan atacar fácilmente.

Tal vez por eso se ha ralentizado el avance en los últimos días, en los que ambos bandos se han centrado en el mismo objetivo: los puentes. Ucrania quiere aislar una parte de Kursk, mientras blinda sus posiciones defensivas aprovechando los cauces de agua; y Rusia quiere impedir el avance ucraniano interponiendo también barreras naturales.

El resultado es que varios puentes importantes sobre el río Seim han volado por los aires durante los últimos días. El primero fue destruido por Kiev el pasado 16 de agosto, y, además, los ucranianos habrían empleado armamento occidental para llevar a cabo la misión. 

La aviación ucraniana también está participando activamente en la ofensiva de Kursk, y desde el Mando de la Fuerza Aérea han reconocido que se están llevando a cabo “ataques de alta precisión a fortificaciones enemigas, centros logísticos y rutas de suministro”, objetivos entre los que se encontrarían también los puentes, como el segundo, que fue destruido el 17 de agosto.

Como es normal en cualquier operación militar en curso, el Ministerio de Defensa ucraniano no desvela las cifras. Pero podría haber más de 10.000 combatientes participando en la ofensiva en Kursk. Por tierra y por aire. 

Brigadas completas, como la 22 Mecanizada o la 80 Aerotransportada, se desplegaron en la región de Sumy dos meses antes de que se lanzara la incursión. Además de los grupos de inteligencia y de asalto, la cantidad de cuerpos de drones dando apoyo a la artillería y a la infantería también sería significativo.

Precisamente el uso intensivo de drones es otra de las características que están marcando las operaciones en Kursk. En estos momentos, la utilización de estos vehículos no tripulados –tanto de reconocimiento como de ataque– está condicionando tanto la estrategia y la táctica en todos los frentes que hay abiertos en la guerra de Ucrania. Y la ofensiva en Kursk no es una excepción.

Un soldado ucraniano de la 22 Brigada Mecanizada trabaja con un dron en el frente de combate - PHOTO/MARÍA SENOVILLA
Un soldado ucraniano de la 22 Brigada Mecanizada trabaja con un dron en el frente de combate - PHOTO/MARÍA SENOVILLA

El objetivo del Kremlin: Donetsk

La otra cara de la moneda la tenemos en el frente de combate del Dombás: mientras Ucrania invade Rusia por su frontera norte, los soldados ucranianos que combaten en Donetsk están exhaustos, y los residentes del norte de la provincia –la única parte del Dombás que aún está bajo el control de Kiev– llevan varios días recibiendo el siguiente sms en sus teléfonos: “Querido residente de la región de Donetsk: protégete a ti y a tus seres queridos, ¡Evacua!”.

Son decenas de miles las personas que se han instalado en ciudades como Slovianks, Kramatorsk o Pokrovsk, huyendo de las zonas ocupadas por las tropas rusas –desde 2014, cuando empezó la guerra en el Dombás–, y puede que ahora lo vuelvan a perder todo para huir de nuevo de la destrucción del Kremlin.

Algunos combatientes que han acudido como refuerzo a este punto aseguran que a los civiles de Pokrovsk les quedan sólo unas pocas semanas para evacuar, mientras la ciudad de Toretsk ya se da por perdida tras los encarnizados combates urbanos de los últimos días. 

Rusia se ha propuesto convertir en un solar estas ciudades, al igual que ya hizo con Avdiivka, y antes con Bajmut. Y no escatima en hombres ni en munición: cada 24 horas se registra una media de 3.000 impactos rusos –entre artillería, bombas planeadoras, drones y misiles–. Se esperaba que la ofensiva de Kursk aliviara la presión en el Dombás –al verse obligado Putin a trasvasar tropas hacia el norte–, pero de momento esto no ha sucedido y la intensidad de los combates va en aumento cada día que pasa.