Por qué Trump tiene tanta prisa por solucionar el conflicto del Sáhara

I. El Sáhara Occidental: una urgencia diplomática estadounidense
La Administración Trump, que volvió al poder en enero de 2025, está mostrando una notable prisa por resolver el conflicto del Sáhara Occidental, como lo demuestra el reciente anuncio de Massad Boulos, asesor presidencial para África y Oriente Medio, de una mediación directa entre Marruecos y Argelia. En su entrevista con Al Arabiya el 18 de abril de 2025, Boulos afirmó claramente: «El anuncio estadounidense de apoyo a la soberanía marroquí sobre el Sáhara no significa que Washington no esté interesado en el acercamiento de los puntos de vista entre Marruecos y Argelia», y añadió que «200 000 refugiados saharauis en Argelia esperan una solución definitiva».
Esta declaración se produce en un contexto de aceleración de los esfuerzos diplomáticos estadounidenses. El 8 de abril de 2025, según informó oficialmente la portavoz del Departamento de Estado estadounidense, Tami Bruce, el secretario de Estado Marco Rubio «reafirmó que Estados Unidos reconoce la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental y apoya el plan de autonomía serio, creíble y realista propuesto por Marruecos como única base para una solución justa y duradera a este conflicto».
En lo que respecta al conflicto del Sáhara, la Casa Blanca comenzó a actuar mucho antes de la declaración de Boulos, ejerciendo discretamente presión sobre Argel para que desarmara al Polisario y desmantelara los campamentos de Tinduf. Estas presiones han sido parcialmente confirmadas por la declaración del presidente argelino Abdelmadjid Tebboune en una entrevista concedida al diario francés L'Opinion: «Hemos rechazado suministrar armas al Polisario por el momento». Esta formulación, que incluye la reserva «por el momento», ilustra tanto el impacto de las presiones estadounidenses como las persistentes reticencias de Argel.
En las últimas semanas, se han ejercido otras presiones, esta vez públicas, indirectamente sobre Argelia mediante la amenaza de declarar al Frente Polisario como organización terrorista extranjera (FTO). El reciente artículo publicado por el Hudson Institute el 18 de abril de 2025, titulado «The Strategic Case for Designating the Polisario Front as a Foreign Terrorist Organization» (Argumentos estratégicos para designar al Frente Polisario como organización terrorista extranjera), presenta argumentos jurídicos detallados y sostiene que «el Frente Polisario cumple los tres criterios legales para ser designado FTO» según la sección 219 de la ley estadounidense sobre inmigración y nacionalidad.
El nombramiento de Massad Boulos, suegro de Tiffany Trump, como asesor presidencial para África y Oriente Medio en diciembre de 2024, ilustra la importancia que la Administración Trump concede a esta región. Como se indica en su biografía oficial, su trayectoria como empresario en Nigeria a través de la empresa familiar SCOA le confiere un profundo conocimiento de la realidad económica africana.
II. El Sahel: estabilizar para influir mejor
La prisa de Estados Unidos por resolver el conflicto del Sáhara también se explica por sus implicaciones directas en la estabilidad del Sahel, una región estratégica que se enfrenta a múltiples retos de seguridad. Esta preocupación se ve reforzada por la creciente presencia de potencias rivales en la región.
El vínculo entre el conflicto del Sáhara y la inestabilidad en el Sahel se subraya explícitamente en el artículo del Hudson Institute del 18 de abril de 2025, que afirma que « los militantes vinculados al Polisario alimentan la inestabilidad en todo el Sahel, amenazando al personal estadounidense, socavando los gobiernos regionales y perturbando el acceso a los yacimientos de uranio, oro y tierras raras que son vitales para las cadenas de suministro mundiales».
El artículo del Hudson Institute también recuerda que «Marruecos es el último baluarte fiable contra este colapso», subrayando que «en medio de esta turbulencia, Marruecos sigue siendo un socio incondicional de Estados Unidos, neutralizando las células terroristas, formando a las fuerzas regionales y sirviendo de puerta de entrada para un compromiso occidental constructivo».
La Administración Trump considera a Marruecos un socio esencial en su estrategia de estabilización del Sahel. Como recordó el comunicado oficial del Departamento de Estado del 8 de abril de 2025, Marco Rubio «elogió el liderazgo del rey Mohammed VI y sus continuos esfuerzos por promover la paz y la seguridad en la región».
III. África: nuevo terreno de la competencia mundial
La prisa de Trump no se limita al tema del Sáhara, sino que abarca prácticamente toda la agenda internacional de su nueva Administración. Si Trump tiene un mandato de cuatro años, debe aprovechar su mayoría republicana en ambas cámaras del Congreso antes de las elecciones de mitad de mandato de 2026, que podrían alterar este equilibrio favorable.
Una de las prioridades internacionales de Trump es contrarrestar la creciente influencia de China en el mundo, incluida África. La Administración estadounidense es consciente del enorme potencial económico estratégico del continente africano, que promete el mayor crecimiento futuro (demográfico y económico), pero también inmensas riquezas mineras.
Marruecos como Estado pivote: la «Doctrina de Abiyán» adoptada por Washington
Las expectativas estadounidenses con respecto al Sáhara apuntan a consolidar a Marruecos en un nuevo estatus de Estado pivote en la estrategia estadounidense en África. Lo que es especialmente notable es que el «Deep State» estadounidense se ha «convertido» a la «Doctrina de Abiyán», la geoestrategia marroquí cuyos principios fundadores, basados en el beneficio mutuo, fueron enunciados por el rey Mohammed VI en su histórico discurso en el foro económico marroquí-marfileño de febrero de 2014.
Esta visión, que aboga por una cooperación Sur-Sur pragmática basada en asociaciones económicas mutuamente beneficiosas, ha ido ganando influencia en los círculos estratégicos estadounidenses. Al nombrar a un conocedor de África como Massad Boulos, Trump quiere una África pacificada en la que las empresas estadounidenses puedan desarrollar sus actividades según este nuevo enfoque.
Esta convergencia estratégica marca una ruptura profunda con los métodos de influencia estadounidenses de los años 70 en América Latina o incluso en África, donde el «buque insignia» de la geoestrategia estadounidense era la CIA. El enfoque actual da prioridad a las asociaciones económicas, las inversiones directas y el desarrollo de infraestructuras, alejándose de las antiguas prácticas de injerencia política y desestabilización.
Esta nueva orientación se aplica especialmente al caso del Sáhara, donde el reconocimiento de la soberanía marroquí va acompañado de las expectativas estadounidenses en términos de asociación estratégica global. En su declaración oficial del 8 de abril de 2025, el Departamento de Estado precisa que Marco Rubio y Nasser Bourita «discutieron los medios para reforzar la cooperación económica y comercial entre Estados Unidos y Marruecos, en particular en los sectores de las energías renovables y los minerales críticos», ilustrando este nuevo enfoque beneficioso para ambas partes inspirado en la doctrina marroquí.
IV. Argelia bajo presión: la estrategia del pulso estadounidense
La prisa de Trump por cerrar definitivamente el expediente del Sáhara Occidental implica que Argelia se verá sometida a presiones de una intensidad sin precedentes, que prácticamente no le dejarán margen de maniobra. Estas presiones, ya perceptibles en las recientes declaraciones y acciones de la Administración estadounidense, deberían intensificarse en las próximas semanas.
1. La amenaza de la designación como FTO
La posible designación del Frente Polisario como organización terrorista extranjera (FTO) es la más visible de estas presiones. Esta amenaza, mencionada explícitamente en el artículo del Hudson Institute del 18 de abril de 2025, tendría consecuencias devastadoras para Argelia: mayor aislamiento diplomático, complicaciones jurídicas por su apoyo al movimiento y probables sanciones secundarias contra las entidades argelinas que mantengan vínculos con el Polisario.
El artículo del Hudson Institute, titulado « The Strategic Case for Designating the Polisario Front as a Foreign Terrorist Organization», detalla los beneficios estratégicos de tal designación, en particular que «contribuiría a la estabilidad regional al reforzar los esfuerzos antiterroristas marroquíes, reforzar el reconocimiento por parte de Trump en 2020 del Sáhara Occidental como territorio marroquí y reforzar la legitimidad del plan de autonomía de Rabat».
2. Presiones económicas y de seguridad
La segunda palanca importante se refiere a los intereses económicos y de seguridad de Argelia. El artículo del Hudson Institute subraya que la designación del Polisario como FTO «pondría al descubierto y aislaría la estrategia de desestabilización regional de Argelia» y «disminuiría el flujo de armas hacia los yihadistas del Sahel».
Esta presión multifacética se inscribe en un contexto en el que Argelia ya se encuentra debilitada por su dependencia de los hidrocarburos y por los retos de seguridad a los que se enfrenta en sus fronteras. Un alto funcionario del Departamento de Estado estadounidense nos confió bajo condición de anonimato: «Nuestro nuevo enfoque en África combina seguridad, comercio y energía. Ofrecemos asociaciones completas: protección de la seguridad a cambio de acceso preferencial a los recursos y los mercados. Es una situación en la que todos ganan. Con Argelia, estamos dispuestos a ofrecer una integración más profunda en la economía occidental, pero esto requiere ajustes significativos en su posición sobre algunas cuestiones regionales».
Las inversiones estadounidenses en el sector energético argelino y el acceso a tecnologías punteras para la exploración y explotación de hidrocarburos podrían estar condicionados a un cambio en la postura de Argel sobre el Sáhara. La mediación estadounidense se presenta así como una oferta difícil de rechazar para Argel, so pena de sufrir consecuencias potencialmente desestabilizadoras.
Tebboune ante decisiones difíciles
En este contexto, el presidente argelino Abdelmadjid Tebboune podría encontrarse en una posición negociadora extremadamente frágil, obligado a hacer concesiones importantes sin obtener a cambio garantías reales. Su margen de maniobra parece considerablemente reducido: ceder a las presiones estadounidenses pondría en tela de juicio un pilar de la política exterior argelina desde hace casi cincuenta años, pero resistirse podría exponer al país a sanciones y a un aislamiento con consecuencias potencialmente graves.
Un diplomático europeo destinado en Argel, que ha pedido permanecer en el anonimato debido a la delicadeza del tema, nos ha confiado: «El presidente Tebboune se encuentra en una situación prácticamente insostenible. Por un lado, las presiones estadounidenses se han vuelto tan intensas que casi no dejan escapatoria. Por otro, abandonar el apoyo al Polisario tras cincuenta años de compromiso sería percibido como una capitulación por una parte significativa del establishment argelino. Se encuentra atrapado entre fuerzas externas e internas contradictorias, y cada opción conlleva riesgos considerables para la estabilidad del país».
Este análisis es compartido por varios observadores que ven en la estrategia estadounidense una voluntad deliberada de poner al presidente argelino en una posición similar a la de otros líderes que han tenido que hacer frente a la diplomacia de máxima presión característica de la Administración Trump.
El anunciado viaje de Massad Boulos a Argel, que él mismo confirmó en su entrevista con Al Arabiya el 18 de abril de 2025 («Tendremos una visita a Marruecos y Argelia para discutir el tema del Sáhara»), será por tanto crucial para determinar la posición argelina ante esta presión estadounidense sin precedentes.
Conclusión: una carrera contra reloj
La prisa estadounidense por resolver el conflicto del Sáhara es el resultado de una conjunción de factores estratégicos: las limitaciones del calendario político interno, con las elecciones de mitad de mandato en el punto de mira; el deseo de consolidar a Marruecos como Estado pivote en África; la competencia por los recursos mineros africanos; y la determinación de contrarrestar la influencia de las potencias rivales en el continente.
La estrategia aplicada por la Administración Trump, inspirada en la «Doctrina de Abiyán» promovida por Marruecos, rompe con los antiguos métodos de influencia estadounidense al privilegiar un enfoque económico «ganar-ganar». Sin embargo, como demuestra el trato reservado a Argelia, conserva una dimensión de presión máxima característica de la diplomacia trumpiana.
Según un diplomático europeo familiarizado con las negociaciones transatlánticas: «Los estadounidenses no irán a Argel a negociar, sino a presentar sus exigencias. La cuestión ya no es si Argelia aceptará modificar su posición sobre el Sáhara, sino más bien qué concesiones podrá obtener a cambio de su inevitable retirada en este asunto. Este método recuerda irresistiblemente otros episodios de diplomacia bajo máxima presión que hemos observado en los últimos años».
La anunciada visita de Massad Boulos a Marruecos y Argelia constituirá un momento decisivo. Como sugiere la declaración final de Boulos en su entrevista con Al Arabiya, en la que reafirma que «la posición estadounidense sobre la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara es inquebrantable», la próxima mediación parece ya orientada hacia un resultado concreto: no un cuestionamiento del reconocimiento estadounidense, sino el ejercicio de presiones sobre Argelia para que acepte el marco marroquí.
Un alto funcionario del Departamento de Estado estadounidense resume así la situación: «Este asunto se ha prolongado demasiado. Ahora tenemos una oportunidad para resolverlo definitivamente y estamos decididos a no dejarla pasar. De ello dependen la estabilidad del Sahel y nuestra capacidad para contrarrestar la influencia china en África. Con las mayorías de que disponemos actualmente en el Congreso, tenemos los medios políticos para hacer avanzar este asunto. Pero esta configuración podría cambiar tras las elecciones de mitad de mandato, de ahí la urgencia de actuar ahora».
El año 2025, que marca el cincuentenario de la Marcha Verde, podría así ver cómo se perfila una resolución definitiva del conflicto del Sáhara Occidental bajo los auspicios estadounidenses, con importantes implicaciones para todo el continente africano y para el equilibrio de fuerzas en la competencia mundial entre las grandes potencias.