Opinión

Argelia: turismo de sangre

AFP/FADEL SENNA - Los marroquíes llevan carteles durante una manifestación en Rabat el 4 de septiembre de 2023, condenando el asesinato de dos esquiadores acuáticos por parte de la guardia costera argelina después de que se desviaron a través de la frontera marítima entre los dos países
photo_camera AFP/FADEL SENNA - Los marroquíes llevan carteles durante una manifestación en Rabat el 4 de septiembre de 2023, condenando el asesinato de dos esquiadores acuáticos por parte de la guardia costera argelina después de que se desviaron a través de la frontera marítima entre los dos países

Recuerdo que hace unos años estuve a punto de viajar a Saidia, uno de los destinos turísticos más importantes del norte de África, para unas vacaciones en grupo con compañeros de la universidad. Por diferentes motivos que no vienen al caso aquel viaje nunca se llegó a realizar, pero una de las primeras cosas que me viene a la cabeza de cuando surgió la idea del viaje fue haber mirado el mapa de la zona por internet donde, además de la presencia de los numerosos hoteles y resorts que existen, bañados por las cálidas aguas del mediterráneo, me llamó la atención la cercanía con la frontera costera argelina. Tanto es así que esta se encuentra casi incrustada en la propia Saidia, a su vez ejerciendo como línea divisoria con la localidad argelina de Marsa Ben M'Hidi, a apenas unos cientos de metros.

Hecha la aclaración sobre el terreno, también recuerdo que en aquel proyecto de viaje estaban ofertadas por el hotel actividades vacacionales de todo tipo, incluidas algunas experiencias acuáticas, concretamente algunas con motos de agua. Yo, que no soy ni mucho menos experto en el manejo de este tipo de embarcaciones, en un hipotético contexto vacacional pude haber hecho una excepción y haberme animado a probar la experiencia de divertirme con motos acuáticas. Ahora me entero de que, de haberlo hecho, también pude haber sido ametrallado y vilmente asesinado por unos militares argelinos tan solo por el “crimen” de tener un despiste o no saber manejar bien el mencionado artilugio náutico.

Hace unos días, dos hombres franco-marroquíes, Bilal Kissi y Abdelali Mechouar, fueron asesinados por disparos de guardacostas argelinos. Un tercero, Ismael Sanabi, ha sido condenado a 18 meses de prisión tras un proceso judicial de sospechosa e inaudita rapidez y nula transparencia. Un cuarto logró escapar. En una zona donde la frontera es cuestión de escasos metros, la impunidad, arbitrariedad y el “gatillo fácil” mostrado por los descerebrados guardacostas argelinos produce escalofríos. Las víctimas eran marroquíes, pero también francesas, ciudadanos de la Unión Europea fusilados por subalternos de la dictadura militar argelina a la que no le tiembla el pulso en estas lides, en una clara violación —una más— de Derechos Humanos cometidos por dicho régimen. Sin aviso previo ni advertencia, ni un disparo al aire, simplemente los ejecutaron. Así lo narró el único superviviente, Mohamed Kissi. La bajeza y crueldad argelinas llegaron hasta el punto de amenazar con no entregar uno de los cuerpos a la familia si hablaban del incidente con la prensa.

Las reacciones no se hicieron esperar. El Consejo de Derechos Humanos denunció los hechos preguntándose “por qué las autoridades marítimas argelinas han recurrido al uso de balas y munición real contra personas desarmadas, que no representaban ninguna amenaza o peligro inminente para la vida”, así como “una flagrante violación de las normas internacionales y del derecho internacional y de los derechos humanos”. Asimismo, la Fiscalía francesa ha abierto una investigación para esclarecer las circunstancias del ataque con resultado de muerte de sus ciudadanos. El caso está en manos de la brigada criminal de la policía judicial de París. Incluso el Ministerio de Exteriores británico emitió un comunicado advirtiendo a sus ciudadanos tras dicho incidente.

¿Y que se ha dicho en España sobre este tema? Muy poco. Tan solo algunas líneas a título informativo y de forma aséptica. En un país como este donde se critica de forma asidua y furibunda desde la izquierda política y mediática a las fuerzas y cuerpos de seguridad españoles y marroquíes por cuestiones fronterizas, a uno ya no le sorprende encontrar una vez más tal vacío mediático. Esta vez con el agravante de que los hechos acaecieron en una zona frecuentada por numerosos turistas europeos y españoles. Pero claro, se trataba de la guardia fronteriza argelina. No interesa, o más bien no interesa molestar.

Sin duda, espero y deseo que esto no tenga ninguna incidencia negativa en el impacto turístico local. Me consta que Saidia es un lugar maravilloso, y seguirá siendo un lugar puntero dentro del sector turístico marroquí. Pero una vez más hemos podido comprobar el valor que tiene una vida para el dictatorial régimen argelino, y no debemos dejar de recordarlo. Eran tan solo unos simples turistas que se equivocaron. Y no tuvieron piedad. Pero podría haber sido cualquiera, incluso el que suscribe estas líneas en aquel viaje que nunca realicé.