El avispero sirio, preguntas sin respuesta

Combatientes rebeldes en un automóvil, después de que los rebeldes tomaron la capital y derrocaron al presidente Bashar al-Assad, en Damasco, Siria, el 9 de diciembre de 2024 - REUTERS/ MOHAMED AZAKIR
Combatientes rebeldes en un automóvil, después de que los rebeldes tomaron la capital y derrocaron al presidente Bashar Al-Assad, en Damasco, Siria, el 9 de diciembre de 2024 - REUTERS/ MOHAMED AZAKIR
Iniciamos el último mes del año y, cuando pensábamos que no había cabida para más sobresaltos, parece que aún queda tiempo para que la situación internacional se complique aún más

Sin duda alguna, nuestra atención, al menos de momento, debe centrarse en la eclosión definitiva del conflicto de Siria. Este es el vivo ejemplo de lo que en numerosas veces hemos reseñado, un conflicto que tuvo su momento de interés en sus comienzos y que con el paso del tiempo había caído si no en el olvido, sí en el ostracismo, a pesar de que nunca ha dejado de estar activo y a pesar de su extrema crueldad.

La principal característica de la secuencia de hechos que han llevado a la caída del régimen de Bashar Al-Assad es la velocidad a la que se han sucedido los acontecimientos, y, precisamente en el mismo instante en que escribo estas líneas, diversas fuentes hablan ya de las primeras conversaciones entre las facciones rebeldes y algún actor externo (que probablemente tenga más responsabilidad en lo sucedido de lo que a primera vista se intuye) para formar lo que denominan un Gobierno de transición. 

Lo que está sucediendo en Siria merece toda nuestra atención, pues es mucho lo que está en juego y muchas también las posibles consecuencias para Europa en función de cómo evolucione la situación. Siria es uno de escenarios donde diversas potencias llevan tiempo dirimiendo sus diferencias tratando de ganar la influencia necesaria para llevar a cabo sus objetivos y afianzar sus intereses. 

Con un peligroso añadido en esta ocasión, o dos, mejor dicho. Uno de ellos es la naturaleza de las fuerzas opositoras al régimen de Al-Assad y el serio peligro de que asistamos al resurgimiento de un Daesh con más fuerza aún que el que aterrorizó al mundo hace menos de diez años. El otro es uno de esos asuntos enquistados durante décadas y que es una fuente permanente de inestabilidad para varios países de la región. Nos referimos al problema kurdo.

En Siria todo es muy confuso, y realizar un análisis serio de lo que ha sucedido y por qué ahora sería muy aventurado. Pocos escenarios son tan complejos en el panorama actual. Sin embargo, sí que podemos definir ya ciertas preguntas a las que deberemos encontrar respuesta para entender lo que está sucediendo. 

La primera y fundamental es “¿por qué ahora?” Esta pregunta es clave cuando nos estamos refiriendo a un conflicto que se inició allá por 2011, en el marco de lo que se denominó la “Primavera Árabe”. Hablamos de casi catorce años de una guerra que comenzó cuando las protestas, similares a las que recorrieron diversos países de la región, degeneraron en violencia de uno y otro lado y la represión por parte de las fuerzas gubernamentales llevó a la progresiva militarización de la oposición a los pocos meses del inicio de los altercados a medida que desertores del Ejército sirio y civiles armados formaron grupos rebeldes para defenderse de los ataques del Gobierno. En esos primeros compases, el conocido como Ejército Libre Sirio (ELS), formado principalmente por desertores, emergió como una de las más prominentes fuerzas de oposición armada.

La injerencia exterior no se hizo esperar, y ya entonces la participación internacional transformó rápidamente el conflicto en una guerra proxy compleja. Actores regionales e internacionales como Rusia, Irán, Turquía, Estados Unidos y varias monarquías del golfo Pérsico tomaron partido por una u otra facción y comenzaron a suministrar armamento, equipo, financiación y en algunas ocasiones incluso adiestramiento. Todos y cada uno de ellos buscando favorecer sus propios intereses y creando extrañas alianzas a veces “contra natura”, pero que en ese determinado contexto y lugar tenían sentido. 

La coincidencia en el tiempo con el periodo de máximo apogeo del Daesh, que también aprovechó la situación en Siria para lograr algo hasta entonces impensable, la implantación de un califato en un territorio real dotándole incluso de estructuras de Estado, condicionó el devenir del conflicto. La amenaza del Daesh supuso la implicación más directa de elementos como los Estados Unidos, creando a su vez alianzas totalmente inesperadas y sorprendentes, situando en el mismo bando y en un plano de colaboración a kurdos, milicias chiíes proiraníes y americanos. Incluso Rusia colaboró a la derrota del Daesh, aunque lo hiciera atacando tanto a este grupo como al resto de grupos rebeldes, y lo hizo buscando fortalecer el régimen de Bashar Al-Assad. 

En 2019 el Daesh había sido expulsado de la mayor parte de las zonas bajo su control, aunque no puede hablarse de su derrota. Sin embargo, para entonces, el dibujo del conflicto era totalmente diferente.

Desde ese momento, y después de un periodo de zozobra, el régimen de Damasco reforzó su posición y con más o menos éxito fue recuperando la iniciativa y el control, al menos parcial, del país. Las diferentes milicias rebeldes, yihadistas, moderados, kurdos, etc. así como fuerzas especiales norteamericanas, rusas y el Ejército turco en el norte han continuado operando cada cual en pro de sus objetivos.

Hasta que hace poco más de una semana escasa todo ha dado un giro inesperado. Y ese giro, no puede ser casual, lo cual nos lleva a la segunda y eterna pregunta: “¿a quién beneficia esta situación?” Aunque tal vez deberíamos cuestionarlo de otro modo: “¿a quién perjudica?”

Dejando a un lado al propio Bashar Al-Assad, algo evidente, debemos mirar a Rusia y a Irán. Si todo sigue el curso que parece más probable, Rusia no sólo pierde un aliado en la zona y capacidad de influencia en una región de vital importancia geoestratégica, sino que pierde una base aérea fundamental y, lo que es más grave, el único puerto que le permite mantener una flota permanente en el Mediterráneo. Su flota allí ubicada además no puede regresar a Rusia atravesando el Bósforo, por lo que perderá la capacidad de actuar a ambos lados de un punto clave en caso de conflicto generalizado.

En lo que se refiere a Irán, el régimen de los ayatolás pierde a su gran aliado en la zona, su aislamiento, del que tantas veces hemos hablado como consecuencia de los Acuerdos de Abraham, será mucho mayor, y su capacidad de aunar esfuerzos contra Israel también se verá afectada. Así mismo la caída del régimen de Damasco es un duro golpe para Hezbolá, que pierde su principal ruta y fuente de suministro de material y armamento, debilitando mucho más aún su posición en el Líbano, algo que indudablemente beneficia a Israel. 

Del mismo modo Israel está aprovechando la oportunidad para ampliar su zona de seguridad en la zona de los Altos del Golán al tiempo que está golpeando duramente toda la infraestructura militar siria para asegurarse de que su vasto arsenal no cae en las manos equivocadas.

Volviendo a las consecuencias para Rusia, hay quien ya lo está celebrando, mirándolo desde la óptica de que todo lo negativo que le suceda al invasor de Ucrania es bueno para Ucrania. Pero no es el caso. Como ya hemos comentado, es un golpe estratégico y moral, pero sin efecto alguno en el conflicto de Ucrania. Sin embargo, la caída de Al-Assad puede tener graves consecuencias para Europa. Por ello, al menos de momento, no debemos celebrar nada. Y ello nos lleva a otra pregunta, Rusia saldrá perjudicada, pero… “¿a costa de qué?”

Comentamos al comienzo que no era el momento para un análisis en profundidad de lo que está sucediendo en Siria, entre otros motivos porque, aunque la caída de Al-Assad parece la conclusión de todo, esto no es más que el comienzo de una nueva situación totalmente desconocida y de la cual no conocemos el desenlace. Y por ello consideramos más interesante dejar algunas preguntas en el aire, una de las cuales no se puede obviar: “¿Quién está detrás de todo lo que está sucediendo?”

Resulta, cuanto menos sorprendente, que milicias que hasta hace poco actuaban de forma independiente, cuando no se atacaban directamente unas a otras, operen de repente de una forma tan coordinada y eficaz. Una vez más, como en otros escenarios, hemos de recordar que, en estas lides, nada es fruto de la casualidad, y lo que está sucediendo ahora mismo en Siria ha requerido una planificación minuciosa e intensa, aptitud que los diferentes grupos rebeldes no tienen por sí mismos. Y a ello se ha de añadir la capacidad de obtención de información y elaboración de inteligencia necesaria para esa planificación. En este punto tal vez hayan contado con elementos de los servicios sirios que han decidido desertar o directamente traicionar al régimen, pero siempre hay alguien detrás de esas actuaciones.

Sea como sea, con el tiempo iremos obteniendo respuestas. Sin embargo, del mismo modo, y viendo el sentido que están tomando los acontecimientos, no podemos ser en absoluto optimistas.

Podemos estar ante la eclosión de un nuevo Estado fallido casi a las puertas de Europa a modo de lo que sucede en Libia, con el agravante de que, en esta ocasión, los que parece que se harán con la mayor cuota de poder son las milicias radicales próximas, unas a Al-Qaeda, y otras al Daesh, con el peligro que supone el establecimiento de un nuevo califato. 

En ciertos sectores, al HTS (Hay'at Tahrir al-Sham), Organización para la Liberación del Levante, grupo que ha liderado la derrota del SAA, se les está tachando de “moderados” en una clara campaña de lavado de imagen, pero los antecedentes del grupo especialmente en su trato hacia las minorías drusas y cristianas cuentan algo muy diferente. Es innegable que Bashar Al-Assad era un sátrapa sanguinario y lo que se está descubriendo en las prisiones del régimen no hace sino corroborarlo demostrando que la realidad siria era mucho peor de lo que imaginábamos. Pero también lo es que el HTS tiene una agenda propia muy clara y que, a pesar de los intentos por transmitir cierta normalidad, las declaraciones de su líder, Abu Mohammed Al-Jawlani no son para nada tranquilizadoras. 

Y, en cierto modo, tenemos la sensación de estar asistiendo a una representación que ya nos es familiar, ¿o no hicieron lo mismo los talibanes durante los primeros meses tras su regreso al poder en Kabul?  Esa situación es más que probable que termine provocando movimientos masivos de inmigrantes como ya sucedió en 2014. La falta de control facilitará, de la misma manera que sucede en Libia, el aumento del flujo de armamento de todo tipo, no sólo hacia el Sahel, sino hacia toda clase de organizaciones criminales. Y en este apartado no podemos olvidar el ingente arsenal de armas químicas en poder del actual régimen sirio.

Y como colofón a la situación que poco a poco se va dibujando, tenemos de un lado a una Turquía intervencionista, dispuesta a afianzar su papel de árbitro y potencia regional, que ve como la ocasión es inmejorable para hacerse con territorios que tradicionalmente ha considerado como propios y extender su influencia y control sobre otros que considera clave para su seguridad. Pero del otro tenemos a los kurdos, cuya influencia en el norte de Siria e Irak fue clave en su día en la lucha contra el Daesh y que serán los primeros damnificados por los intereses turcos.

Como podemos observar de nuevo, tenemos un panorama nada alentador, con yihadistas (algunos dicen que moderados) negociando para establecer un nuevo Gobierno en Siria, un país al borde del colapso y una más que posible guerra civil al modo libio, una potencia extranjera como Turquía tratando de hacerse con parte del territorio, intereses varios tratando de influenciar en unos u otros, y un pueblo, el kurdo, una vez más utilizado y abandonado a su suerte pero que tiene claro que no va a dejar de luchar.

Y ya que estamos planteando preguntas, debemos hacernos la última: “¿qué tiene pensado la Unión Europea?” Porque si hay algo seguro en todo esto es que pase lo que pase no afectará ni a Rusia, ni a EE. UU. ni a otros. Las consecuencias de lo que suceda en Siria las sufriremos en Europa. Sólo hay que sentarse y esperar.