UE-China, bodas de oro llenas de desconfianza

España, a título individual ya lo había hecho en 1973, pero aún tardaría otra docena de años en adherirse oficialmente a la entonces Comunidad Económica Europea.
De los fastos previstos en Bruselas para la conmemoración de la efeméride se pasó primero a cambiar el lugar, y en vez de la capital comunitaria, se decidió hacerlo en la de China. La supuesta fiesta, prevista para dos días, también se redujo a un día solamente, aunque, eso sí, con la presencia tanto del líder chino, Xi Jinping, y su primer ministro, Li Qiang, como la de la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, y el del Consejo Europeo, António Costa.
Al menos, la jornada sirvió para poner sobre la mesa los reproches que, tanto en público como en reuniones privadas y sectoriales, han ido deteriorando la relación. En términos puramente de intereses, si bien la UE y China son importantísimos socios comerciales -730.000 millones de euros de comercio bilateral en 2024- , Europa no cesa de denunciar el formidable desequilibrio a favor de Pekín, con un déficit comercial de mercancías de 305.000 millones.
No es el único diferendo. La UE no cesa de reprochar a China su preocupación por las actuales distorsiones sistémicas y el exceso de capacidad de fabricación por parte del coloso asiático, que agravan la desigualdad de condiciones. Un poco harta de los “oídos sordos” que Pekín hace a sus quejas, tras advertir a los líderes chinos de “su disposición a mantener un diálogo constructivo para encontrar soluciones negociadas, la UE advierte que, de no ser así, adoptará medidas proporcionadas y conformes a la legislación para proteger sus intereses legítimos”.
Tampoco se mordieron la lengua los representantes europeos, incluida Kaja Kallas, la Alta Representante de la UE para Política Exterior y de Seguridad, al instar a sus homólogos chinos a que “adopten medidas concretas para el acceso de las empresas de la UE al mercado chino en sectores prioritarios, como el de la carne, los cosméticos y los productos farmacéuticos”. La UE ha insistido en que China tiene que poner fin a los casos y medidas de defensa comercial injustificados y de represalia sobre las exportaciones de brandy, carne de porcino y productos lácteos de la UE. También recordó a sus anfitriones chinos el impacto negativo de los controles de tierras raras introducidos por China, instándole a levantar tales restricciones”.

Como era obvio, ambas delegaciones no ignoraron el elefante en la habitación, o sea la guerra de agresión rusa a Ucrania, que la UE calificó de “amenaza existencial” no sólo para el país agredido, Ucrania, sino también para la seguridad mundial. En consecuencia, Von der Leyen, Costa y Kallas recordaron a China que, como miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Pekín tiene una responsabilidad específica de defender el orden internacional basado en normas. Además de reiterar que la invasión rusa de Ucrania es un caso claro de violación de la Carta de Naciones Unidas y del Derecho Internacional, conminó a “China para que no proporcione ningún apoyo material que sustente la base militar industrial de Rusia”. La UE subrayó, además, que el suministro de tropas y armas por parte de Corea del Norte en apoyo de la guerra de Rusia en Ucrania plantea riesgos considerables para la seguridad tanto en Europa como en Asia Oriental.
Cabe señalar en este importantísimo capítulo que China parece tener interés en que se prolongue al máximo posible la guerra en Ucrania, en la convicción de que, terminada esa guerra, Estados Unidos concentraría toda su atención sobre China en la región Indo-Pacífica.
Llegados aquí, había que buscar algún punto de encuentro positivo en estas decaídas bodas de oro euro-chinas. Y lo encontraron en la “positiva y productiva cooperación en materia de cambio climático”. Así que ambas partes convinieron en que la UE y China deben liderar los esfuerzos mundiales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, también en la próxima COP30. Ciertamente, la UE ya puede exhibir que su cuota de emisiones ha descendido ya hasta el 6 %, con voluntad decidida de rebajarlas al 4 % de aquí a 2030, a la vez que animó a China a que proponga un plan ambicioso para que las reduzca drásticamente de aquí a 2035, al tiempo que instó a Pekín a que intensifique sus contribuciones financieras internacionales en consonancia con su tamaño y responsabilidad a nivel mundial.
Pero, tras este consenso, volvieron las diferencias. La UE volvió a la carga al destacar la necesidad de fomentar la reciprocidad en el ámbito digital, subrayando que las empresas europeas se enfrentan a un acceso limitado a China. Además, la UE ha reiterado su preocupación por la falta de claridad de las normas chinas en materia de seguridad de los datos y flujos transfronterizos de datos procedentes de China, así como para las actividades informáticas malintencionadas detectadas y localizadas como originarias de China.
A este respecto, y aunque no hay referencia de que ambas delegaciones trataran el revuelo originado a propósito del gigante tecnológico Huawei y el contrato suscrito con España para el almacenamiento de las escuchas telefónicas judiciales, pude hablar con el embajador chino en Madrid, Yao Ying, en el curso de la jornada de debate organizada por el medio El Periódico de España dos días antes de la cumbre de Pekín. Yao Ying desmintió que hubiera inseguridad alguna en la custodia de tales escuchas, pero no desmintió tajantemente que las empresas chinas estén obligadas por sus propias leyes a facilitar la información que les sea requerida por el Partido Comunista Chino (PCCH).
Y, en fin, la UE no omitió en su lista de reproches expresar su preocupación por la situación de los derechos humanos en Xinjiang y el Tíbet, el trato dispensado a los defensores de los derechos humanos y a las personas pertenecientes a las minorías, así como la continua erosión de las libertades fundamentales en Hong Kong, toda vez que China debería respetar los compromisos anteriores.
A cambio, la UE reafirmó su política de “una sola China”, si bien expresó su preocupación por el aumento de las tensiones en el estrecho de Taiwán. Eso sí, la UE se opone a cualquier intento unilateral de cambiar el statu quo por la fuerza o la coerción.
Como puede verse, una jornada en la que no hubo guirnaldas ni confeti, pero en la que ambas partes, sobre todo la UE, dejó patente sus fundados motivos para la queja y el descontento. Cabría esperar de su gran aliado tradicional, el hasta hace poco considerado amigo, Estados Unidos, que no empuje a la UE y la eche obligadamente en brazos de una China, a la que la propia UE llegó a calificar, sin duda erróneamente, de “rival sistémico”.