La filosofía de las enseñanzas del Islam (16)

Las Condiciones Espirituales
La tercera consideración es: ¿Cuáles son las condiciones espirituales? Ya hemos afirmado que según el Santo Corán la fuente de las condiciones espirituales es el alma en paz, que eleva a una persona del estadio del ser moral hasta el del ser divino, como dice Al’lah el Glorioso:

“Y tú, ¡oh, alma en paz! Vuelve a tu Señor bien complacida con Él, y Él bien complacido contigo. Entra, pues, con Mis siervos elegidos. Entra en Mi Jardín.” (89:28-31).
Ha de recordarse que la condición espiritual más elevada de un hombre en esta vida se alcanza cuando halla sosiego en Dios, y centra en Dios toda su satisfacción, su éxtasis y su felicidad. Esta condición se llama vida celestial. En este estadio al hombre se le otorga la vida celestial en este mundo, como recompensa a su perfecta sinceridad, pureza y fidelidad. Los demás se afanan por un Paraíso futuro, pero él en esta misma vida entra en el Paraíso. Al alcanzar este estadio, el hombre comprueba que el culto prescrito para él constituye, en verdad, el alimento que sostiene a su alma, del cual depende en gran parte su vida espiritual, y comprueba también que su consumación no se retrasa hasta la otra vida. Todos los reproches por parte del alma auto-acusadora acerca de la vida salvaje del hombre, aquellos reproches que no consiguen despertar plenamente en él el anhelo de la virtud, ni generar en él una repugnancia por sus deseos impuros, ni otorgarle el poder que le permita atenerse siempre a la virtud, ahora se ven transformados por este impulso que constituye el comienzo del desarrollo del alma en paz. Al alcanzar este estadio, el hombre llega a ser capaz de conseguir una prosperidad completa.
Todas sus pasiones egoístas se marchitan, una brisa fortalecedora comienza a soplar sobre su alma, y el hombre contempla con remordimiento su debilidad anterior. En este estadio, la naturaleza del hombre y sus costumbres experimentan una transformación total, y el hombre se aleja de su condición anterior. Se le limpia y purifica, y Dios inscribe en su corazón el amor a la virtud y lo libra, con Su propia mano, de la impureza del vicio. Las fuerzas de la verdad irrumpen en la ciudadela de su corazón, y el bien ocupa todas las fortificaciones de su naturaleza. La verdad se proclama vencedora, y la falsedad, depuestas las armas, huye. La mano de Dios se halla sobre su corazón, y el hombre camina siempre bajo la sombra de Dios.
Dios Altísimo ha señalado todo esto en los siguientes versículos:

“Son aquellos en cuyos corazones Al’lah ha grabado la fe verdadera y a quienes ha fortalecido con Su inspiración” (58:23).

“Al’lah ha hecho que améis la fe, la ha hecho bella para vuestros corazones y ha hecho que la incredulidad, la maldad y la desobediencia os sean odiosas. Esos son, en verdad, quienes siguen el camino recto. Mediante la gracia y el favor de Al’lah. Pues Al’lah es Omnisciente, Sabio.” (49:8-9).

“Ha llegado la verdad y la falsedad se ha desvanecido. Sin duda, la falsedad se desvanece rápidamente” (17:82).
Todo esto pertenece a la condición espiritual alcanzada por el hombre en el tercer estadio. Nadie puede aspirar a la verdadera percepción antes de llegar a esta condición. El que Dios inscriba la fe en su corazón con Su propia mano, y que Le fortalezca con el Espíritu Santo significa que nadie puede conseguir la verdadera pureza y rectitud sin recibir ayuda divina. En el estadio del alma auto-acusadora, el hombre se arrepiente una y otra vez, y, sin embargo, vuelve a tropezar y a menudo se desespera, considerando que su condición no tiene remedio. Permanece en esta situación durante cierto período, y al llegar el momento elegido, desciende sobre él, de noche o de día, una luz que posee poder divino. Con el descenso de la luz, experimenta un cambio maravilloso, percibe el control de una mano oculta y contempla un mundo lleno de maravillas. Es entonces cuando se da cuenta de la existencia de Dios, y sus ojos se llenan de un brillo que antes no poseían.
¿Cómo descubrir aquel camino? ¿Cómo adquirir aquella luz? Que conste que en este mundo cada efecto tiene una causa, y detrás de cada acción hay alguien que actúa. Existe, para la adquisición de todos los conocimientos, un camino llamado el camino recto. En este mundo no se consigue nada sin obedecer las reglas establecidas a este respecto por la naturaleza desde el principio. La ley de la naturaleza nos enseña que para el logro de cualquier propósito existe un camino recto, y sólo se puede conseguir el propósito siguiendo el camino recto. Por ejemplo, si estamos sentados en una habitación oscura, lo correcto para obtener la luz solar es abrir una ventana que dé al sol. Al hacerlo, la luz del sol entrará enseguida en la habitación, iluminándola. Es evidente, por lo tanto, que para conseguir el amor de Dios y la verdadera gracia, debe existir alguna ventana, y debe haber un procedimiento correcto para adquirir la pura espiritualidad. Entonces debemos buscar el camino recto hacia la espiritualidad del mismo modo que buscamos un camino recto para lograr cualquier otro propósito.
Ese método no consiste en intentar hallar a Dios sólo mediante nuestro propio razonamiento, siguiendo los caminos elegidos por nosotros mismos. Las puertas que sólo pueden ser abiertas por Sus manos poderosas no cederán ante nuestra lógica ni nuestra filosofía. No podemos hallar a Dios Sempiterno y Sustentador mediante nuestros propios recursos. El único camino recto para lograr tal propósito consiste, primero en dedicar nuestras vidas y todas nuestras facultades a Dios Altísimo y, después entregarnos a las plegarias para hallarle. De este modo hallaremos a Dios a través del mismo Dios.
La oración más excelente que nos enseña acerca del momento y la ocasión de la oración y traza una imagen de celo espiritual es la que Dios el Bondadoso nos revela en el capítulo inicial del Santo Corán. La exponemos a continuación.
Una Oración Excelente

“Toda alabanza corresponde a Al’lah, Señor de todos los mundos” (1:2).

“En Su clemencia se ocupa de nuestro bienestar, antes de que realicemos ningún acto y después de que actuemos, Él recompensa nuestros actos con Su misericordia” (1:3).

“Es el Único Soberano del Día del Juicio, y no ha cedido a ningún otro aquel Día” (1:4).

“¡Oh Tú que comprendes todo estos atributos! Sólo a Ti adoramos e imploramos Tu ayuda en todas nuestras cosas” (1:5).
El uso del pronombre plural en este contexto nos indica que todas las facultades se ocupan en Su culto, y se postran en el umbral de Su voluntad. Todos los hombres, en virtud de sus facultades internas, no son individuales sino entidades múltiples, y la postración de sus facultades ante Dios es la condición que se llama ”Islam”.

“Guíanos por Tu camino recto, y sitúanos firmemente en él; el camino de los que han recibido Tus gracias y Tus favores”. (1:6)

“Y no de aquellos que han incurrido en Tu ira, ni de aquellos que se desviaron y no Te alcanzaron”. (1:7).
Amén.
Estos versículos nos revelan que las bendiciones y las gracias divinas sólo se otorgan a aquellos que sacrifican la vida por la causa de Dios y se dedican plenamente a Él y, sometidos a Su voluntad, suplican que Él les otorgue todas las mercedes espirituales que el hombre pueda recibir, llevándoles más cerca de Dios, para encontrarle y para oír Sus palabras. Con esta súplica, rinden culto a Dios a través de todas las facultades, evitan el pecado y se postran ante el umbral divino. Se protegen contra el vicio, y se apartan de los caminos de la ira de Dios. Como buscan a Dios con una resolución inquebrantable y una sinceridad perfecta, Le hallan, capacitándose para beber profundamente de la copa del conocimiento de Dios.
La gracia perfecta y verdadera que eleva al hombre al mundo espiritual depende de la firmeza, que supone un grado tan alto de sinceridad y fidelidad que no puede ser quebrantado por ninguna prueba. Significa una relación estrecha con lo divino, un lazo que no puede ser cortado por la espada, ni devorado por el fuego, ni dañado por ninguna calamidad. La muerte de seres queridos o la separación de ellos no debe debilitar este lazo, ni el temor al deshonor debe afectarlo, ni la muerte dolorosa, alejar al corazón en lo más mínimo. Así pues la puerta es muy estrecha y el camino muy difícil. ¡Ay, cuán difícil es!
(lpbD) – la paz y las bendiciones de Dios sean con él.
[Continuaremos con la entrega 17, donde continuaremos desarrollando el tema de “Las Condiciones Espirituales”].