Atlético y Real Madrid honran un eterno derbi de Copa que deja fuera al campeón

Decía la cantante Ana Mena en la canción “Un Clásico” que encontrarse con su ex por la calle era como un derbi de Copa. Un quiero y no puedo donde el cartel vende mucho más que la realidad sobre el césped. Y así era hasta que el Atlético de Madrid decidió subir la intensidad de sus partidos ante el eterno rival. Ese odio al madridismo se encarnó en Vinicius colgado de un puente y todos se pusieron en sus trincheras.
El derbi de Supercopa fue para el Real Madrid que aplastó al Atlético de Madrid en Riad. Pero el derbi de Copa del Rey fue para los de Simeone a los que el Metropolitano llevó en volandas en una noche de esas que forjan poco a poco las paredes de un estadio por hacer. La afición estaba ahí y los jugadores sabían que era su as bajo la manga para apretar a los de blanco cuando las cosas se complicasen.
La portería del Real Madrid vive momentos caóticos. El partido de Lunin no fue el que se esperaba de un titular y eso es justo lo que necesitaba ver Ancelotti que defiende la veteranía de Kepa en momentos determinantes frente a un novato. Se le puede culpar del gol de Morata, pero le faltó más presencia en el tanto de Lino y hasta en el golazo de Griezmann donde no salió convencido de parar el disparo del francés.
En el otro lado, Oblak tampoco ayudó. El 1-1 fue un claro error suyo que mandaba un mensaje desconsolador a la parroquia rojiblanca. Si su cerrojo era capaz de encajar ese tanto después del esfuerzo por ponerse por delante, qué más les podía pasar. El gol de Joselu que mandaba el partido a la prórroga despertaba todos los fantasmas de eliminatorias pasadas.

Duelo entre Simeone y Ancelotti
Pero Simeone supo poner las piernas necesarias en los puestos determinantes. Todo lo contrario que Ancelotti que sacó toda la artillería y vio cómo Camavinga tenía que retirarse lesionado. El partido acabo con la participación de 34 jugadores y el árbitro mostró 13 tarjetas amarillas. Dos datos que explican el despliegue físico de ambos equipos y la necesidad que tenía el Atlético de Madrid de llevarse este derbi de Copa por encima de todo.
Brahim es un problema para Ancelotti. Bendito problema porque el hispano-marroquí da la vuelta a los partidos con su presencia y pide, a base de buen juego, ser titular. Bellingham necesita descanso y demostró en la prórroga que, aunque juegue exhausto, no comete errores y puede aportar algo al equipo.

El Atlético se puso en manos de Griezmann que con un golazo sentenció el partido. El error de Vinicius en el centro del campo se agrandó hasta que el francés se plantó delante de Lunin y, sin ángulo, puso el balón en la escuadra y provocó el delirio de la grada que cantó el gol como si les fuera la vida en ello. El delirio de Simeone sería difícil de explicar a un marciano que podría pensar que ese estado de euforia se podría deber a la consecución de, por ejemplo, la Champions. Pero era un derbi de Copa.
El desgaste de ambos equipos fue absoluto. Un derbi de Copa honrado desde el primer minuto hasta el 121 que deja al Atlético de Madrid en una de las competiciones que le pueden hacer salvar la temporada después de haber tirado la Liga hace meses.
El Real Madrid abandona el torneo que levantó el año pasado y se centra en detener al Girona y su partido de Champions ante el Leipzig de mediados de febrero. Nadie tira la Copa, pero este descanso le viene de maravilla a un equipo milagro que suma lesiones de gravedad en posiciones determinantes y puede alzarse con la Liga y hacer largo camino en Europa.