Julio, Jesús, Kike, Paulo, Javier Lozano, Cancho y Ángel Villar comparten sus recuerdos de aquel primer mundial de fútbol sala 

El espíritu de Guatemala 20 años después 

photo_camera El espíritu de Guatemala

“Estos qué celebran, si les vamos a ganar la final”. Javier Lozano se acercaba al oído de su ayudante Juan José Rodríguez Navia, “Cancho”, para hacer una pregunta retórica en un momento delicado. El 3 de diciembre de 2000 en el Duomo de Guatemala había 9.000 almas presenciando la final del Mundial de fútbol sala entre España y Brasil. La misma final que cuatro años antes ante 17.000 personas en el Palau Sant Jordi de Barcelona. Entonces ganó Brasil. Como siempre. Un “maracanazo” en toda regla porque la RFEF de Ángel María Villar había invertido mucho dinero en poner en marcha aquel torneo.  

Para recordar lo que pasó antes, durante y después de Guatemala hay que unir los recuerdos de los que vivieron aquello en la pista, en el banquillo y en el palco. Julio García Mera, Jesús Clavería, Kike Boned y Paulo Roberto sudaron la camiseta. Javier Lozano y Cancho eran los técnicos a los que la moda de entonces vistió con un holgado traje marengo con una camisa blanca que no les llegaba al cuello hasta que el árbitro pitó el final de la final. Ángel María Villar comparte sus recuerdos de fútbol sala para este reportaje porque tiene muchos y muy bien organizados. Además, desde hace años, cualquier tiempo pasado fue mejor para él.  

El espíritu de Guatemala

De Barcelona a Guatemala. A 8.500 kilómetros la selección española de fútbol sala bordaba su primera estrella en la camiseta y forjaban el Espíritu de Guatemala que los acompañaría hasta una nueva victoria en la final de 2004 en Taiwán. El camino no fue sencillo. A las habituales dificultades de competir en deportes de equipo de élite, de hacerlo en un país diferente, de cargar con los recuerdos del Mundial de 1996, se sumaban dos situaciones muy comprometidas.  

El nuevo orden de Lozano 

Javier Lozano había tomado las riendas de la selección española en 1992 en sustitución del exjugador de Las Palmas Felipe Ojeda, “Trona”. Ángel María Villar le entregó la selección a Lozano con 31 años y aconsejado por “los que sabían de esto”, afirma el propio Villar. El técnico toledano era el revulsivo. La imagen de la nueva selección de un presidente que estrenaba mandato.  

Javier Lozano habla claro 20 años después de aquella gesta. La guerra que viven la RFEF de Luis Rubiales y la LNFS está perjudicando al fútbol sala. Al propio Lozano le relegaron de los actos conmemorativos de 2019 en el Palacio de los Deportes de Madrid. Hasta sus dos grandes logros figuran sin pudor en currículo de José Venancio, su sucesor en el banquillo, sin que nadie haga nada por evitar una apropiación tan indebida. “Cuando llego a la selección veníamos de ser novenos en el Mundial de Hong Kong y había mucha indisciplina. El primer objetivo fue poner orden, renovar la identidad de España y fijar un plan de trabajo”, revela Lozano.  

En 1997, en Singapur, España logró ganar a la selección canarinha. “Ahí empezamos a conseguir fortaleza mental para ganar a la mejor Brasil de la historia”, comenta Lozano y añade que comenzaron a trabajar en el “alma de la selección, en la inteligencia emocional…”. Luego llegarían la pizarra y los entrenamientos.

Polémica convocatoria 

Javier Lorente era un referente en la selección española con 84 partidos disputados. Un jugador para tener en cuenta junto a Jesús Clavería y a Javi Sánchez. Pero el ‘8’ de España en Guatemala acabaría en la espalda de Kike Boned y el desastre que se avecinaba iba a ser difícil de gestionar. 

Lozano contó con Lorente en sus primeros años en la selección. Le dio la importancia que debe tener un jugador que formaba parte de una de las plantillas más valiosas del fútbol sala mundial, la de Playas de Castellón. La situación se complicó cuando Javier Lozano descubrió que Lorente había montado una empresa para representar jugadores. Lo entiende como un conflicto de intereses porque muchos jugadores eran también compañeros de selección. Conversaciones con Cancho, borradores de seleccionados y pocas horas de sueño. Lozano prescindió Lorente para ese Mundial. La relación se rompió.  

Para Villar no hay caso Lorente, es una anécdota más. “Ni me acuerdo de aquello”, relata. Y añade que “la Federación no se metía en temas deportivos”. Los periodistas de aquella época que hoy deambulan por el fútbol sala también se entrometieron para sacar tajada. Cuentan que con un café se hubiera solucionado todo, pero el final de esta historia está por escribir. “Lorente hacía negocios en la selección y por eso fue expulsado”, explica el actual presidente de la LNFS.  

Kike Boned 

Una vez superado el trance, el número 8 recae sobre un casi desconocido Kike Boned que no acababa de ser fijo en la selección. Recién llegado a Valencia Vijusa desde Talavera.  Su paso por ese Mundial fue casi testimonial. No jugó ni un solo minuto en la final contra Brasil. “Me acuerdo de pasar el partido entero calentando por si Lozano se giraba. No fue tan inconsciente. Aquella final era para otros jugadores”, recuerda Kike. Un cierre que acabaría sumando 180 internacionalidades a lo largo de su carrera.  

“Yo no fui tan consciente de aquello como el resto de los compañeros. Era un afectado directo por la posición que ocupaba. Me benefició su salida. El ambiente fue tenso en Asturias. Yo sabía de que estaba siendo un protagonista, pero tenía 21 años y eso te hacerlo ver las cosas de manera diferente”, apunta Kike.   

Ángel María Villar se tomó en serio al fútbol sala. Dejó que fuera la LNFS la que organizara el Campeonato de Liga y ayudara a hacer crecer a este deporte después de la guerra fratricida de años antes. Villar renovó a Lozano antes de partir a la concentración de Asturias. Un gesto habitual también con los seleccionadores de fútbol.  

Lozano, Cancho y el resto del cuerpo técnico prepararon una terapia para suturar aquella herida. Mano izquierda y algunas concesiones. La intensidad de los entrenamientos no se podía negociar, pero fueron flexibles con los horarios o la alimentación. Los jugadores valoraron las prebendas según avanzaba el torneo y acabaron por olvidar el daño para centrarse en el objetivo de ganar el primer Mundial. “Hubo algunas cervezas y hamburguesas a escondidas de Lozano”, revela Paulo Roberto. Un jugador que fue creciendo con el paso de los partidos.  

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Julio 

A todo eso ayudó Julio García Mera, el jugador más inteligente dentro y fuera de la pista. “One club men” de Interviú desde alevines hasta 2005 cuando se retiró con honores. Debutó con España en 1994, el mismo día que Paulo Roberto. Perdió la final de Barcelona en 1996 y ganó la responsabilidad de volver a competir como se esperaba de España cuatro años después. Dicen que apagó más de un fuego sin que le llegara a quemar al seleccionador, aunque su modestia no le deja recordar esas situaciones.  

Julio tiene claro que el deporte devora todo muy deprisa. “El deporte no tiene memoria. Después, en todos los Mundiales y Europeos que jugamos de 2000 en adelante tuvimos la baja de algún jugador importante como pasaría con Daniel o Paulo Roberto”, relata Julio.  

Jesús Clavería también era un hombre fuerte de aquella selección. Había perdido una final cuatro años antes y sabía que Guatemala podía ser su último tren. “Hicimos borrón y cuenta nueva. No tenía sentido pensar en otra cosa”, comenta.   

Primera fase 

España se puso manos a la obra en Guatemala. Arrasaron en la primera fase con un parcial de 19 goles a favor y dos en contra. Golearon a Cuba en el primer partido. Descubrieron que su selección de fútbol sala tampoco salía de su país para competir. Al parecer todos volvieron a la vera de Fidel Castro, pero con los bolsillos llenos por el estraperlo de puros Cohíba con el que tenían rendidas a las comitivas de otros países. Irán tampoco fue demasiado inconveniente, aunque ya se notaba que el fútbol sala persa estaba trabajado a la espera de que Jesús Candelas pusiera la guinda años después. La victoria ante Argentina tenía presión añadida. “El embajador español en Guatemala nos pidió expresamente que ganaramos ese partido para poder importunar a su igual argentino con el que compartía calle”, recuerda Cancho. Tres goles y tres pitidos cada mañana a la hora de partir hacía sus trabajos pusieron la nota de humor diplomático.  

Paulo Roberto 

Paulo Roberto era el jugador más carismático del fútbol sala español. “El mejor producto de marketing” como lo definió Lozano. Un tipo humilde que veía pasar los partidos sin tener los minutos que quería. Sumó una media de ocho minutos jugados. Otra vez la labor psicológica del cuerpo técnico para alinearle con objetivo del equipo y evitar su deseo de dejar la selección en plena concentración. No fue una intención de jugador egocéntrico. Paulo aseguraba que, si no aportaba, mejor estar en casa con su familia.  

Julio comenta la situación de Paulo y busca una explicación en la forma de ser de Javier Lozano. “Era inflexible con los errores. Paulo es un tipo muy creativo y vertical para lo bueno y para lo malo. En partidos con mucha igualdad si perdía dos o tres balones seguidos iba al banquillo, pero no por el fallo si no por concepto de dónde se la jugaba”. 

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Las lesiones 

La siguiente fase del Mundial enfrentó a España con Croacia, Portugal y Holanda. El nivel de los rivales subía y la exigencia, también. La goleada a Croacia tuvo un sabor agridulce. Los dos porteros, Luis Amado y Guillermo, se lesionaron en ese partido. Jesús Clavería era el tercero en discordia. Nunca mejor dicho porque a uno de los mejores porteros del mundo le tocaba asumir un papel secundario en un Mundial. Cuando el doctor de la selección apareció en el hotel con los dos lesionados “todos pensábamos que las escayolas eran parte de las bromas entre compañeros”, relata Cancho. Hasta que las caras que dibujaban medias sonrisas empezaban a helarse. Una lesión en la mano y otra en el pie daban por terminado el Mundial para dos jugadores esenciales.  

Kike tiene una historia con los dos porteros lesionados. Una historia bonita con Luis Amado porque debutaron juntos en 1998 ante la selección universitaria de Portugal. La otra no tuvo un final feliz. Fue protagonista indirecto de una de las lesiones. “Chuté en el calentamiento y el balón fue al palo y a la vuelta le fracturó el dedo a Guillermo. Tengo el recuerdo de irnos al hotel y que aparecieran los dos porteros escayolados. Fue impactante. Todos nos giramos hacia Clavería. Su nivel competitivo le había mantenido al máximo nivel y lo demostró”, apunta Kike.   

Julio recuerda que “Luis Amado y Guillermo eran dos porteros muy brutos pero muy buenos. Un día, antes de que se lesionasen, estábamos entrenando en una sala y empezaron a hacer el bruto. Tiraron un espejo y uno de ellos hasta se cortó”.  Pero la responsabilidad que ganaron en 1996 afloró, “estábamos tan centrados en el juego que lo superamos”. 

Los teléfonos echaban humo. Desde Guatemala llamaron a la RFEF para que localizaran a Ricardo, el portero de ElPozo de Murcia que iba a suplir la baja de sus compañeros. Después de sacarle de una discoteca y asumir que no estaban bromeando con él, puso rumbo a Guatemala para ser testigo directo de las hazañas de Jesús Clavería. “Las reglas de la FIFA solo le permitían jugar si Clavería se lesionaba y un medico certificaba la baja”, recuerda Cancho.  

Clavería 

El portero titular de Interviú ya había jugado dos Mundiales. Fue tercero con España en Hong Kong (1992) y segundo en la final del Palau de 1996. Lozano fue claro con él.  “Yo no iba de portero titular porque así me lo transmite Lozano. Me dice que no voy a jugar pero que quiere contar conmigo y con mi experiencia. Yo acepté”, recuerda Jesús. Lozano avisó a Jesús antes: “no ejerzas de mal veterano. Puedes ser de gran ayuda o un elemento distorsionador”.  

Hablar de que un tipo de 32 años que defendía la portería del mejor club del mundo era el tercer portero de España quizá no haga justicia a lo que ocurrió después. “La épica habla de tercer portero. Pero lo que pasaba es que yo estaba acostumbrado a jugar en mi equipo y voy a esa convocatoria a ponérselo difícil al entrenador y a los compañeros como he hecho siempre. Yo quería jugar, pero no por esas circunstancias”, añade. “Las oportunidades no avisan”, explica Lozano. Y apunta algo revelador de los entrenamientos, “Jesús entrenaba como un juvenil, el propio Cancho me lo decía después de las sesiones”.  

Blatter y Villar presidieron la final en el Duomo de Guatemala. El expresidente de la RFEF cree que aquella final fue la culminación del trabajo conjunto de la Federación y la LNFS, de personas que años atrás estaban enfrentadas y que decidieron sumar. Blatter bromeaba con Villar antes de la final cuestionándole si España iba a ser capaz de ganar a la todopoderosa Brasil. Villar asintió. En broma. Y en serio.  

El espíritu de Guatemala

La victoria 

España ganó a Brasil. Se adelantó. Fue perdiendo. Remontó. Desesperó a los cariocas que sumaron muchas faltas. Jesús Clavería es consciente de que hizo uno de sus mejores partidos. Javi Rodríguez rompió el balón en dos dobles penaltis que volcaron el marcador para España. El trabajo estaba hecho. España se convertía en campeona del mundo del fútbol sala y Canal+ decodificó su emisión para dar visibilidad a la gesta. Después llegaría la cena donde Paulo Roberto y Daniel fueron tentados para hacerse la foto con Brasil porque su pasaporte ponía que habían nacido allí. Aceptaron, pero siempre que sus compañeros también formaran parte. Fieles a su escudo dentro y fuera de la pista. Barajas recibió a sus campeones a lo grande. La Moncloa de Aznar y la Casa Real también agradecieron a que bordasen de oro el nombre de España.  

“Aquella selección tenia mucho talento. Mucha cantidad y mucha calidad. Joan te jugaba al segundo palo. Javi Sánchez era un tipo muy inteligente de espaldas. Riquer era competitivo. Adeva y yo nos dejábamos la piel. Santi era un jugador 10. Paulo y Daniel eran la maravilla”, así define Julio a esa selección en un párrafo que pasará a la historia. Jesús Clavería se acuerda de más compañeros que también trabajaron en bajar del cielo de Guatemala aquella primera estrella, “durante el camino se quedaron otros”.  

A Kike no le gustó la foto del final. La humildad elevada a la excelencia. “La juventud no me permitió entender mi lugar en la foto, yo estoy junto a la copa y mi lugar era en tercera fila, en un rincón”.  

Villar se acuerda “del componente humano que hubo. Lo que significó quedar campeones del mundo en una trayectoria de desunión a la unión y al progreso. Después de 10 años ganamos el Mundial. Estuvimos 16 años siendo finalistas del Campeonato del Mundo”. Y avisa al quiera entender, “si el fútbol sala hubiera estado solo en la RFEF, sin la LNFS, no hubiéramos ganado el Mundial”. 

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