Los sistemas de ciberseguridad de países como Estonia se perfilan como ejemplos a seguir en un mundo cada vez más digitalizado y unas guerras híbridas cada vez más eficaces

Los Estados del Báltico, un modelo de defensa para el futuro de las ciberguerras

photo_camera REUTERS/KACPER PEMPEL - Un hacker encapuchado sostiene una computadora portátil

El mundo camina en dirección a una sociedad global digitalizada y llena de oportunidades cibernéticas. Sin embargo, en tanto que completamente ciberconectada, esta sociedad futura tendrá que hacer frente, también, a nuevos modelos de conflicto, como los ciberataques y las guerras híbridas.

Los países bálticos –Estonia, Letonia y Lituania –, sometidos durante años al control de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y obligados a combatir, después, en la primera línea de la guerra digital; se han visto obligados a llevar la voz en cantante en este proceso de innovación cibernética. Los ataques de Moscú contra los tres pioneros en la independencia de la URSS, han sido una constante durante años. Y han crecido, de manera exponencial, desde los albores de la década de los 2000. 

El ejemplo estonio 

La República de Estonia fue en el año 2007 uno de los primeros objetivos del Kremlin. La decisión de Tallin de trasladar el monumento a los soldados soviéticos caídos en la II Guerra Mundial desde el centro de la capital hasta el cementerio ‘Soldado de Bronce’ provocó una oleada de ciberataques procedentes de Rusia que duró más de 20 días. Organismos públicos y privados, ministerios, bancos, medios de comunicación e incluso el propio Parlamento, se vieron afectados por cientos de ofensivas de hackers. 

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“La web del Gobierno recibe en condiciones normales entre 1.000 y 1.500 visitas al día; en el momento más álgido de los ataques, en la primera semana de mayo, se llegaron a recibir entre 1.000 y 1.500 por segundo”, explicaba, por aquel entonces, el portavoz de Defensa Mikko Maddis. “Reventó el sistema”. 

Ante el temor de que el ataque no fuese más que el preludio de una ofensiva cibernética a mayor escala, Estonia se blindó. El pequeño país cambio la ubicación de todos los servicios y sistemas gubernamentales que le fue posible a nuevas redes privadas y seguras, mejorando la ciberseguridad y protegiéndose ante los efectos de las guerras digitales. Este camino llevó también a Tallin a transferir los servicios a la ciudadanía y las funciones más básicas del Gobierno a la tecnología ‘blockchain’.

A día de hoy, Estonia se ha convertido en un país capaz de hacer frente a casi cualquier amenaza cibernética; en tanto que, definida por The New Yorker, como una “república digital”, sus ciudadanos tienen la oportunidad de acceder en línea prácticamente a todos los servicios gubernamentales disponibles, y sus líderes políticos y económicos, de dirigirlo de forma efectiva desde cualquier parte del mundo. 

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De hecho, en el año 2014 Tallín lideró el primer programa de residencia electrónica del mundo, que pretendía superar los 10 millones de residentes para el año 2025. Y, pese a que hasta ahora no ha logrado sumar más de 85.000 residentes, sí que ha permitido a más de 19.000 empresarios consolidar nuevas compañías digitales que no necesitan estar físicamente presentes. 

La amenaza rusa a Lituania 

La situación de su vecino lituano, por su parte, sigue un destino parecido. En el contexto de la invasión rusa de Ucrania, la principal empresa eléctrica del país, Ignitis, sufrió hace escasas semanas el que ha sido considerado como el mayor ataque informático de la última década. Según informó la propia compañía a través de un comunicado de prensa, el bloqueo a su página web y a otros servicios electrónicos se demoró durante varias horas, hasta que pudo ser repelido.

Este ataque, perpetrado según las fuentes lituanas por el grupo de hackers rusos Killnet, fue considerado como parte de las represalias rusas por el bloqueo parcial del transporte de mercancías al óblast de Kaliningrado. Un enclave estratégico para Moscú, ubicado a orillas del mar Báltico y a medio camino entre Bielorrusia y Polonia, que le permite mantener un zona de influencia geopolítica en la región. “La ofensiva continuará hasta que Lituania levante el bloqueo”, advirtió la organización rusa para la agencia Reuters, “hasta ahora hemos destruido 1.652 recursos web”. 

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La ciberguerra ruso-ucraniana 

El conflicto bélico entre Kiev y Moscú se ha convertido también en otro escenario testigo de las guerras híbridas. Como ya anticipaba la oleada de ciberataques rusos contra Ucrania, previa al comienzo de la invasión, la contienda digital ha jugado un importante papel en la ofensiva del Kremlin; la distribución masiva de malwares, los ataques puntuales a infraestructuras muy críticas, y las ofensivas a gran escalada contra otras webs ucranianas (principalmente a través de virus DDoS, que imposibilitan el acceso a los portales) no han sido más que otro arma en el arsenal de Moscú. 

Sin embargo, en un escenario como este ambos bandos han desplegado sus propios “ejércitos” y aliados. Mientras que grupos relacionados con ataques de tipo ransomware, como Conti, se han manifestado afines al régimen ruso; otros, como Anonymus, han declarado la guerra a Putin –especialmente a través de campañas de exposición de información –, y se han unido al “ejército cibernético” de Kiev

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¿Y en el futuro?

Todo ello evidencia la especial importancia que ha cobrado el mundo cibernético en la escena internacional. Pese a que el “laboratorio báltico” difícilmente parece exportable a otros países mucho más grandes y menos desarrollados tecnológica y digitalmente; la mayor parte de los expertos y analistas subrayan que es necesario conocer y monitorear las acciones estonias, letonias y lituanas en su defensa de los ciberataques rusos. Las decisiones adoptadas por los pequeños estados, otrora soviéticos, servirán de guía sobre las características y patrones del futuro de los ciberconflictos. 

Según el experto en tecnología Joseph Dana para el medio Syndication Bureau, son ahora los países del Medio Oriente –como Emiratos Árabes Unidos o Israel– quienes están prestando mayor atención a los rasgos de estas nuevas guerras, y a las estrategias de ciberdefensa. Con un doble motivo. Además de la gran inversión emiratí de la última década para seguir el modelo estonio, “los funcionarios del país también han discutido la necesidad de construir una mejor infraestructura de ciberseguridad para salvaguardar la economía del conocimiento de la nación”. 

Así, muchos analistas han coincidido en que, de estallar el conflicto entre los países del Golfo e Irán, los ciberataques se convertirían en un arma de uso habitual para ambos bandos. De hecho, Israel y la República Islámica persa ya han intercambiado varias ofensivas de carácter digital y tecnológico, y se teme que estas puedan extenderse más allá de la infraestructura militar.

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