Luna-25 abre las puertas de Rusia para alunizar cosmonautas en la próxima década

El director general de la Agencia Espacial de Rusia, el general Yuri Borisov, ha soltado un suspiro de alivio al ver con sus propios ojos cómo una potente llamarada lograba elevar la misión robótica Luna-25 y la encaminaba hacia el satélite natural de la Tierra.
El general Borisov ya ha recibido los parabienes del presidente Vladimir Putin una vez que la corporación estatal espacial que dirige, Roscosmos, hace tan solo unas pocas horas que ha reactivado con éxito el primer gran hito del programa de exploración lunar de Rusia.
El viernes, 11 de agosto a la 01:11 de la madrugada, hora peninsular española ‒una hora más en Moscú‒, desde el cosmódromo siberiano de Vostochny, a unos 5.500 kilómetros al este de la capital de Rusia, rugía el cohete Soyuz que ha puesto en ruta la primera sonda automática rusa de descenso lunar del siglo XXI. El lanzamiento ha sido retransmitido en directo por Roscosmos hasta la completa separación de Luna-25 del cohete portador a los 9 minutos del despegue.

El Kremlin retoma con Luna-25 su presencia activa en la Luna. Al mismo tiempo, Moscú cierra un largo paréntesis de 47 años en el que había dejado en segundo plano su interés por el astro, que fue objeto de la carrera espacial que mantuvieron Washington y Moscú desde la segunda mitad de los 50 y en la que Estados Unidos se alzó con la victoria.
Luna-25 ha centrado las expectativas espaciales del Kremlin, aunque a la misión le queda prácticamente todo por hacer. El futuro de la ciencia y la tecnología espacial rusa depende en gran medida que la astronave alcance la órbita lunar el 16 de agosto y se pose con delicadeza sobre la superficie del Polo Sur cinco días más tarde, sus instrumentos a bordo comiencen a funcionar y los datos que recoja lleguen correctamente a la Tierra.

A la búsqueda de agua
¿Cuál es la importancia de la misión Luna-25? Es el primer paso de Vladimir Putin para dar luz verde oficial al programa de vuelos lunares tripulados de Rusia. Los planes de Roscosmos para llevar cosmonautas al satélite natural de la Tierra “no tienen una perspectiva inmediata. Será después de 2030”, ha confirmado el director ejecutivo de programas científicos avanzados de Roscosmos, el profesor Alexander Bloshenko.
De 39 años, Bloshenko es un eminente físico y matemático que goza de la confianza del presidente Putin. Es consciente que los elevados costes de la guerra de Ucrania limitan las inversiones estatales para ultimar el desarrollo de vectores pesados para el transporte de cosmonautas y cargas, así como para la construcción de los imprescindibles módulos tripulados de descenso lunar.

Pero también sabe que el programa Artemis de la NASA de retorno a la Luna, el camino emprendido por China, sin prisa, pero sin pausa, y la propia opinión pública rusa espolean a Vladimir Putin y a Roscosmos para no dejarse ganar por segunda vez la carrera nunca admitida por llegar a la Luna. En consecuencia, si Luna-25 sienta un precedente de éxito completo, las misiones Luna-26, 27 y 28 echarán a rodar una tras otra durante la presente década y serán el prolegómeno del envío a Selene de los primeros cosmonautas rusos a partir de 2030.
Roscosmos califica a Luna-25 como la primera estación lunar automática rusa. Su peso máximo al despegue es de 1.800 kilos, incluidos los 31 kilos de equipamientos científicos de los que se ha responsabilizado el prestigioso Instituto de Investigación Espacial (IKI), de la Academia de Ciencias de Rusia. Bajo la dirección del diseñador jefe Pavel Kazmerchuk, su fabricación recayó en NPO Lavochkin, compañía estatal especializada en el diseño y construcción de sondas científicas espaciales.
Los nueve instrumentos que lleva a bordo son para estudiar la composición del suelo y la atmósfera en las inmediaciones del Polo Sur. Pero lo más notable es que la sonda rusa va a la caza y captura de agua. Su objetivo principal es “buscar agua”, porque “es un recurso clave para las futuras bases lunares habitadas”, reitera Alexander Bloshenko.

Destino: el Polo Sur lunar
Los científicos rusos tienen el máximo interés en conocer la composición del agua lunar, saber si es o no potable y si puede ser utilizada como fuente de energía. Por eso la sonda incorpora un brazo articulado manipulador dotado con una minúscula cámara de alta resolución para recoger muestras del suelo hasta una profundidad de 40 centímetros. Un espectrómetro miniaturizado las analizará con carácter inmediato sin necesidad de tener que trasladarlas a la Tierra.
A bordo también viaja una cámara estereoscópica para que los técnicos del Centro de Control en tierra puedan apreciar el entorno. Otros instrumentos que lleva fijados estudiarán las propiedades térmicas del regolito ‒fragmentos de roca y granos minerales que pueblan la superficie lunar‒, la composición del polvo lunar, los campos eléctricos alrededor de la sonda y la exosfera lunar. Además, medirá la radiación de fondo de neutrones y rayos gamma en la superficie y los componentes del plasma.

El amplio equipo de ingenieros y científicos rusos de Luna-25 ya ha preseleccionado el posible lugar para el descenso. Será en el Polo Sur, al norte del cráter Boguslavsky, aunque también ha elegido otras dos zonas alternativas cercanas. La sonda orbitará a 18 kilómetros de la superficie, descenderá hasta los 700 metros, donde activará los retro cohetes para frenar su caída. Y volverá a encenderlos a los 20 metros de altura, para lograr posarse de forma lo más suave posible a menos de 3 metros por segundo. Y comenzará a trabajar.
Luna-25 es la heredera de numerosas misiones pioneras lunares soviéticas, unas saldadas con estrepitosos fracasos y otras con clamorosos éxitos. La última de todas fue Luna-24, lanzada el 9 de agosto de 1976 bajo el mandato del líder soviético Leónidas Brezhnev. Un pequeño modulo regresó a la Tierra dos semanas después con 170 gramos de regolito.

La misión que ahora se dirige hacia Selene ya ha recorrido parte de los 357.000 kilómetros que en el presente mes de agosto separa la Luna de la Tierra, unas 46 veces la distancia entre España y Australia. Los técnicos del Centro de Control de Roscosmos situado en las cercanías de Moscú siguen su trayectoria, corrigen su vuelo y supervisarán sus actividades a partir de su descenso el 21 de agosto.
Luna-25 sigue a la misión Chandrayaan-3 de la agencia espacial de India, que, aunque emprendió el camino el 14 de julio y ya está dando vueltas alrededor de Selene, su alunizaje está previsto a partir del 23 de agosto. Y se anticipa a SLIM de la agencia de Japón, que tiene previsto su despegue el 26 del presente mes desde la base de Tanegashima.