China mantiene su apoyo a los talibanes mientras mira con preocupación el posible aumento de extremismo en la región

Después de casi una semana en el poder, los talibanes comienzan a organizar su Gobierno. En los últimos días también hemos visto como los insurgentes han organizado una campaña de propaganda mediática de cara a la comunidad internacional fingiendo un cambio de actitud. Han prometido una amnistía, derechos para las mujeres e incluso uno de sus líderes ha sido entrevistado por una periodista. Todos estos movimientos buscan crear una falsa careta para buscar apoyos externos, y, desgraciadamente, puede que algunos países o medios de comunicación internacionales caigan en esta falsa “moderación”. "Los talibanes no son moderados. Cuando se vaya el último soldado estadounidense, el régimen del terror y la oscuridad se impondrán", aleta Pilar Requena, periodista internacional.
Por otra parte, hay ciertos países dispuestos a apoyar a los talibanes sin condiciones, tan solo por intereses económicos o estratégicos. China, por ejemplo, busca explotar los valiosos recursos naturales que ofrece Afganistán. También, a Pekín le preocupa que el país asiático se convierta en un refugio para los uigures más radicales, etnia con la que está fuertemente enfrentado. Hace años, en la frontera entre China y Afganistán, miembros del Movimiento Islámico Turkestán Oriental (ETIM) organizaron y planearon algunos de los peores atentados que ha sufrido el gigante asiático. El auge del extremismo en la región, como por ejemplo en Pakistán, donde muchos sectores han celebrado la victoria talibán, es lo que más preocupa a China. El objetivo de Pekín es asegurar sus inversiones en Afganistán, y los únicos que pueden hacerlo actualmente son los talibanes.
A finales de julio, ante el rápido avance de los insurgentes en el país, el Ejecutivo chino recibió en Tiajin a una delegación talibán encabezada por Abdul Ghani Baradar. La victoria de los extremistas era un escenario cada vez más real, por lo que Wang Yi, ministro de Exteriores chino, pidió protección y seguridad para sus inversiones y ciudadanos en el país. Asimismo, instó a Baradar a no crear una base para terroristas. A cambio, China ofreció ayuda para reconstruir el país y crear infraestructuras, así como reconocer el Gobierno talibán. “China está preparada para desarrollar relaciones amistosas y cooperativas con Afganistán, y a desempeñar un papel constructivo”, anunció el Ministerio de Exteriores. Otra cuestión importante para China es la Nueva Ruta de la Seda, donde espera contar con Afganistán en el proyecto.

Desde entonces, China ha continuado su acercamiento a los talibanes. Horas después de que el movimiento anunciase su victoria sobre Afganistán, Hua Chunying, una portavoz del Ministerio de Exteriores aseguró que Pekín estaba listo para “una cooperación amistosa con Afganistán”. “China respeta el derecho del pueblo de Afganistán de determinar de manera autónoma su propio destino y dese una transición tranquila”, declaró. Asimismo, admitió haber mantenido “contacto y comunicación” con los talibanes. Todo este apoyo ha servido para que los insurgentes hayan asegurado no permitir “que nadie use el territorio afgano contra China”, tal y como señaló Mohamed Naim, portavoz del movimiento.
A medida que los talibanes organizan la nueva estructura política del país, Pekín sigue alabando al nuevo régimen, considerando a los insurgentes “más calmados y racionales”. Asimismo, pide al resto de la comunidad internacional que sea “más objetiva” al juzgar el panorama afgano. En los últimos días, han surgido varias protestas en algunas ciudades afganas como Jalalabad o Asadabad. La manera en la que los talibanes reprimieron estas manifestaciones, dejando varios muertos y decenas de heridos, demuestra su carácter todavía violento, a pesar de su intento de lavado de cara. Las mujeres, uno de los sectores de la población que más va a sufrir la nueva etapa talibán, también han denunciado prácticas brutales por parte de los extremistas.

Además de apoyar políticamente a los talibanes, China ha aprovechado para cargar contra Estados Unidos y el caos que ha provocado su retirada, que según Pekín ha tenido “un grave impacto negativo”. No obstante, un comunicado del Ministerio de Exteriores ha anunciado que el Gobierno está “dispuesto a dialogar con Estados Unidos para promover una aproximación suave a la cuestión afgana para que no haya una nueva guerra civil, ni un desastre humanitario y no se convierta en un refugio del terrorismo”.
Las críticas a la desastrosa retirada estadounidense no solo han venido desde China. El expresidente afgano ahora exiliado en Emiratos Árabes Unidos, Ashraf Ghani subrayó que la situación actual de violencia “se debe a la repentina decisión de retirar las tropas internacionales”. El ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov también ha considerado un “fracaso” la misión estadounidense en Afganistán. “Es algo reconocido por todos, Estados Unidos incluido”, sentenció.
A medida que Estados Unidos evacuaba al personal de su embajada en Kabul al estilo Saigón, Rusia fue uno de los primeros países en anunciar que mantendría su delegación diplomática en la capital afgana. Suhail Shaheen, portavoz talibán aseguró que garantizarían las condiciones seguras para el funcionamiento de las embajadas de Rusia y otras, según informó la agencia rusa TASS. Moscú ha respaldado la decisión talibán de mantener conversaciones con otros políticos, al igual que celebra su carácter “moderado” en comparación con el movimiento años antes. “Han declarado una amnistía y dicen que permitirán trabajar a las mujeres. Quiere que Afganistán funcione como un país civilizado”, explicó a EFE Vladímir Dzhabárov, vicepresidente del comité de Asuntos Internacionales en el Senado ruso. Aún así, Moscú todavía no ha reconocido al nuevo régimen y todavía mantiene al movimiento talibán dentro de la lista de organizaciones terroristas. “Nosotros no nos damos prisa con el reconocimiento”, declaró Lavrov. Por otra parte, Dzhabárov ha señalado que “el reconocimiento es inevitable”.

Los países al otro lado de la frontera norte de Afganistán: Tayikistán, Uzbekistán y Turkmenistán, naciones exsoviéticas y aliados de Moscú, son una de las preocupaciones del Kremlin. “Tras la toma de Kabul, los representantes del movimiento talibán se tomarán una breve pausa y en el futuro llevarán a cabo acciones provocativas y agresivas contra los países que tienen frontera con Afganistán”, declaró Yuri Shvitkin, vicepresidente del Comité de Defensa. Para Shvitkin, Tayikistán es el país que “corre en estos momentos el mayor peligro”, ya que existen bastantes partidarios del movimiento talibán. Ante esta amenaza, tropas rusas se han desplazado al país para iniciar ejercicios militares, tal y como informa el medio ruso Sputnik. En Tayikistán se encuentra la base militar rusa más grande en el extranjero, cerca de la frontera afgana. Este centro alberga a unos 6.000 soldados, tanques, drones y helicópteros
En cambio, Uzbekistán y Turkmenistán presentan una situación más favorable. Mientras que Taskent mantiene grandes fuerzas militares en la frontera, Asjabad cuenta con el apoyo de China.

Durante el reciente encuentro entre la canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente ruso, Vladimir Putin, la cuestión afgana fue uno de los principales temas. Putin alertó sobre la injerencia exterior mientras subrayó “prevenir la desintegración del Estado afgano”, según informa EFE. Merkel, por su parte, admitió que habría que “dialogar con los talibanes”, además de salvar a aquellos que quieren abandonar el país.
Volviendo a territorio afgano, es necesario destacar la situación en el aeropuerto internacional Hamid Karzai, donde miles de afganos siguen intentando huir del país. Esta mañana ha comenzado una nueva jornada de desesperación y caos. Fuentes de la cadena británica Sky News han asegurado que se trata del “peor día hasta ahora”.