Impulsados por las directrices oficiales del grupo terrorista, diversos actores no estructurados han aprovechado el confinamiento para perpetrar atentados en suelo europeo

Daesh y el coronavirus: entre la prevención y la oportunidad

photo_camera PHOTO/AP - Oficiales de policía se reúnen después de que un hombre con un cuchillo atacara a los residentes en la ciudad bajo encierro, el sábado 4 de abril de 2020 en Romans-sur-Isère, en el sur de Francia

Para Daesh, el coronavirus ha sido muchas cosas. En el imaginario de la red terrorista, la pandemia se ha caracterizado de diferentes formas: como un castigo de Dios a los infieles, como una amenaza a la que había que evitar exponerse e, incluso, como un arma potencial -en el caso de que el terrorista en cuestión consiguiese, una vez infectado, contagiar el patógeno a más gente.

Así, a medida que la pandemia se ha ido expandiendo por distintos rincones del mundo, el ecosistema de comunicación de Daesh, todavía bastante potente, ha ido moldeando los mensajes que dirigía a sus seguidores. Primero, cuando se registraron los primeros casos en Wuhan y los alrededores, se presentó al virus como un castigo de Dios a los infieles y un preludio de lo que podía ser el Día del Juicio. 

Foto de archivo de un campo de reeducación para uigures en la provincia de Xinjiang, en China

¿Por qué estaba golpeando en China? Según el grupo yihadista, se trataba de una forma de ajusticiamiento divino al régimen de Pekín, responsable de la reclusión y la tortura de cientos de miles de uigures -una etnia mayoritariamente musulmana- en campos de concentración en la provincia de Xinjiang. En vista de la creciente expansión del virus fuera del país asiático, los líderes de Daesh llamaron a los ciudadanos a “buscar ayuda de Dios Todopoderoso para evitar la enfermedad y mantenerla alejada de sus países”.

Sin embargo, semanas más tarde, el virus saltó a Irán -donde domina el chiismo, también enemigo acérrimo de grupos como Daesh-, a otros lugares de Oriente Próximo y a Europa, donde han sido perpetrados algunos de los atentados más letales de la historia de este grupo: Bataclan, Bruselas, Niza… 

De este modo, países como Italia, España y Francia -por citar solo algunos- han ido quedando inmersos en una posición comprometida, de creciente debilidad. Muchos de los efectivos de sus fuerzas de seguridad y Ejércitos han sido destinados a la lucha contra la COVID-19. Podía pensarse, desde el punto de vista de las organizaciones como Daesh, que la lucha antiterrorista, podría haber pasado, junto con otras prioridades a un segundo plano (aunque operaciones como la llevada a cabo la semana pasada en Almería dan testimonio de lo contrario).

Familiares y sanitarios que llevan ropa de protección, máscaras y guantes, rezan sobre el cuerpo de una víctima de coronavirus, en las afueras de la ciudad de Babol, en el norte de Irán, el jueves 30 de abril de 2020

El mensaje emitido por el grupo terrorista fue aparentemente contradictorio, con unas directrices de actuación que parecían decir una cosa y la contraria. En una edición de la revista Al-Naba publicada a mediados de marzo, coincidiendo con el inicio del confinamiento en la mayoría del territorio comunitario, Daesh, como han hecho numerosas administraciones públicas a todos los niveles, facilitaba sus propias normas para que sus acólitos se enfrentasen al virus.

Entre las recomendaciones, revestidas de un tono épico y grandilocuente, figuraba la de taparse la boca al bostezar y estornudar, la de lavarse las manos con frecuencia… En definitiva, acciones cotidianas mínimas para garantizar la higiene personal. Lo que resulta más significativo, sin embargo, es que también se llamaba a los lectores a no entrar en los territorios donde la infección fuese avanzando. “Los que estén sanos no deberían entrar en la tierra de la epidemia y los enfermos no deberían salir de ella”, rezaba el comunicado.

Una premisa, como poco, muy cautelosa, más si se tiene en cuenta de quién la plantea. Sin embargo, en esa misma publicación, Daesh llamaba a sus seguidores a mostrarse inmisericordes y a lanzar ataques mientras durase la crisis.

Así, por una parte, se urgía a alejarse de aquellos territorios por donde el virus se estuviese expandiendo con mayor fuerza. Por otra, y en sentido contrario, se continuaba llamando a la comisión de actos terroristas. Por tanto, ¿puede hablarse de contradicción? No necesariamente: para aquellos que ya se encontrasen, por ejemplo, en suelo europeo, la orden que prevalecía era la de atentar.

Dejando de lado las instrucciones meramente sanitarias, la llamada de Daesh a la acción ha impulsado a varios actores desestructurados a perpetrar diversos atentados en suelo comunitario en nombre de la yihad. El último ha tenido lugar en Alemania, pero, a lo largo del pasado mes de abril, se registraron otros dos ataques en Francia.

Hanau, otra vez escenario de un atentado

La ciudad de Hanau, una localidad de poco más de 100.000 habitantes cercana a Frankfurt, saltó a las portadas de los medios en todo el mundo a mediados de febrero de este año, cuando un terrorista de extrema derecha llamado Tobias Rathjen asesinó a 10 personas en un bar de shisha. El manifiesto que dejó tras de sí dejaba ver a las claras las motivaciones racistas e islamófobas del ataque.

Más de dos meses después, la misma localidad ha vuelto a vivir otro episodio similar. Dos personas fueron detenidas el pasado 28 de abril después de que apuñalasen a cuatro paseantes. Testigos entrevistados por medios teutones aseguraron que, en realidad, los asaltantes iban en un grupo de 5 o 6. Por suerte, ninguna de las personas atacadas recibió heridas de gravedad. 

Los dos detenidos son dos varones, un albanés de 23 años y un sirio de 26, según el diario alemán Süddeutsche Zeitung. La Policía alemana aún no ha facilitado más detalles y ha asegurado, según la revista alemana Focus, que todavía está investigando las razones del ataque.

La policía francesa revisa el lugar donde un conductor hirió a dos policías el 27 de abril de 2020 en Colombes
Dos atentados en Francia

El episodio acaecido en Hanau no ha sido el primer acto terrorista en suelo comunitario durante los periodos de confinamiento decretados por los respectivos gobiernos. Apenas unas horas antes, un conductor se lanzó contra un puesto de policía en Colombes, a las afueras de París. El atropello dejó dos agentes heridos.

Según el diario local Le Parisien, el hombre, antes de su declaración, confesó que tomó la decisión de cometer el atentado después de haber accedido a vídeos sobre la situación en la Franja de Gaza e hizo varias referencias a Daesh. Fue identificado como Youssef T., de 29 años, nacido en Francia y con antecedentes psiquiátricos y penales. Fue condenado a servicios sociales en 2010 por la comisión de varios actos violentos.

A pesar de su expediente médico, la Fiscalía Nacional Antiterrorista (PNAT, por sus siglas en francés) fue puesta al corriente del asunto y asumió la investigación.

Agentes de la policía francesa se paran en una calle del centro de Romans-sur-Isère, el 4 de abril de 2020, después de que un hombre atacara a varias personas con un cuchillo, matando a dos e hiriendo a siete antes de ser arrestado

El pasado 4 de abril, un individuo apuñaló a siete personas en la localidad francesa de Romans-sur-Isère, situada en el departamento de Drôme, a unos cien kilómetros al sur de Lyon.

Según los datos reunidos por France Bleu Drôme Ardèche, el hombre era un habitante de la localidad, descrito por sus vecinos como “gentil” y “pacifista”. Su ataque comenzó en un estanco, donde apuñaló a la pareja que regentaba el local y a un cliente que se encontraba en el establecimiento. Posteriormente, se encaminó hacia una carnicería del centro de la ciudad, donde tomó otro cuchillo y apuñaló a una persona. Fuera del establecimiento, continuó hiriendo a más viandantes delante de un supermercado.

Fue detenido poco después por las fuerzas de seguridad. En el momento de su arresto, se encontraba arrodillado en plena calle mientras recitaba una oración en árabe, según testigos citados por medios galos. FranceInfo ha revelado que el detenido era un ciudadano sudanés de 33 años que obtuvo la condición de refugiado en 2017. Trabajaba en una peletería local después de haber seguido un programa de formación profesional proporcionado por la Administración a los recién llegados. La investigación pasó, igualmente, a manos del PNAT.

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