Hace un siglo, a finales de la década de 1910 y principios de los conocidos ‘felices años 20’, el número de conflictos bélicos era considerablemente mayor al de ahora. El final de la Primera Guerra Mundial, el Genocidio armenio, la Revolución de Octubre, la Guerra greco-turca, la Guerra polaco-soviética… En 2019, el número de conflictos y violencia ha disminuido comparándolo con esos años, pero aún el orden mundial se ve sacudido por guerras y violencia, en algunos casos con duraciones prolongadas, como en Siria o Afganistán, y en otros con nuevos repuntes de violencia como el caso de la nueva revolución argelina conocida como ‘Hirak’.
El informe anual de ‘Ther Armed Conflict Location & Events Data Project’ (ACLED, por sus siglas en inglés) de 2019 hace una revisión pormenorizada de los datos obtenidos sobre violencia política y manifestaciones en las regiones de África, Oriente Medio, el Sudeste asiático, Asia Central y Sur, el Cáucaso y Europa oriental y los Balcanes. En este texto de algo más de ochenta páginas, el ACLED, un proyecto de recopilación de datos, análisis y mapeo de crisis en coordinación con el Strauss Center de la Universidad de Texas, en Estados Unidos, lleva a cabo investigaciones para describir, explorar y probar escenarios de conflicto, con el fin de la divulgación.
Entendiendo la ‘violencia política’ como: “todos los eventos codificados como eventos del tipo ‘batallas’, ‘explosiones/violencia remota’ y ‘violencia contra la población civil’, así como todos los eventos codificados como ‘violencia callejera’ bajo el tipo de disturbios”. Bajo esta definición, el proyecto ACLED ha contabilizado un aumento del 13% de la violencia política y las manifestaciones en todas las regiones de cobertura de este proyecto, motivadas por un aumento en la actividad de protestas.
Por su parte, las tasas de conflicto disminuyeron en general, pero la violencia política aumentó en más países de los que disminuyó. ACLED registró 91.448 sucesos de violencia política en 2019, una disminución del 2% con respecto al 2018, que tuvo 93.642 casos recogidos. Sin embargo, a pesar de la disminución general, se reportó violencia política en el 96% de todos los países cubiertos por el instituto, y el número de sucesos aumentó en más países de los que disminuyó. La violencia política aumentó de manera más sustancial en Ucrania, India, Libia Myanmar y Burkina Faso. Vivimos en un mundo donde aún se producen múltiples guerras y conflictos. El conflicto en Siria sigue registrando el mayor número de violencia política, mientras que la guerra en Afganistán continúa siendo el conflicto más sangriento y con más muertos.

Además, un gran número de ‘conflictos congelados’ continúan desarrollándose, a pesar del olvido de la comunidad internacional. Es el caso de Azerbaiyán y sus conflictos en la frontera con Artsakh y Armenia, que le convierten en uno de los países con mayor violencia política de 2019. Al mismo tiempo, han surgido nuevos conflictos que se expanden con violencia, sobre todo, por la zona del Sahel, y por Myanmar, con la herida abierta y sangrante de los rohingyas.
En todos los lados, los civiles siguen teniendo serios problemas para combatir los riesgos que los conflictos entrañan. Si bien la mayoría de las formas de violencia política está en aumento, la caída de estos eventos se debe a que ha habido una disminución de las batallas en proceso del 15%. Sin embargo, todas las demás formas de violencia: violencia callejera, explosiones, violencia contra los civiles… ha aumentado de 2018 a 2019, como la violencia ejercida por las mafias, que aumentó en un 47%.
La violencia contra los civiles se incrementó en un 7%, especialmente en Siria y Yemen. Asimismo, la violencia sexual aumentó en un 58% en la zona del sur de Asia, sobre todo, en India, un país que ha registrado cuatro violaciones cada hora, lo que motivó la celebración de masivas manifestaciones en Bombay el año pasado, pidiendo justicia para las mujeres violadas.
Por países, Siria con 17.667 casos de violencia política, como explosiones y violencia remota (es decir, la utilización de artillería y misiles de ataque), lidera la lista; seguida de Ucrania, con 14.852 casos, principalmente por batallas de choque armado entre el Ejército ucraniano y las fuerzas separatistas del Donbass.
Afganistán es el primer país con mayor número de muertes por conflicto, consecuencia de la guerra abierta entre el Ejército afgano y los talibanes, con un total de 41.725. A continuación, se encuentra Yemen y el conflicto que ha esquilmado el país, entre las fuerzas de la Coalición Árabe y las milicias hutíes, que han dejado en un año 25.702 muertes.
Otro de las zonas golpeadas por la violencia son el Sahel y el cuerno de África. Nigeria y su conflicto con la organización terrorista Boko Haram, que ya supera la década, continúa siendo la principal fuente de conflictos, y añadido a este, la lucha étnica entre agricultores y ganaderos, que los últimos años ha aumentado considerablemente.
Somalia, al igual que Nigeria, no es uno de los países con más sucesos de violencia política, peros sí uno de los que más muertes registra a causa de la violencia. El grupo terrorista Al Shabab (Movimiento de Jóvenes Muyahidines) llevó a cabo en 2019 una violenta insurgencia contra el Gobierno somalí, como el ataque a finales de año en Mogadiscio, la capital, donde un coche bomba dejó más de 70 fallecidos y decenas de heridos.
Según el informe de ACLED, el número de muertes totales con respecto a 2018 disminuyó en un 17%. ACLED registró 126.047 muertes el año pasado, frente a las 151.887 en 2018. Sin embargo, las muertes aumentaron un 45% en el sudeste asiático y un 1% en África, con incrementos significativos registrados en Myanmar, Burkina Faso, Libia, la República Democrática del Congo y Mozambique.
Del mismo modo, cabe destacar que, aunque murieron menos civiles en ataques directos, estos siguen siendo el foco de la violencia. ACLED ha registrado un aumento del 2% en la selección de objetivos civiles en comparación con 2018, siendo Siria el país más peligroso para este colectivo. En este punto, conviene señalar que el número de los civiles fallecidos es mayor al reportado por ACLED de 222.365, ya que no se incluyen los civiles asesinados por ‘daños colaterales’, lo que significa que el número real de muertos civiles por violencia política en 2019 es mucho mayor.
Los gobiernos continúan representando la mayor amenaza para los civiles en todo el mundo con las fuerzas estatales responsables de más de una cuarta parte de toda la violencia contra ellos en 2019, la mayor proporción entre todos los actores. De los principales agentes responsables de la mayor parte de los ataques contra civiles durante el año pasado, están las fuerzas militares afganas, los talibanes, el ejército hutí y las fuerzas pro-Hadi, ambas en Yemen, y las fuerzas militares sirias.

Otro de los puntos a destacar del informe elaborado por ACLED es la violencia ejercida por las mafias, que aumentó en un 22% con respecto al año 2018 y ha causado más muertes. Si bien los eventos individuales de la mafia generalmente resultas en pocas muertes, el incremento de este número es impulsado por un crecimiento más amplio de la violencia de la mafia en general, particularmente en India, donde representa el 57% de todos los sucesos de este tipo.
Un punto para destacar es el epígrafe exclusivo que el ACLED da a la violencia en Estados Unidos. Durante el verano de 2019, ACLED llevó a cabo un proyecto piloto para contabilizar los casos de violencia ejercida en el gigante norteamericano y el estudio muestra que, a pesar de ser limitada, la violencia en dicho país es muy letal. Entre los meses de julio y septiembre del año pasado, fueron contabilizados hasta 50 casos de violencia, sobre todo, tiroteos masivos y un excesivo uso de la fuerza por parte de las autoridades del Estado. Los objetivos de estos ataques fueron en su gran mayoría la comunidad afroamericana, los miembros del colectivo LGTB y las mujeres.
Para finalizar el informe, el grupo de investigación hace referencia a las manifestaciones y protestas vividas en las regiones analizadas, que han aumentado en un 51%, donde aproximadamente más del 90% fueron manifestaciones pacíficas, mientras que el 12% tuvo algún suceso violento, fundamentalmente en África (como en Argelia y el Hirak o las manifestaciones de septiembre contra el presidente egipcio Abdel Fattah Al-Sisi), Oriente Medio (sobre todo, en Irán, por el aumento del precio del petróleo, y en Irak, contra la corrupción de la clase política) y el Sudeste asiático.

El panorama que dibuja ACLED a través de su trabajo no es nada alentador, y aunque se hayan visto reducidas las cifras de violencia política con respecto al año pasado, el nuevo desafío que ha puesto contra las cuerdas al mundo, la pandemia de la COVID-19, seguramente pronunciará aún más las situaciones de riesgo en estos países y supondrá la mecha que encienda la llama en otros lugares.