El diplomático Jorge Dezcallar, con amplísima experiencia en asuntos internacionales gracias a su labor como embajador en Washington, ante la Santa Sede y en Marruecos y quien fue el primer director civil del CNI español, publica su nuevo libro ‘Abrazar el mundo. Geopolítica, hacia dónde vamos’ después de su novedosa y exitosa incursión en la ficción con la novela ‘Espía accidental’.
En una entrevista en profundidad con Atalayar explica su nueva obra, un análisis detallado sobre la dirección de la geopolítica actual frente los grandes retos que se atraviesan hoy en día en el mundo relacionados con los cambios de equilibrios y configuración de poderes en el panorama internacional y con asuntos como los avances rápidos en diversos campos como el tecnológico y el genético, con el trasfondo de la pandemia del coronavirus que tanto ha impactado globalmente, y arroja luz sobre los temas de actualidad relevantes como la guerra de Ucrania o la lucha por el liderazgo mundial entre Estados Unidos y China, con otros actores que buscan reconfigurar el escenario actual como Rusia.
Cambio de tercio tras su última novela que significó la primera incursión suya en el mundo de la ficción; ahora llega ‘Abrazar el mundo’, un análisis en profundidad del escenario geopolítico y económico mundial con la pandemia de trasfondo. El mensaje que se podría extraer del libro relacionado con el título es el de abrazar y cuidar el mundo ante los últimos cambios importantes derivados de la evolución en la geopolítica y en campos como el tecnológico, genético o incluso de la información.
Escribí este libro durante la pandemia, en el año 19, luego lo paré para realizar la novela, que me divirtió mucho, y lo retomé luego. ‘Abrazar el mundo’ refleja esas ganas que teníamos de abrazarnos unos a otros cuando la pandemia nos imponía lejanía y separación. También abrazar el mundo porque el mundo está cambiando muy deprisa, no entendemos muy bien lo que está pasando, lo cual se traduce en angustia e inseguridad, ante problemas muy serios que exigen que le prestemos mucha atención.
Aumenta la pobreza en el mundo, las diferencias sociales, la pandemia las agrava, la guerra de Ucrania las agrava todavía más. También está todo el tema de la proliferación nuclear, donde Corea del Norte representa un peligro; el aumento de los delitos cibernéticos, del ciberterrorismo que no conoce fronteras; sobre todo, el cambio climático. No somos dueños de este mundo, somos sus gestores y tenemos que cuidarlo y dejarlo en buenas condiciones para quienes nos sucedan. El mundo exige atención porque acabamos un ciclo geopolítico, todavía no empieza otro y estamos pasando de un orden multilateral a una época de desorden multipolar.

Ha cambiado el orden heredado desde el final de la Segunda Guerra Mundial, que dejó un mundo bipolar representado por Estados Unidos y por la URSS, por Occidente y el este, por el capitalismo y el comunismo, de repente eso desapareció con la caída del Telón de Acero y se quedó EEUU al frente, y aparecen dos actores como son China y Rusia, que quieren contravenir eso.
Farouk Kaddoumi, que era una especie de ministro de Asuntos Exteriores de Yasser Arafat, de la OLP, llegó una noche a Madrid y lo llevé a cenar, y, hablando entre los dos, echaba de menos el viejo mundo bipolar porque decía que entonces era fácil saber quiénes eran tus amigos y quiénes tus enemigos, ahora se ha vuelto todo mucho más confuso. En el siglo XX hubo tres grandes ideologías, que fueron el fascismo, el comunismo y el liberalismo. El fascismo fue derrotado militarmente, el comunismo se hundió por su inoperancia y quedó el liberalismo. Entonces fue cuando Francis Fukuyama pensó que era el fin de la historia, que ya no había rivales para el liberalismo. Es curioso porque leí una biografía de Cicerón y pensaba lo mismo. Los romanos pensaban lo mismo cuando se destruyó Cartago, que no había rival, que eran la potencia dominante en el Mediterráneo y en el mundo conocido entonces. La historia se repite, pero ahora lo que pasa es que esas normas que se inventan en 1945 en Bretton Woods, San Francisco, las conferencias aquellas de Potsdam, Yalta, El Cairo, Teherán, diseñan un mundo con dos superpotencias y con reglas compartidas. Estaba el Fondo Monetario Internacional, estaba el Banco Mundial, estaban las Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad y ese es el mundo que termina.
La invasión rusa de Ucrania forma parte de ese fin de ciclo geopolítico con unas normas compartidas por todos. Rusia ahora dice: la arquitectura de seguridad europea tal como está no me conviene, no me interesa, ustedes no han atendido mis demandas de seguridad y yo rompo la baraja. Eso que ha hecho Rusia es lo que está pensando hacer China más adelante. China ofrece un modo de gobernanza alternativo, China dice: por qué tiene que ser más importante el individuo que el colectivo, por qué el principio de autoridad o el respeto a los ancianos no se respeta, o la meritocracia. Tienen otra filosofía, responden a otra cultura, a otra historia, y, en consecuencia, quieren que esas normas sean las que nos rijan en un futuro. Están hartos de que esas normas que tiene Occidente le sirvan para meter el dedo en el ojo y que les estemos hablando todo el rato de derechos humanos. Ellos dejan claro que son otros derechos humanos no los suyos. Ahora sería imposible adoptar por consenso la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. Se hizo por consenso porque se aceptaban esas normas. Hoy en día los musulmanes dirían que la igualdad de género no se la creen e incluso que les parece ofensiva. Los chinos dirían: ustedes han tenido Renacimiento, nosotros no lo hemos tenido, por qué tenemos que poner al individuo por encima del colectivo.
Asistimos a un fin de un mundo multilateral basado en reglas comunes y vamos a un mundo multipolar que yo creo que será bipolar imperfecto, con China y Estados Unidos como grandes potencias hegemónicas y con otros países jugando una liga un poco más abajo: la Unión Europea, Rusia, la India. Pero será imperfecta esa bipolaridad porque China y Estados Unidos si quieren hablar de desarme tendrán que contar con Rusia, y China y Estados Unidos si quieren hablar de economía tendrán que hablar con Europa necesariamente.
Es ese mundo al que vamos. Mientras este mundo se acaba y otro nace, se produce esa época intermedia, de la inseguridad, de la incertidumbre, que crea angustia, y en eso estamos ahora en estos momentos.

Uno de los mensajes claros del libro es que para poder ayudar al mundo hace falta cooperación entre todos; de cara a abordar los diferentes problemas políticos, económicos, medioambientales o la pandemia se requiere unas instituciones supranacionales fuertes que funcionen, que existen ahora, pero parece que no funcionan. Eso pinta un panorama un poco negro por las diferencias existentes entre las potencias.
Pues habrá que llegar a un acuerdo porque si no llegamos a este habrá un “decoupling” que dicen ahora los americanos, una división del mundo, entre sistemas de internet incompatibles entre sí por ejemplo, o con sistemas de transacción de dinero incompatibles entre sí.
Yo creo que algo que ha demostrado la pandemia es que es imposible enfrentar problemas globales con enfoques nacionales, parciales o locales. Hacen falta enfoques globales y hace falta cooperación internacional para hacer frente a los retos internacionales. Los retos que tenemos ahora son grandes, el cambio climático es el más importante, pero hay otros.
En estos momentos, los países que no participaron activamente en las conferencias de Bretton Woods, San Francisco, etc., se plantean el cambio de esas instituciones creadas entonces. Si dices que debe haber instituciones internacionales fuertes, pues sí, tiene que haberlas. Pero por qué en el Consejo de Seguridad están Francia o China y no la India, Francia es potencia nuclear, pero la India también, y la India tiene 1.400 millones de habitantes. O por qué Estados Unidos no renuncia al control del Fondo Monetario Internacional o por qué China tiene los mismos derechos de voto que Italia prácticamente en el Banco Mundial. Estas instituciones tienen que adaptarse, algo complicado porque hay que hacer un reparto de la tarta de poder en el mundo diferente. Hay que darle un trozo más grande a China y a la India, y a Brasil y a Sudáfrica y a otros países.
Y los que tienen la tarta no la quieren repartir de otra manera. Ese es el problema. Pero la realidad se impone. Hace unos años, el G6 tenía más del 60% del PIB mundial, ahora está en algo más del 40%. Por esto se tuvo que crear el G20, que reúne el 85% del PIB mundial. Hoy en día, el G6 ya no decide cómo va el mundo porque ya no tiene la capacidad para hacerlo; al igual que en siglo XIX era Inglaterra la que tenía el 60% del PIB mundial y eso ha cambiado.
El mundo cambia y, al cambiar, exige que las instituciones evolucionen también y tengan en cuenta los intereses de esos países que han crecido. Ese es el problema en el que nos encontramos, que para esas instituciones y organismos internacionales tengan fuerza y sean capaces de resolver los conflictos deben tener el respaldo de los países. Y diversos países dicen que hay cambiarlos y, si no, pues entonces no les sirven.

Si tenemos un marco ideológico diferente en la geopolítica, de esferas de influencia, aunque todos se sienten a negociar, es difícil llegar a un acuerdo.
Yo planteo incertidumbres, no tengo las soluciones. Intento levantar inquietudes en el lector. No soy optimista a corto plazo porque veo que esa transición no va a ser fácil. El gran peligro de China y de Rusia en este momento es que están ofreciendo un modelo alternativo de gobernanza global que difiere mucho del que ha existido en el mundo desde el final de la Segunda Guerra Mundial, que se basaba en el liberalismo democrático con el sistema de bloques y la Guerra Fría. Ese mundo, que era el nuestro, impuso sus valores al resto. Y, ahora, el resto del mundo dice que no son sus valores. El devenir de la historia nos llevará a acercarnos más a europeos y americanos, con latinoamericanos también. Esos valores son decrecientes, el 80% de la población mundial vive en países que no son nada libres o medianamente libres; solamente un 20% vive en democracia y la democracia está perdiendo terreno en el mundo. No puedo ser optimista. Freedom House analiza la evolución de los autoritarismos y constata que desde hace diez años están creciendo.
No soy optimista, pero veo que es necesario llegar a acuerdos en temas en los que podamos ponernos de acuerdo. En el clima, por ejemplo, en el uso de la tecnología, en que no acabemos con sistemas incompatibles de internet porque eso pone en peligro la globalización. Si acabamos con mundos estancos entre sí eso sería muy malo para todos. Yo creo que se tiene la inteligencia suficiente como para darse cuenta de eso y se tomarán medidas. Angela Merkel, antes de irse, propuso una gran conferencia sobre los temas informáticos para intentar lograr acuerdos que permitieran que haya un internet para todo el mundo, a pesar de que sabemos que hay países que censuran su contenido.
Por ejemplo, si se han encontrado varias vacunas para la pandemia del coronavirus en tiempo récord ha sido porque ha habido una colaboración que nunca había existido en la historia entre científicos de todo el mundo para, en un tiempo récord, gracias a las redes internacionales de comunicación y a internet y a todas las redes sociales, poner en conjunto sus conocimientos e investigación y llegar a conclusiones rápidamente. Llevamos 40 años sin encontrar una solución para la malaria y esto se ha logrado en dos años o en año y pico con internet.

Se ha puesto de manifiesto con la pandemia. Ha habido una respuesta que no ha sido conjunta, lo que viene analizado en profundidad en el libro, y sí ha habido una respuesta de los Estados, cada uno por su lado. Una vuelta a épocas pretéritas en las que cada Estado se tenía que buscar lo vida. Algo que no debería ser así ante un problema global como el de la pandemia.
Exactamente, hemos respondido a un problema global con soluciones parciales y no ha funcionado. Es verdad que, ante la amenaza, la población se ha dirigido a su sistema de salud propio, no se ha ido a Naciones Unidas, ni a la OMS, ni a la Unión Europea. Creo que el Estado sale reforzado de esta crisis, pero no creo que eso sea bueno. Si se ha demostrado algo es precisamente que si nos hubiéramos puesto de acuerdo todos en luchar juntos contra la pandemia lo hubiéramos hecho mejor. Hoy en día, nosotros estamos vacunados con la tercera dosis y en África hay un 12% de personas vacunadas. Y creo que es miope, es egoísta y es estúpido. Vacunar al 70% de la población mundial, según la OMS, costaría menos del 1% del PIB mundial, la pandemia en 2020 acabó con el 3,5% del PIB mundial y, mientras haya virus y población sin vacunar, habrá mutaciones que nos podrán volver a afectar.
Hace falta un enfoque global, el virus no se para ni en los Pirineos, ni en el estrecho de Gibraltar.
Incluso hubo un enfrentamiento entre Estados Unidos, por aquel entonces liderado por Donald Trump, y China por ver quién era el culpable.
Se dedicaron a meterse el dedo en el ojo uno al otro con argumentos tan estúpidos como que habían sido soldados norteamericanos los que habían llevado el virus a Wuhan, fue patético. Y ha sido patética la forma en la que se ha utilizado por parte de países para hacer propaganda. A cambio de vacunas me das un voto en Naciones Unidas, a cambio de vacunas reconoces Taiwán. Ha habido una utilización política de la lucha contra la pandemia.
Creo que China ha aprovechado para hacer una diplomacia muy agresiva, inteligente. Ha dicho: dense cuenta cómo un país autoritario ha logrado canalizar los recursos en un momento de apuro con más eficacia que un régimen democrático. Estados Unidos, con un 6% de la población mundial, ha tenido el 19% de los muertos, una barbaridad, lo ha manejado mal. Ven ustedes, yo lo hago mejor con procesos más rápidos. Y ese mensaje ha calado en otros países, en África, en América Latina o en Asia.
Pero también se debería haber promocionado otros modelos de países con democracias asentadas, como Corea del Sur o Taiwán, que han tenido un desempeño bastante bueno.
Pero eso no es lo que dice la propaganda china. Tampoco dice que en un país autoritario la situación se ha convertido en más grave porque se detectó más tarde. Porque la gente tenía miedo de decir lo que estaba pasando y porque, una vez que se dijo lo que estaba pasando, al tomarse las decisiones de manera piramidal no se atrevieron a actuar hasta que recibieron autorizaciones de arriba. Un régimen autoritario es más lento y funciona inicialmente peor, pero eso no lo dice la propaganda china.

Siguiendo con el enfrentamiento entre Estados Unidos y China, el libro habla sobre diferentes frentes abiertos en diversas partes del mundo y ahora el interés ha virado hacia el Indo-Pacífico porque Estados Unidos tiene más respeto o miedo a China, que es el principal rival ahora, y ha abandonado otras zonas como en Oriente Medio y África.
Estados Unidos está intentando hacer un viraje hacia Asia porque en Asia está el Indo-Pacífico, está ahora el 62% del PIB mundial y el 65% de la población mundial. El centro económico del mundo se está trasladando al estrecho de Malaca. Eso para Europa es un reto existencial. Pero Estados Unidos no logra hacer el pivote hacia Asia que está deseando hacer porque se lo ha impedido la guerra de Afganistán y ahora la guerra de Ucrania, que le mantiene ocupado en Europa.
Cuando llegó Biden al poder tomó dos decisiones muy rápidas, reavivó AUKUS e hizo el acuerdo Quad. Intenta hacer ese giro a Asia, pero se ve frustrado por el asunto de Afganistán y de Ucrania. Estados Unidos ha dejado espacios en otros lugares.
¿Qué quería Estados Unidos en Oriente Medio? Cuatro cosas básicamente. Quería contener la expansión de la Unión Soviética, Rusia no es el mismo enemigo ahora. Proteger a Israel, Israel se protege sola con todo el dinero y todas las armas que le dio Obama antes de irse, y con los Acuerdos de Abraham ha roto el monopolio que tenían los palestinos en las relaciones con el mundo árabe. Quería también asegurarse petróleo en cantidad y precio asequible y ya lo tiene porque es autosuficiente energéticamente y lo último que quería es evitar el terrorismo y Estados Unidos no sufre un atentado terrorista islamista desde 2014. Entonces EEUU se desinteresa de Oriente Medio, aunque no del todo porque tiene que asegurar los estrechos de Bab el Mandeb y Ormuz.
Se desentiende y eso lo intentan aprovechar otros. Ahí están pugnando países como Turquía, por convertirse en potencia hegemónica; Rusia, por jugar un papel; Irán, que es el viejo Imperio Persa, también quiere estar ahí; pero es verdad que Biden sí tenía un diseño inicial a diferencia de Trump. Cuando Trump renuncia al Tratado Transpacífico deja un hueco en Asia brutal que lo rellena China enseguida. Como pasa en Oriente Medio, la geopolítica tiene horror al vacío; ahora ha hecho el Regional Comprehensive Economic Parnertship, que reúne a 20 países, el 30% del PIB mundial y el 40% de la población mundial y Estados Unidos no está, esto le va a permitir a China dictar sus normas comerciales a países, como son los de Asia, que ideológicamente están cerca de Occidente, pero que económicamente son cada vez más dependientes de China.
El enemigo existencial de Estados Unidos es China, que no va a ser democracia con el desarrollo económico como se pensaba. Xi Jinping lo ha dicho, ellos ya son una democracia, dice: ustedes no me van a decir qué es una democracia, yo ya lo sé y mi democracia es distinta de la suya.
Lo que tienen que hacer es contener a China en temas en los que China puede ser un peligro; por ejemplo, en Taiwán, o, por ejemplo, en el terreno de la competencia económica, comercial y tecnológica. Pero Estados Unidos tiene que ser además capaz de cooperar con China en temas como la proliferación nuclear o el cambio climático y eso es lo que no se ha logrado. Ese es el diseño que tiene Biden en su cabeza frente al discurso simplista de Trump de guerra comercial y cierre de todo, pero que no está logrando llevar a cabo porque no le dejan los rusos.
Ese es el gran frente abierto ahora, la guerra de Ucrania. Rusia no quería tener rastro de la OTAN en sus fronteras, con un presidente beligerante como Vladimir Putin, que quiere recuperar una Rusia protagonista incluso invadiendo un país soberano como es el ucraniano.
Ese es el mundo al que podemos ir si no ponemos unas normas comunes de funcionamiento aceptadas por todos. Putin no acepta las normas que regían la seguridad europea y por eso las hace saltar por los aires. Ese es el problema exactamente al que me refiero en el libro, estamos ante un fin del mundo actual y ese mundo y esas normas están cayendo en desuso. Fíjate en el Foro de Resolución de Conflictos de la OMC, no funciona desde hace años porque no quieren que funcione. Esas normas y organismos internacionales están decayendo, tienen menos poder e importancia y, poco a poco, se están diluyendo. Rusia lo ha hecho saltar por los aires de golpe, no le sirven, y China puede tener la tentación de hacerlo también.
Eso exige un mundo donde nos sentemos y eso exige renunciar también por nuestra parte a cuotas de poder que respondían a una realidad en 1945, pero que han quedado desfasadas por el paso del tiempo y eso no es fácil de hacer.
¿Hacia dónde puede derivar la invasión de Ucrania?
El conflicto de Ucrania será muy malo para los ucranianos en primer lugar; malo para Rusia en segundo lugar porque se va a quedar cara a la pared durante mucho tiempo, aislada y con sanciones brutales. Malo también para Europa ya que está costando mucho, con millones de refugiados, el precio de la gasolina y otros asuntos. Y malo para el mundo, Ucrania está exportando el 30% del trigo mundial, el 15% del maíz mundial y el 76% del aceite de girasol mundial. Ya se anuncia que esto va a tener repercusiones en Afganistán y en el Cuerno de África por la hambruna.
Imagina una Rusia que salga victoriosa, crecida y prepotente, sería malo porque tendría la tentación de repetir lo mismo en otros sitios. Pero una Rusia derrotada, humillada y revanchista también sería malo. Ninguna solución es buena.
¿Qué va a pasar? Yo creo que lo más probable es o una guerra interminable que no nos conviene a nadie, a los rusos en primer lugar porque las sanciones van a acabar haciendo mella en la gente y la población empezará a preguntar quién los ha llevado a eso y por qué se está haciendo eso, porque ahora no lo saben y Putin ha ganado popularidad desde que empezó la guerra de Ucrania, tiene ahora un 82% de popularidad frente a un 42% de Biden. Otra alternativa es, ojalá, una negociación que permitiera que Ucrania renunciara a entrar en la OTAN, diera un estatuto especial a la lengua rusa, renunciara a la soberanía de Crimea y al Donbás y se quedara en un país neutralizado. Pero eso lo tienen que querer los ucranianos también.
Una victoria de Rusia no la veo. Creo que Rusia ha fracasado militarmente en Ucrania, lo está haciendo muy mal. Pero Putin para salir de allí tiene que vender que ha ganado y eso será malo para Ucrania. Occidente está haciendo lo que puede sin cruzar la raya roja de entrar en la Tercera Guerra Mundial, y esa es una línea muy fina y delicada.
Cabe analizar el papel de la Unión Europea en este conflicto y cómo se está quedando rezagada geopolíticamente ante gigantes como Estados Unidos y China, que son los que están marcando el paso, según sus intereses. La Unión Europea es una potencia económica pero quizás no política. Volvemos a lo de que se necesitan instituciones supranacionales fuertes que tengan poder de decisión y de maniobra, ¿la Unión Europea trata de ser esto o estamos en el escenario de 27 países en el que cada cual va a su aire?
Enrico Letta dijo que Europa está compuesta por países que son pequeños y otros que no saben que lo son todavía. Ningún país europeo estará entre las grandes economías del mundo dentro de 20 años. Hay que unirse, no digo llegar a un Gobierno común, pero sí a una política exterior común, con una política de defensa común, con una política energética común, con una política industrial común. Por ejemplo, Siemens y Alstom deberían haberse podido unir para construir un gran gigante europeo de trenes, como tienen los chinos o los americanos, pero no ha sucedido porque la política de competencia lo impide. Por lo tanto, hay que hacer reformas.
Dicho esto, Europa se gasta en defensa 260.000 millones de euros al año, Rusia 65.000 millones y no somos capaces de enfrentar a la nación rusa. La división nos debilita, no cabe duda, y somos conscientes de eso por fin. La decisión de Alemania y de España de invertir más en defensa va por ese camino.
Creo que la invasión de Ucrania retrasa el debate sobre la necesaria autonomía estratégica europea, pero refuerza mucho a la OTAN. Europa tiene que jugar ahora dentro de la OTAN. Pero, si no se une, nos va a pasar como a Venecia, yo hablo del síndrome veneciano. Venecia era un emporio que ganaba mucho dinero con las especias que llegaban de las Molucas, llegaban por la India, llegaban por Egipto, llegaban a Alejandría, embarcaban y arribaban a Venecia, desde donde se distribuían por Europa, y los venecianos se forraban. Hasta que Bartolomé Días dio la vuelta al cabo de Buena Esperanza y Vasco de Gama llegó a la India poco después. A partir de ahí las especias empezaron a llegar directamente de la India por barco a Lisboa desde donde se repartían y Lisboa se forró. Y esto coincidió con que Colón llegó a América y la plata de América llegó a Sevilla, entonces esa combinación hizo que el Mediterráneo se quedara en fuera de juego y el centro de gravedad del mundo pasara al Atlántico y esa fue la época de esplendor de Inglaterra, Castilla o Estados Unidos.
Eso ha cambiado, el dinero se ha ido; como se fue del Mediterráneo al Atlántico, ahora se ha ido del Atlántico al Pacífico y nosotros podemos quedarnos aislados en un rincón del mundo. Tenemos el 6% de la población mundial, tenemos el 20% del PIB mundial y tenemos el 26% del gasto social mundial, esto no se puede mantener salvo que seas capaz de defender tus intereses económicos, políticos y comerciales con una voz política y con una fuerza militar capaz de defenderlo y Europa, que ha tenido la inteligencia de dominar el mundo durante 500 años, va a tener seguro la inteligencia de saber que debe hacer cambios para poder adaptarse a este mundo que viene. Porque, si no, va a desaparecer y si desaparece como un actor importante entonces desaparecerá nuestro nivel de vida.

España ha dado el paso por fin de recuperar a un socio y aliado importante como es Marruecos. Se rompió la relación por lo que se rompió. El Reino pedía un mayor apoyo en la cuestión del Sáhara Occidental y el Gobierno de Pedro Sánchez ha ido dejando pasar el tiempo, incluso con temas espinosos como la acogida de Brahim Ghali en su día, y ahora ha dado el paso de reconocer la propuesta marroquí para el Sáhara como la más seria, creíble y realista.
No estoy en desacuerdo respecto al fondo porque creo que la solución del referéndum es una fórmula intermedia entre la maximalista de la anexión y la maximalista también de la independencia, pero esa fórmula intermedia, para estar bajo el paraguas de Naciones Unidas, debe ser aceptada por la otra parte y, de momento, no lo es.
Entonces parece que de los tres adjetivos: seria, realista y creíble, yo me quedo con realista. Yo sé que no va a haber referéndum en el Sáhara porque Marruecos nunca lo va a hacer y nadie se lo va a imponer y también sé que las partes llevan 47 años sin ponerse de acuerdo. Me parece que es una solución realista que ojalá la aceptaran los saharauis, pero que, por ahora, no la han aceptado.
Propuesta seria me parece también la del referéndum y el acuerdo entre las partes. Para ser creíble necesita el acuerdo de la otra parte.
Pero sí puede ser realista y sería deseable que la otra parte la aceptara porque sería una salida a un conflicto que puede eternizarse.
Lo que critico mucho es la forma en que se ha hecho. Primero porque el presidente no tiene competencia para hacer lo que ha hecho. El artículo 69 de la Constitución dice que la política exterior la hace el Gobierno y el Ejecutivo no estaba enterado de esto, las fuerzas parlamentarias tampoco estaban enteradas. Creo que debilita mucho nuestra acción exterior, que debe ser una política de Estado. La debilita mucho el haber ido a Marruecos sin el respaldo de las fuerzas parlamentarias. La soledad del presidente del Gobierno se manifestó en una votación con todo el mundo votando en contra. Creo que el que nos enterásemos de la existencia de la carta de Pedro Sánchez por un comunicado del Palacio Real de Marruecos ha provocado indignación en la clase política.
Los españoles se fueron del Sáhara en circunstancias muy difíciles en 1975, pero ahí la derecha se quedó tocada porque pensaron que el Ejército no había salido bien parado de aquella aventura y la izquierda se quedó tocada porque pensaron que se había dejado a los saharauis en la estacada. Luego tuvimos la inteligencia de colocarnos bajo el paraguas de Naciones Unidas durante más de 40 años y ahí había un consenso nacional sobre que hubiese un referéndum o sobre que las partes se pusiesen de acuerdo.
Lo que ha hecho ahora Pedro Sánchez es ponerse de parte de Marruecos. Mientras, nuestra posición no es la misma que la de Alemania o Estados Unidos, tenemos otras responsabilidades y cercanía respecto al tema; pero, al decir que es la propuesta más seria, creíble y realista, se ha colocado al lado del reino marroquí y eso ha provocado la indignación de Argelia porque nos sitúa en mitad de la pugna por la hegemonía regional.
Soy un decididísimo partidario de la amistad con Marruecos, que es muy importante para España. Al igual que la amistad con España es muy importante para Marruecos. A los dos países les irá mejor si al otro le va bien. Tengo muchos amigos en Marruecos, un país que admiro y quiero mucho, pero también creo que hay que hacer las cosas por los cauces adecuados. Y, en este caso, estos cauces adecuados, a mi modo de ver, no se han respetado y eso creo que nos debilita porque en este momento lo que Pedro Sánchez ha llevado a Marruecos y lo que ha obtenido respecto a Ceuta y Melilla y la inmigración seguramente es débil porque si mañana la señora Yolanda Díaz llega a la Presidencia del Gobierno o llega el señor Núñez Feijóo pueden no sentirse vinculados con esto porque ha sido una decisión personal del presidente del Gobierno sin tener respaldo parlamentario y eso creo que debilita lo que ha hecho.
Estoy de acuerdo con que el giro puede ser realista y posibilista y que sería deseable que fuese aceptado, pero creo que se podría haber hecho bastante mejor y que hubiese sido más sólido lo que se hubiese construido si se hubiese realizado de una manera mejor con las fuerzas políticas.