El enfrentamiento entre Estados Unidos y China por el desarrollo de la pandemia de la enfermedad COVID-19 ha sido constante en las últimas fechas, con acusaciones mutuas sobre el origen del virus y el comportamiento ante su propagación. El último episodio ha entrado en el ámbito de la mofa debido a un video difundido desde la nación asiática en el que se representa a la estatua de la Libertad quitando importancia a la crisis sanitaria del coronavirus frente a la postura asiática más seria y comprometida.
El video, con más de un millón de visitas en la página web de Youtube de la agencia china Xinhua, tuvo bastante difusión además en las redes sociales, incluso por parte de diplomáticos del país asiático, como indicó la agencia Reuters.
La animación, titulada ‘Once Upon a Virus’ y representada con figuras de Lego, muestra a figuras chinas alertando sobre la aparición y extensión del coronavirus y mostrando los esfuerzos del gigante asiático para atajar el problema; mientras, la estatua de la Libertad, simbolizando a EEUU, difunde una imagen de despreocupación ante una pandemia mundial de tal magnitud, haciendo caso omiso a las advertencias lanzadas por China.
Washington y Pekín continúan enfrascados en una pugna por desentrañar el origen del coronavirus, que el Gobierno estadounidense de Donald Trump ha llegado a fijar en un laboratorio virológico de Wuhan, donde surgió el coronavirus, aunque sin dar mayores detalles; y que desde China se explica por su origen animal en un mercado de esa ciudad de la provincia de Hubei.

El devenir de este choque a nivel internacional viene ya de lejos, incluso desde una etapa anterior protagonizada por la lucha comercial (con imposición mutua de aranceles entre ambos) que se había desarrollado durante muchos meses antes de que estallase la amenaza del coronavirus. El presidente Donald Trump había llevado hasta el extremo la lucha económica con el gigante asiático y había recurrido a unos duros aranceles sobre productos chinos, e incluso a la prohibición de establecer relaciones comerciales con empresas tecnológicas chinas como Huawei, señalada por supuesto espionaje industrial. La República Popular de China había respondido con similares restricciones a bienes norteamericanos, estableciéndose así un duelo económico a escala mundial entre ambas naciones, que se fue mitigando con contactos bilaterales en los que hubo acercamiento de posturas con el máximo mandatario chino Xi Jinping.
A raíz del desencadenamiento de la problemática de la COVID-19, que ha dejado ya centenares de miles de muertos y millones de casos diagnosticados en el mundo, llegaron los roces entre EEUU y China, incluso con acusaciones veladas sobre el dudoso origen del virus y sobre la gestión de la crisis sanitaria que afecta al planeta.

En una de las últimas entregas de esta serie de enfrentamientos, Donald Trump habló de un supuesto informe que demuestra que el patógeno fue creado en un laboratorio de virología de Wuhan (ciudad donde se sitúa el inicio de la pandemia), algo que ha sido desmentido por las autoridades chinas y por organismos como la Organización Mundial de la Salud (OMS), que maneja la tesis del origen animal del virus. Una versión, la del laboratorio, que, al parecer, es manejada por algunos servicios de inteligencia de otros países. De esta forma, naciones como Alemania, Reino Unido y Francia se han sumado a EEUU en la petición de explicaciones al régimen comunista sobre la aparición del virus.

Por cierto, una institución, la OMS, que ha tenido fuertes encontronazos con el propio Trump, quien acusó al organismo internacional de “gestionar mal y encubrir” la propagación del coronavirus y de actuar en favor de los intereses chinos. Motivo por el cual tomó la determinación de congelar los fondos estadounidenses destinados a su financiación. El dirigente republicano se refirió a mediados de abril, sobre todo, a la oposición de la OMS al veto de decretado sobre los viajeros procedentes de China que Washington aplicó a partir del 31 de enero.

Aunque, en los últimos días, ha habido cierto acercamiento por parte de la OMS ante la autorización provisional del Ejecutivo estadounidense para utilizar de emergencia el medicamento antiviral Remdesivir en pacientes graves infectados por el coronavirus hasta que se pueda descubrir una vacuna o fármaco específico contra la COVID-19, algo sobre lo que se sigue trabajando a marchas forzadas, pero que tardará meses todavía.
Hace un par de días el Gobierno de EEUU dio permiso a los hospitales para el uso del Remdesivir, originalmente desarrollado para combatir el Ébola, en el tratamiento de los casos más agresivos de coronavirus. Y hace escasas horas, el doctor Michael Ryan, director ejecutivo de la OMS, señaló que “hay señales esperanzadoras sobre el uso del Remdesivir en un ensayo médico en Estados Unidos”. “Hablaremos con EEUU y la farmacéutica para que esté disponible si da buenos resultados”, indicó Ryan.

Mientras, previamente la Administración Trump había sido acusada de reaccionar tarde y mal ante la crisis sanitaria de la COVID-19. A principios del mes de abril, el presidente estadounidense pronunció una inquietante frase: “Esta va a ser probablemente la semana más dura”. “Va a haber muchos muertos seguramente”, aseveró Trump el 6 de abril. Todo ello después de que el dirigente republicano quitase hierra al asunto e indicase, por ejemplo, a finales de enero que tenían “todo controlado” y que iba a “salir todo bien”. También llegó a asimilar a través de la red social Twitter la COVID-19 con una gripe común, comparando cifras de afectados.

Finalmente, la realidad fue más terca y el máximo dirigente norteamericano reconoció el duro escenario que se había instalado con el coronavirus, aunque dando cierta prioridad también a reactivar la economía y no paralizar más el país tras las medidas de distanciamiento social dictaminadas a nivel internacional para frenar la propagación del virus. Justo además entre protestas de parte de la población norteamericana que abogaba por reducir el confinamiento decretado.

Tras esta evolución de los acontecimientos, se pasó a los ataques entre EEUU y China, donde oficialmente se declara controlada la pandemia, incluso en el epicentro de Wuhan; y donde también se loa el papel ejercido por el país oriental para atajar el problema del coronavirus y para ayudar incluso a muchas naciones con el envío de material y profesionales sanitarios.

Por su parte, Donald Trump incluso llegó a insinuar que los ataques chinos vinculados con el problema de la propagación del virus tienen que ver con el deseo de descabalgarle de cara a las próximas elecciones presidenciales de EEUU en el mes de noviembre; justo en unos momentos en los que se había venido disparando la cifra de afectados en el país norteamericano.