“Los partidarios de Dios en Yemen” se han convertido en la última década en los protagonistas de la guerra que asola al país árabe, que representa la mayor crisis humanitaria del planeta

¿Quiénes son los hutíes?

AFP PHOTO/HO/AL-HUTHI MILITARY MEDIA OFFICE - Yemeníes vitorean en el lugar del derribo de una aeronave Tornado saudí tras un ataque aéreo de los rebeldes hutíes respaldados por el Irán en la provincia septentrional de Al-Jawf

La peor crisis humanitaria del mundo, según la Organización de Naciones Unidas (ONU), y también la más olvidada. Grupos pro-derechos humanos estiman en 56.000 las personas asesinadas, entre civiles y militares, y en 28 millones -la mitad de la población- los que necesitan ayuda humanitaria urgente. Esta es la situación que sufre Yemen, un país situado en la península arábiga, que desde 2014 sufre un cruento enfrentamiento civil que ha devastado la nación ya de por sí arrasada.

El país se ha convertido en una guerra satélite entre diferentes facciones de la región. Por un lado, la coalición liderada por Arabia Saudí, conocida también como Coalición Árabe, que apoya la facción del ex presidente Abd Rabbuh Mansur al-Hadi, contra el frente hutí, vinculado a Irán. Algunos analistas han visto en este conflicto entre los partidarios de Al-Hadi y la milicia una guerra de poder entre saudíes e iraníes con Estados Unidos apoyando a Riad y Moscú a los insurgentes.

Combatiente rebelde hutí
Pero, ¿quiénes son y qué representan los hutíes? 

Para contextualizar esta guerra es necesario conocer quiénes son los hutíes y qué les motivó a tomar las armas contra el poder gubernamental yemení. Más conocidos como la milicia hutí, en honor a su primer líder, son un grupo que, según un informe de 2019 de Renard Manson y Peter Salisbury, está compuesto por entre 180.000 y 200.000 hombres, rebeldes conocidos como Ansar Allah (“Partidarios de Dios”). 

La milicia está adherida a la rama del islam chií conocida como zaidismo, con origen en la revolución del Califato Omeya en el siglo VIII. Un tercio de la población yemení es zaidista y gobernaron el norte de Yemen durante mil años, hasta 1962, año en que se estableció un estado republicano. Es importante tener en cuenta la influencia de los zaidistas en esta zona, pues será el germen de Ansar Allah.

Mujeres yemeníes pasan por delante de las tiendas del mercado de la ciudad vieja de Saná. Los rebeldes hutíes patrullan las calles para hacer cumplir los códigos de vestimenta

En esos años, mediados del siglo XX, lo que hoy conocemos como Yemen estaba dividido en la República Árabe de Yemen, al norte, alienada con Arabia Saudí; y la República Democrática de Yemen, al sur, con fuertes lazos con la Unión Soviética. Con el cercano desmantelamiento de la URSS de fondo, en 1990 ambos países decidieron unificarse, algo que se realizó de manera legal, pero sin tener en cuenta las fuertes tensiones que había entre ambos bloques, lo que provocó una guerra civil en esos años. Ali Abdullah Saleh, quien había ocupado el cargo de presidente de la República Árabe de Yemen desde 1990, pasó a ser el máximo mandatario del Yemen reunificado en 2012.

Los inicios

El régimen republicano condujo a una marginación del zaidismo, lo que alimentó el malestar con las autoridades gubernamentales y creó el caldo de cultivo para que Hussein al-Houthi (1956-2004), primer líder de los Partidarios de Dios, comenzará a realizar discursos contra el Ejecutivo de Saná. Al-Houthi tenía como objetivo imponer un régimen teocrático chií, al menos en el norte del país. 

Los principales temas de los sermones que ofrecía ante su audiencia, cada vez más numerosa, eran el sometimiento del mundo musulmán a la tiranía de judíos y cristianos, la hostilidad de Estados Unidos hacia los chiíes y la amenaza del wahabismo -la versión más fundamentalista suní y dominante en Arabia Saudí-. De hecho, en la década de los 80, los reales salmistas suníes consiguieron ir ganando prominencia en Yemen a través de Riad.

Todas estas proclamas se entienden en un contexto en el que Estados Unidos estaba inmerso en la guerra contra el terror iniciada por George W. Bush tras los atentados del 11-S. El ex mandatario estadounidense vio al Gobierno de Saleh un aliado en la lucha contra Al-Qaeda. Cabe recordar, en este punto, que el grupo terrorista se instaló en el sur del país a finales del siglo XX aprovechando el caos de la guerra civil de los 90 y creando un foco de yihadismo salafista. La colaboración de Saleh con Washington se tradujo en significativas cantidades económicas, algo que los hutíes han utilizado tradicionalmente para mostrar su rechazo con las autoridades gubernamentales, a las que acusan de estar al servicio del gigante norteamericano.

Los chiíes yemeníes, hartos del mandato de Saleh, teñido por la corrupción y la crueldad, comenzaron la insurgencia. A partir de 2002, en el norte de Yemen, se escuchaba la proclama de “Muerte a América, muerte a Israel, malditos sean los judíos, victoria para el islam”. Fue, entonces, en 2004, cuando se produjo el primer alzamiento con el objetivo de obtener la independencia de la provincia norteña de Sadá y así proteger la religión zaidista y sus tradiciones culturales. En esta contienda, los soldados gubernamentales yemeníes mataron a Hussein al-Houthi y su hermano, Abdul Malek al-Houthi, tomó el liderazgo del grupo y llevó a cabo otras cinco rebeliones antes de que en 2010 acordaran con el Gobierno un alto el fuego.

El ex presidente de Yemen, Ali Abdullah Saleh, en una ceremonia para conmemorar el 40º aniversario de la retirada de las fuerzas británicas de Adén
La llegada de las Primaveras Árabes

Pero en 2011 llegaron las ‘Primaveras Árabes’, que también influyeron en el escenario yemení. Los hutíes vieron la oportunidad perfecta para echar del poder a Saleh, cuyo mandato se extendió por más de treinta años. Estas protestas populares y varios intentos de asesinato contra obligaron al presidente a renunciar en 2012 y los hutíes, al ser uno de los pocos grupos revolucionarios con experiencia militar, obtuvieron un importante control del territorio.

A medida que la milicia se fue haciendo más poderosa, fue abandonando las conversaciones que buscaban una transición pacífica y democrática para crear un nuevo gobierno en Yemen. En 2014, finalmente, estalló la guerra civil contra las facciones gubernamentales lideradas por el nuevo presidente Abd Rabbuh Mansur al-Hadi. En 2015, consiguieron hacerse con el control de la capital, Saná, y forzaron a Al-Hadi a exiliarse a Arabia Saudí. Entonces, Riad, junto con el apoyo de su socio en la región, Emiratos Árabes Unidos, comenzó una campaña militar con el objetivo de expulsar a los hutíes del poder. Se formaba, así, la denominada Coalición Árabe.

El presidente yemení Abd Rabbuh Mansur al-Hadi

Cabe destacar, en este punto, que los juegos de poder continuaron en Saná y los hutíes asesinaron a Saleh en 2017 cuando descubrieron que estaba a punto de volver a cambiar de bando -se había aliado con la milicia para garantizar su propia supervivencia-, lo que hizo que el caos que vivía el país se multiplicara.

Financiación e inspiración

Los hutíes han manifestado en diversas ocasiones que sus tácticas se basan en las del Vietcong y los movimientos de resistencia en América Latina, así como en las del Hizbulá de Líbano, con el que comparten gran parte de su ideario y forma de actuar. De hecho, tanto este último grupo como Irán han aumento las provisiones de armas y misiles y han dado entrenamiento militar y fondos a los rebeldes hutíes desde que comenzara la guerra en 2014. Cabe destacar que el Panel de Expertos de Naciones Unidas en Yemen descubrió que Teherán había suministrado a los hutíes donaciones de combustible para aumentar los ingresos de su campaña, si bien no se encontró un vínculo financiero directo.

La paz, estancada

En 2016, comenzaron las conversaciones de paz en Ginebra, pero, de momento, sin ningún efecto en el devenir del conflicto. Los ataques entre la coalición liderada por Arabia Saudí y la milicia son constantes. El pasado 8 de abril, ambos bandos establecieron un espacio de diálogo con el anuncio de un cese el fuego y una propuesta de paz. Todavía no se han conseguido avances significativos. El costo humano de esta guerra, según la ONU, ha sido de más de 6.800 civiles muertos y al menos 11.000 heridos desde marzo de 2015. 
 

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