Sahel: nuevo revés para la diplomacia argelina

Nada va bien para la diplomacia argelina, que sigue fracasando cada vez que intenta mediar entre partes en conflicto. Estos fracasos son, al fin y al cabo, lógicos dado que la diplomacia es un reflejo de la política interior del Estado. Tanto más cuanto que el régimen argelino, en conflicto abierto con su vecino marroquí, no hace nada por resolver la situación y rechaza toda mediación para poner fin a una situación que dura ya demasiado tiempo y que sólo penaliza a las poblaciones argelina y marroquí.
Con una política interior marcada por la represión de todas las libertades fundamentales, las violaciones de los derechos humanos, la mala gestión económica y financiera y una política belicosa hacia varios países, entre ellos Francia, España, Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, etc., se está convirtiendo en una utopía que el régimen argelino desempeñe cualquier papel en la escena internacional. El mérito de la lucha de liberación y de los prósperos años posteriores a la independencia se ha dilapidado totalmente y no queda nada para pretender desempeñar el papel de mediador de buenos oficios.
Inconsciente del efecto devastador de su política tanto dentro como fuera del país, el presidente Abdelmadjid Tebboune ha multiplicado sus intentos de mediación, hasta el punto de querer abordar el duro conflicto ruso-ucraniano. Y todos conocemos el resultado. Un fracaso total mucho antes incluso de haber empezado a esbozar un plan de acción. “Ni siquiera sabían por dónde empezar”, comentó un observador informado.
Sin digerir aún el fracaso ruso-ucraniano, Argel anunció un plan de mediación entre los nigerianos tras el golpe de Estado del 26 de julio contra el presidente Mohamed Bazoum por parte de miembros de su guardia presidencial. Otro revés. Como lo fue la mediación entre las facciones palestinas en Argel. Tebboune no conoce la naturaleza de las diferencias entre los palestinos. Creyó que bastaba con reunirlos en torno a un cuscús para que las disputas que duraban desde hacía décadas desaparecieran con un movimiento de varita mágica”, afirma un especialista en asuntos palestinos.
Mucho antes de estos fracasos, Argel había fracasado estrepitosamente en dos cuestiones árabe-africanas que parecían a su alcance. En primer lugar, la megarepresa etíope conocida como Presa del Renacimiento, que desencadenó una disputa entre Egipto, Etiopía y Sudán que Estados Unidos fue incapaz de resolver. Luego está el conflicto libio en su frontera, que se disputan los lejanos turcos, emiratíes y qataríes.
En la actualidad, Argel vive en un terrible aislamiento en la escena internacional. Hasta el punto de que su presidente, Abdelmadjid Tebboune, ya no es invitado a las reuniones de jefes de Estado dedicadas a los grandes temas del momento. Estuvo ausente de la cumbre de la Liga Árabe de mayo de 2023 en Yeda (Arabia Saudí). También estuvo ausente de la cumbre árabe-islámica de Riad sobre la guerra israelo-palestina. Y estuvo ausente de la cumbre restringida del “Grupo de los Diez” de la Unión Africana (UA) celebrada el 24 de noviembre en Guinea Ecuatorial.
Por si esto no fuera suficiente problema para Argel, el Ejército maliense, ayudado por los paramilitares rusos de Wagner, tomó la ciudad de Kidal, en el norte de Mali, el 14 de noviembre. Como consecuencia, Argel se ha visto privado de una valiosa herramienta de proyección diplomática. “Argelia calla porque no tiene tantos resortes a su disposición”, señala el historiador Pierre Boilley, director del Institut des Mondes Africaines, según informa el diario francés Le Monde. Está adoptando su nueva estrategia. La del silencio. Al final, Argelia se reduce a la talla de sus dirigentes, tan ingenuos como recién llegados.