El tabú del socialismo en Bulgaria

A menos de una semana de las elecciones, Bulgaria debe decidir quién tomará el mando de su Parlamento el próximo 4 de abril. Sin embargo, este país del este de Europa parece no haberse recuperado de su historia reciente; cuando los más mayores suspiran por la vuelta de un régimen socialista, los más jóvenes ni siquiera estudian los últimos años de esta era. Esta brecha política e ideológica, sumada a los diversos escándalos que ha protagonizado el primer ministro búlgaro, Boris Boikov, hacen que el país más pobre de la Unión Europea deba decidir qué camino elegir para los próximos cuatro años.
“Mi madre vivía feliz durante el régimen comunista. Ten en cuenta que no había nadie sin trabajo y la pobreza no existía” narra Nataliya, joven búlgara, en un restaurante en el centro de Sofia al preguntarle sobre dicho régimen que gobernó el país hasta bien entrados los 90. Sus acompañantes en la mesa le dan la razón, pero, cuando preguntas su opinión, todos se definen como liberales y europeístas, que huirían del país antes de dejar que vuelva a gobernar un partido de corte socialista, “ellos creían eso, y lo entendemos, pero no se daban cuenta de que no tenían libertad”.

Hoy en día Bulgaria no se diferencia en gran medida de cualquier otro país europeo, gobernado por el partido ‘Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria’ (GERB) con Boris Boikov a la cabeza del Estado. Este país es más defensor de la Unión Europea que la misma Bruselas, aunque este sentimiento se deba más a motivos económicos que comunitarios. Sin embargo, la realidad de Bulgaria hace escasamente treinta años era bastante distinta.
El país balcánico estuvo gobernado por un régimen comunista hasta principios de los noventa. Tras un referéndum en 1946 el pueblo decidió por un 93% de los votos poner fin a la monarquía e instaurar una república popular gobernada por el Partido Comunista Búlgaro (PCB), que ilegalizó el resto de los partidos. Con la caída del último líder comunista del país, Todor Zhivkov en 1989, se iniciaron una serie de reformas, como la aparición de nuevas formaciones políticas y la transformación del Partido Comunista en uno socialdemócrata, lo que desembocó en las primeras elecciones democráticas del país en el verano de 1990, ganándolas el ala moderada del Partido Comunista, el Partido Socialista Búlgaro (BSP).

“El partido socialista es el más antiguo de la historia de Bulgaria por lo que es parte de la historia y la política del país. Sabemos que tenemos una responsabilidad con el proceso democrático, siendo un guardián de los valores democráticos y de izquierda”, explica Aleksander Dimitrov, investigador en la Universidad de Economía Nacional y Mundial de Bulgaria, y afiliado al Partido Socialista. A pesar de que esta realidad supone la historia reciente del país, una encuesta realizada por la agencia Alpha Research demostró que el 94% de los nacidos tras dicho régimen no saben nada sobre su época socialista, y un 79% de jóvenes no saben absolutamente nada sobre la segunda mitad del siglo XX.
Así lo demuestran Teodora y Petya, dos jóvenes de 19 años, desde la localidad de Ruse, al norte del país. “Cuando se habla del comunismo es algo que a mí me suena muy lejano ya que acabó en 1990 y yo nací en 2002, lo que hace que haya un gran espacio entre mí y esos acontecimientos. La mayoría de las cosas que conozco sobre este periodo es debido a mi padre”, justifica Petya, lo que secunda su hermana Teodora, “no creo que ninguno de nosotros [jóvenes de esa edad] pueda describir cómo era la vida durante el comunismo, y si decimos algo va a ser la representación de lo que nuestros familiares nos han contado”.

Este desconocimiento ha socavado la imagen del mismo partido socialista en el país, sobre todo para aquellos que tienen entre 25 y 40 años, los cuales “cayeron en esta propaganda [antisocialista] creada en los 90. Ahora, hay una actitud global de ver el socialismo como uno, obviando sus variantes nacionales, debido a la construcción de un imaginario socialista, consecuencia de la propaganda occidental durante la Guerra Fría. Y de algún modo nuestra generación joven sigue creyendo en esa propaganda sin evaluar su veracidad y tener una opinión apropiada de este periodo”, explica el teórico socialista.
La población búlgara podría decirse que se divide dos perspectivas cuando se habla de esta historia reciente, explica Presiyan Costadinov, profesor de historia en un instituto de Ruse. “Una es la normal: gente trabajando, teniendo sus trabajos, sus salarios y estando bien. Vivían con el comunismo. La segunda es un poco diferente, es la perspectiva de la gente que fue forzada a vivir las consecuencias de tener opiniones diferentes”. Por su parte, el académico socialista explica que “después de la caída de Zhivkov, una gran parte de la sociedad quería un cambio mientras otra parte seguía teniendo esperanza en el sistema, a la vista está que las primeras elecciones democráticas las ganó el partido socialista.”

Sin embargo, cuando preguntas sobre el tema, te das cuenta de que realmente la sociedad búlgara está dividida en tres grupos al hablar del socialismo: aquellos como los padres de Petya y Teodora que volverían sin dudar al régimen socialista, al igual que Maria, madre de Nataliya, quien explica que “entonces había trabajo para todo el mundo, y vivíamos en calma y seguros”. Aquellos que priorizan la libertad y elección individual a esa seguridad económica como es el caso de Nataliya o de Presiyan quien está seguro de que “en diez o quince años desde ahora esta primera perspectiva que toma el régimen comunista como lo normal se habrá acabado”. Y, por último, las generaciones más jóvenes sin “perspectiva alguna sobre el comunismo. Ni positiva, ni negativa”, como bien explica Petya, ya que “[padres o profesores] actúan como si no hubiera pasado, por lo que no tenemos el conocimiento y las referencias apropiadas para poder relacionar el entonces y el ahora”. Tanto ella como su hermana aseguran que en el colegio “ese periodo se cubre con una o dos clases puesto que es un tema muy controvertido, y todo el mundo prefiere guardarse sus opiniones”.
Algo que el profesor de instituto justifica, “Bulgaria y su gente necesita cada vez más y más normalidad, es decir, partidos y figuras políticas normales que no estén ligadas al régimen comunista de una forma u otra”. Y es que el actual primer ministro del país, a pesar de encabezar una formación de centroderecha, como ellos mismos se definen, era el guardaespaldas del antiguo líder comunista Todor Zhivkov y cuyo nombre, junto con otros 86 candidatos al Parlamento, ha aparecido en una lista publicada por la Comisión de Expedientes (Dossiers Commission, como es conocida) como miembro del servicio secreto del antiguo régimen. Por su parte, Aleksander, opina que “este es un problema artificial, que es usado para propósitos políticos meramente superficiales, y no expresa ningún sentimiento político profundo sobre el pasado”.

El último año ha sido testigo de una creciente fricción entre las élites políticas y económicas del país, una lucha por el poder político entre Borisov y el presidente búlgaro, Rumen Radev, y una serie de filtraciones sobre tácticas de extorsión o corrupción del primer ministro y su gobierno. Estos escándalos culminaron en protestas antigubernamentales en el verano de 2020, pidiendo elecciones anticipadas y la renuncia del primer ministro.
Este panorama político, si bien ha dejado en evidencia al Gobierno de Borisov, ha divido aún más la oposición. A poco menos de una semana de las elecciones al Parlamento, y a pesar de los numerosos escándalos de corrupción, el estancamiento del desarrollo económico y la ineficaz respuesta del actual gobierno a la pandemia, las encuestas vuelven a dar la victoria al GERB, dejando al Partido Socialista como segunda fuerza. Sin embargo, ambas formaciones han perdido apoyo en comparación a los resultados de 2017, debido justamente a esta división de la izquierda en el país que ha ayudado al impulso de formaciones como ‘There is Such a People’ (Hay gente así, en español), partido que se estrena en estas elecciones, o al ‘Movement for Rights and Freedoms’ (Movimiento por Derechos y Libertades, en español), que centra su área de acción en la ayuda a la situación de la minoría turca en el país.

Esta gran división de la oposición deja claro la misma división ideológica que protagoniza las conversaciones de Bulgaria puesto que, como explica el profesor desde Ruse “hay mucha esperanza en la gente y en la juventud de Bulgaria, ellos quieren cambiar su propio futuro y es por ello por lo que el futuro será más brillante que el ahora”. Teodora y Petya son las protagonistas de ese futuro, y tienen claro que no van a irse, que quieren formar parte del “cambio dramático que necesita el país. Bulgaria necesita dar el paso ahora. Necesita más gente joven con ideas nuevas y frescas que marquen y hagan la diferencia”. Y es que ellas están seguras de que “nosotras somos el cambio”.