Riad no considera a Israel como un posible socio regional en ningún ámbito estratégico o técnico, Arabia Saudí está realizando acercamientos a países de interés por un periodo de tiempo limitado o basado en consideraciones políticas o económicas temporales hasta que alcance sus objetivos

Las vulnerabilidades de la normalización de Arabia Saudí con Israel

PHOTO/Bandar Algaloud/Cortesía de la Corte Real Saudita - El príncipe heredero saudita Mohammed bin Salman durante una entrevista con el Centro de Radiodifusión de Oriente Medio (MBC) en el Riad, su capital
photo_camera PHOTO/Bandar Algaloud/Cortesía de la Corte Real Saudita - El príncipe heredero saudita Mohammed bin Salman durante una entrevista con el Centro de Radiodifusión de Oriente Medio (MBC) en el Riad, su capital

La Administración estadounidense ha querido filtrar a los medios de comunicación su visión de las recompensas que pretende ofrecer a Arabia Saudí a cambio de la normalización de las relaciones con Israel. 

En un extenso análisis de Reuters publicado la semana pasada, fuentes informadas de la Administración estadounidense indicaron que Washington está dispuesto a comprometerse en un acuerdo de defensa con Arabia Saudí que sería inferior a un pacto de defensa tipo OTAN. En este tipo de pactos, un ataque a un Estado miembro se considera un ataque a toda la Alianza del Atlántico Norte. Este tipo de acuerdo es específico de Europa.  Combina los compromisos intereuropeos, atendiendo a las lecciones de dos guerras mundiales devastadoras, con el compromiso estadounidense de impedir una expansión hacia el oeste de la antigua Unión Soviética o la expansión actual de la guerra en Ucrania a manos de Rusia, heredera directa de la URSS. 

Existen diferentes opciones de recompensa. Una de ellas sería forjar un acuerdo similar al existente entre Estados Unidos e Israel. Otra opción sería aspirar a una fórmula similar al acuerdo “no vinculante” que Washington firmó recientemente con Bahréin. Una tercera opción sería apostar por el tipo de acuerdos de defensa firmados por Occidente con países asiáticos aliados como precaución ante la amenaza militar de Rusia, China o Corea del Norte. 

REUTERS/MIKE SEGAR - El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, habla durante el 78º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, el 19 de septiembre de 2023
REUTERS/MIKE SEGAR - El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, habla durante el 78º período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, el 19 de septiembre de 2023

Todas estas opciones parecen estar sobre la mesa con la salvedad de que ninguna de ellas alcanzaría el nivel de un tratado de defensa vinculante. Es difícil imaginar que el Congreso estadounidense apruebe un pacto de defensa de este tipo con Arabia Saudí o cualquiera de los Estados árabes del Golfo. El acuerdo “no vinculante” con Manama, que prevé la intervención estadounidense para defender Bahréin tras una consulta previa y una evaluación de las opciones disponibles, parece ser la fórmula preferida. Pero utilizar el modelo israelí-estadounidense como base para el acuerdo de Arabia Saudí con Estados Unidos también es una opción.

No cabe duda de que los dirigentes saudíes iniciaron sus negociaciones con Estados Unidos sugiriendo la opción de un tratado, aunque supieran de antemano que no era plausible. Como cualquier negociador inteligente que es consciente de la importancia de las monedas de cambio que tiene en la mano, Riad elevó el techo de sus exigencias en cuanto a las recompensas que buscaba a cambio del reconocimiento de Israel y la aceptación de una normalización plena e irreversible con el Estado judío. Arabia Saudí quiere mucho a cambio, sobre todo porque está tratando con una Administración estadounidense que llegó al poder abogando por la hostilidad lisa y llana contra el príncipe heredero Mohamed bin Salmán, personalmente. 

Sería una de las ironías de la historia contemporánea que la Administración de Joe Biden, que ha iniciado su mandato con una muestra de animadversión contra Riad, acabara firmando un acuerdo básico de defensa con Arabia Saudí. El mérito de ello debería atribuirse a la guerra de Ucrania y a las presiones del mercado del petróleo por haber aplacado el ardor del presidente Biden y su Administración.

Los dirigentes saudíes no parecen tener prisa por cerrar un acuerdo de defensa con Washington. Casi todo está en calma en el frente iraní desde el acuerdo de normalización patrocinado por China entre Riad y Teherán.

PHOTO/AFP/EVELYN HOCKSTEIN/POOL/AFP - El primer ministro de la India, Narendra Modi, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el príncipe heredero y primer ministro de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, se dan la mano antes del inicio de una sesión de la cumbre del G20 en Nueva Delhi, el 9 de septiembre de 2023
PHOTO/AFP/EVELYN HOCKSTEIN/POOL/AFP - El primer ministro de la India, Narendra Modi, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, y el príncipe heredero y primer ministro de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, se dan la mano antes del inicio de una sesión de la cumbre del G20 en Nueva Delhi, el 9 de septiembre de 2023

Los iraníes no tienen intención de escalar las tensiones con los saudíes, aunque hayan dejado a los hutíes suficiente margen de maniobra y para tomar iniciativas sobre el terreno, como demuestran los recientes ataques con drones contra las fuerzas bahreiníes que participan en la guerra de Yemen, o su demostración de fuerza en las afueras de Taiz. 

Sin embargo, existen vulnerabilidades en el marco básico del acuerdo de normalización saudí-israelí que se está negociando a cambio de algún tipo de acuerdo de defensa entre Washington y Riad.

La primera de estas vulnerabilidades tiene que ver con la visión saudí de las compensaciones. Riad no ve a Israel como un posible socio regional en ningún campo estratégico o técnico. Esto es contrario al enfoque seguido por los países árabes que firmaron los Acuerdos de Abraham con Israel. Teniendo en cuenta la forma en que Arabia Saudí ha tratado con los países de la región en los últimos años, Riad está actuando de forma puramente transaccional. Se acerca a los países que le interesan durante un periodo de tiempo limitado o basándose en consideraciones políticas o económicas temporales hasta que alcanza sus objetivos. A esto le sigue una fase de inquietante frialdad en las relaciones, como es sin duda el sentimiento predominante entre los miembros del cuarteto árabe tras el restablecimiento de los lazos con Doha en la cumbre de Al-Ula de 2021.

La normalización con Israel es, por tanto, una moneda de cambio estratégica para alcanzar un acuerdo con Estados Unidos y no un paso transformador en Oriente Medio que convierta a Israel en un miembro de pleno derecho de la composición de la región. 

REUTERS/AMIR COHEN - El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, asiste a una reunión de gabinete en la oficina de primeros ministros en Jerusalén el 20 de agosto de 2023
REUTERS/AMIR COHEN - El primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, asiste a una reunión de gabinete en la oficina de primeros ministros en Jerusalén el 20 de agosto de 2023

Se trata de una visión muy similar a la que Qatar tenía de la normalización con Israel hace más de 20 años. En aquel momento, Doha sugirió a los israelíes que podía servirles de puerta de entrada a la región.  Pero una vez que consiguió el apoyo político de Washington y persuadió a Estados Unidos para que trasladara sus bases militares de Arabia Saudí a Qatar, se volvió en contra de la normalización con Israel y se alineó con la postura palestina. Lo hizo políticamente y en los medios de comunicación, a través de Al Yazira, un canal de televisión que desempeñó un importante papel promoviendo la normalización antes de cambiar a una actitud hostil hacia Israel. 

Nada impide que los saudíes vuelvan a representar el mismo escenario. Riad podría sugerir inicialmente su acuerdo con un acuerdo de normalización total, y luego contentarse con los adornos de la representación diplomática y el simbolismo de contratos limitados, que podría cancelar en cualquier momento. Pero un político astuto como el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, no caerá en semejante estratagema.  Es probable que encuentre la forma de asegurarse su parte de las recompensas, tanto de los saudíes como de los estadounidenses.

La segunda vulnerabilidad es un poco más complicada. Si la administración estadounidense opta por el modelo del acuerdo de Bahréin, esto situará a Arabia Saudí, un país de grandes capacidades humanas y militares, a la altura de una pequeña potencia como Bahréin, siempre a la espera de que algún aliado la proteja. 

Pero si la Administración Biden decide que el mejor modelo que se adapta a las capacidades de Arabia Saudí es el modelo estadounidense-israelí, es decir, uno de apoyo militar considerable y grandes suministros de armas avanzadas, que marcarían la diferencia en cualquier enfrentamiento con Irán, entonces surgirá otro problema. Éste tendrá que ver con el agudo contraste entre las doctrinas militares saudí e israelí. Por mucho armamento avanzado que Washington proporcione a Arabia Saudí, el reino dudará definitivamente en utilizar el equipo militar suministrado por Estados Unidos contra un enemigo feroz como Irán. 

Por el contrario, Israel, como demuestran sus bombardeos casi diarios contra objetivos iraníes en Siria y el oeste de Irak, utiliza lo mejor de su arsenal estadounidense, especialmente los avanzados bombarderos furtivos F-35, para atacar objetivos iraníes. Las acciones de Israel se basan en la idea de que es probable que los misiles y aviones no tripulados iraníes en manos de Hezbolá y sus milicias proxy en Siria se dirijan contra Israel en cualquier enfrentamiento militar próximo, y probablemente inevitable. 

AP/HANI MOHAMMED - Combatientes hutíes armados asisten a la procesión fúnebre de los combatientes rebeldes hutíes que murieron en los recientes enfrentamientos con las fuerzas del gobierno internacionalmente reconocido de Yemen, en Sanaa, Yemen, el miércoles 24 de noviembre de 2021
AP/HANI MOHAMMED - Combatientes hutíes armados asisten a la procesión fúnebre de los combatientes rebeldes hutíes que murieron en los recientes enfrentamientos con las fuerzas del gobierno internacionalmente reconocido de Yemen, en Sanaa, Yemen, el miércoles 24 de noviembre de 2021

Arabia Saudí no quiere que se reproduzcan las condiciones que harían posibles nuevos ataques similares a los de sus instalaciones petrolíferas en Abqaiq en 2019. Desde la perspectiva de Israel, no hay ambigüedades sobre la respuesta que se reservaría para cualquier ataque de Hezbolá o de las milicias progubernamentales iraquíes y sirias contra sus instalaciones vitales. Considera que la mano de Irán está detrás de cada enfrentamiento con los palestinos, mientras que Gaza y su población acaban pagando el precio.

El modelo israelí-estadounidense no es, por tanto, del todo adecuado para Arabia Saudí.  Proporcionar a Riad armas avanzadas, inteligencia y apoyo político no es suficiente para que los saudíes respondan a cualquier agresión iraní. Arabia Saudí siempre esperará a que su aliado estadounidense intervenga en su nombre. Desde los tiempos de Donald Trump, Estados Unidos ha promovido la noción de que los Estados del Golfo asuman una parte de la responsabilidad de su propia protección como parte de un acuerdo de defensa conjunta en el que Washington no asuma toda la carga.

La tercera vulnerabilidad está relacionada con la posición saudí respecto a Irán. Se trata de una cuestión sin resolver. Los apretones de manos de Pekín entre los ministros de Asuntos Exteriores saudí e iraní, sus visitas a los países del otro y la apertura de embajadas mutuas no han ofrecido más que apaciguamiento. La verdadera posición de Riad fue expresada por el príncipe Mohamed bin Salman en su reciente entrevista televisiva con Fox News, cuando habló de su deseo de algún tipo de equilibrio del terror nuclear si Irán llegara a obtener un arma atómica. Esta es una verdadera medida del nivel de confianza de Arabia Saudí en Irán, que es nulo. No tenemos confianza en Irán, parecen decir los saudíes. Teherán lo sabe y no se quedará de brazos cruzados ante un acuerdo entre Arabia Saudí y Estados Unidos, al que ve como una gran amenaza para sus ambiciones en la región.

La cuarta vulnerabilidad no es ningún secreto.  Tiene que ver con la cuestión palestina. Los palestinos, ya sea Fatah o Hamás, han guardado silencio hasta ahora sobre la inminente normalización saudí-israelí. Uno recuerda sus arrebatos verbales contra la firma del Acuerdo de Abraham, pero es probable que los palestinos se muestren más cautos cuando se trate de Arabia Saudí. Además, Riad ha intentado apaciguar los temores de los palestinos con discursos diplomáticos sobre la centralidad de la cuestión palestina, su compromiso con la iniciativa árabe de 2002 y acreditando a un embajador no residente ante la Autoridad Palestina. Pero todo el mundo sabe que Arabia Saudí no dudará algún día en dejar de lado a los palestinos y su causa. Los países miembros del Acuerdo de Abraham pueden ignorar las reacciones de los palestinos. Pero ¿hasta qué punto puede Arabia Saudí permanecer en silencio ante las críticas palestinas, árabes, populares e islámicas, especialmente ahora que ha entablado negociaciones de normalización basadas en un discurso sobre la centralidad de la cuestión palestina?

Queda una ventana de unos pocos meses hasta que la campaña de las elecciones presidenciales estadounidenses alcance su punto álgido. Durante este periodo, Arabia Saudí necesita diseñar políticas y decisiones que remedien sus vulnerabilidades.  No puede dejar las cosas al azar, a acontecimientos regionales e internacionales imprevistos o al chantaje de los hutíes o de Irán. 

Está claro que hasta ahora los dirigentes saudíes han elaborado cuidadosamente sus planes, que han llevado a la Administración Biden a las puertas de Riad y han despejado el camino para que los saudíes planteen una cuestión que durante mucho tiempo ha sido tabú.

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