El canal qatarí ha sido clave en las relaciones de Doha con el resto de países árabes. Ahora, sus últimos movimientos podrían reflejar viejas desavenencias del pequeño emirato con los Estados del Golfo

Al Jazeera, un eco de la diplomacia qatarí

PHOTO/ARCHIVO - Logotipo de la cadena qatarí Al Jazeera

“Contar la historia de Al Jazeera es, inevitablemente, contar la historia del pequeño emirato petrolero”

Rodeado por los históricos adversarios –Irán y Arabia Saudí –, en medio del golfo Pérsico, el pequeño Estado de Qatar ha dedicado todos sus esfuerzos de las últimas décadas a la construcción de un liderazgo árabe-musulmán que rebase el escenario regional, y alcance todo el tablero internacional. Este estratégico y profuso giro diplomático dio ya comienzo con la ascensión al poder del emir Hamad bin Jalifa, miembro de la dinastía Al Thani, quien derrocó a su padre, el Jalifa bin Hamad, en un golpe de Estado pacífico en 1995. Tras la abdicación del jeque, en el año 2013, su hijo y heredero, Tamim bin Hamad, ha decidido seguir adelante con la hoja de ruta de su predecesor. 

En este sentido, Doha ha mantenido una estrecha cooperación con EEUU. Sus estrategias diplomáticas y de política exterior con el gigante norteamericano llevaron a Washington a instalar la mayor de sus bases militares en la región, sede del Mando Central de los Estados Unidos (CENTCOM) en Oriente Medio y Asia Central. De manera similar, la llamada “diplomacia del balón”, con la que ha hecho uso del fútbol para proyectar la imagen de un Qatar islámico avanzado y moderado, ha terminado por convertirlo en el anfitrión del Mundial de la FIFA, Qatar 2022. 

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Tanto Hamad bin Jalifa, como su hijo, Tamim bin Hamad, han trabajado por alejar a Doha de la influencia saudí y consolidarlo como una potencia regional independiente, con proyección a todo el mundo árabe, que desafíe el statu quo del Medio Oriente a través del “poder blando” o “soft power”. Un modelo diplomático que se basa en aumentar las capacidades que tiene un país de persuadir a otros a través de la cultura, los valores políticos o el modelo social. En resumen, de influir en otros Estados. Y esto es algo para lo que Qatar se ha servido, desde 1996, de la cadena televisiva Al Jazeera

Al Jazeera, una revolución informativa en los países árabes 

Contar la historia de Al Jazeera es, inevitablemente, contar la historia del pequeño emirato petrolero. Y es que este canal informativo está íntimamente vinculado a la dinastía Al Thani, al extremo que fue precisamente Hamad bin Jalifa, padre del actual emir, quien creó Al Jazeera, y, a día de hoy, la familia real financia cerca del 90% de la cadena. En palabras del profesor y periodista Massimo di Ricco, el establecimiento de Al Jazeera ha supuesto la “directa representación de la evolución de Qatar”: un país cuya población no supera 3 millones de habitantes y que enfrentaba la amenaza de ser engullido por el gigante saudí, ha terminado por convertirse en una fuerza disruptiva, generando cambios sin precedentes en las reglas de la región. 

De manera similar, Al Jazeera, que en los albores de su existencia no era visto más que como otro capricho de un jeque adinerado, y cuyas humildes cifras de audiencia –que no sobrepasaban el ámbito nacional – difícilmente permitían adivinar el nivel de influencia que alcanzaría en el futuro; hizo frente a uno de los primeros puntos de inflexión de su existencia. En 1996, pocos meses después de que la cadena qatarí abriera sus puertas, el único canal de información continua con el que podría rivalizar en aquel entonces, la BBC árabe, cerraba las suyas

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Casi la totalidad la plantilla –ya formada– de la cadena británica que acababa de cerrar emigró hacia la embrionaria Al Jazeera, abriendo un mercado libre de competencia al canal qatarí. Sin embargo, el acontecimiento que realmente catapultó a Al Jazeera a convertirse en la cadena de referencia del mundo árabe fue su cobertura de las guerras de Afganistán e Irak, a comienzos de siglo, donde reveló su capacidad de despliegue periodístico al conseguir entrar en el Irak de Sadam Hussein o en el seno de los grupos talibanes afganos. Y, de mientras, las entrevistas a líderes yihadistas de Al Qaeda, como Osama bin Laden, le valieron, ya a partir del 11 de septiembre de 2001, su fama como canal de difusión de los grupos islamistas en el mundo occidental.

En cuestión de pocos años y bajo el lema “la opinión, y la opinión del otro”, Al Jazeera pasó a encarnar una auténtica revolución informativa que lejos quedaba de los canales oficialistas árabes, al servicio de las familias reales de los países de la región. El canal se erigió como abanderado de los valores de la credibilidad, la profesionalidad y la independencia, y ha concedido múltiples entrevistas a representantes de grupos que Occidente considera terroristas, como Hamás, Hezbolá o los talibanes, así como a representantes de Israel cuando los Acuerdos de Abraham (2020) todavía no habían sido firmados.

Bajo su paraguas mediático, la cadena qatarí logró aglutinar los sentimientos panarabistas supranacionales de gran parte de la población árabe en un escenario regional marcado por fuertes conflictos internos. Un logro que no ha estado exento críticas a causa del marcado tinte islamista de su línea editorial. 

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Pero la supuesta imparcialidad de Al Jazeera ha sido puesta en tela de juicio en aquellas ocasiones o conflictos que afectaban, directa o indirectamente, al pequeño Estado de Qatar, y es que la existencia de la cadena como extensión del poder de la familia Al Thani es casi incuestionable. Varios han sido los expertos que han criticado el silencio de Al Jazeera sobre la realidad de la propia población qatarí, en contraste con el rigor y la credibilidad en la cobertura de conflictos externos. Algo que, durante la primera década del siglo XXI, llevó a la dinastía real del emirato petrolero a invertir enormes cantidades de dinero en la expansión de la cadena, creando filiales por todo el mundo y lanzando nuevos canales, como es el caso de aquellos que no tienen un propósito exclusivamente informativo o el canal en inglés “Al Jazeera International”. 

La llegada de las primaveras árabes a los países de Oriente Medio y el norte de África, y su cobertura mediática, no solo impulsaron las audiencias de Al Jazeera hasta cifras astronómicas, sino que inevitablemente pusieron de manifiesto la instrumentalización política y diplomática de la cadena por parte del Gobierno de Doha. A la ya de por sí conflictiva cesión de espacios informativos a los líderes de grupos radicales se sumó, durante la revolución egipcia de 2011, una profusa difusión de los mensajes islamistas de la organización Hermanos Musulmanes. 

Así, la escasa cobertura de las revueltas en territorios como el de su vecino Bahréin –con el objetivo de mantener la estabilidad entre las monarquías del Golfo –, y la parcialidad mostrada durante los conflictos de Libia, Siria o Yemen, evidenciaron la disparidad de enfoques informativos de Al Jazeera en función de qué país se veía asolado por según qué movimiento insurgente o violento. Esto no solo provocó la pérdida de credibilidad en la cadena, sino que, además, llevó a las autoridades de diversos países a bloquear, progresivamente, las emisiones de Al Jazeera. Argelia, Marruecos, Arabia Saudí, Siria o Emiratos Árabes son algunos ejemplos de países donde el canal ha sido cerrado. 

Las acusaciones de emitir propaganda del “islam político” de los Hermanos Musulmanes –tan fuertemente recriminados por otras potencias salafistas como Arabia Saudí por respaldar los intereses de Irán–, sumadas a las fervientes críticas contra otros regímenes árabes de tendencias autocráticas, han provocado fuertes tensiones entre Qatar y sus vecinos musulmanes. Al punto que, en el año 2017, fueron varios los Gobiernos musulmanes que anunciaron la ruptura de relaciones diplomáticas con Doha.

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La cadena qatarí en el foco del boicot árabe contra Doha

La coalición de Estados árabes liderada por Arabia Saudí, y conformada por Bahréin, Libia, Yemen, Egipto y Emiratos Árabes Unidos, acusó a Qatar de dar respaldo y cobijo a distintos grupos terroristas, como el Daesh o Al Qaeda, e incluso de intentar desestabilizar la región. Para más inri, las negociaciones millonarias del Gobierno qatarí con algunos de estos grupos chiitas –con el fin de rescatar a 26 rehenes entre los que se encontraban miembros de la familia real – no consiguieron más que alimentar estas sospechas. Por todo ello, el 5 de junio de 2017 las autoridades de Riad y sus aliados árabes anunciaban de manera oficial el inicio de un boicot contra Doha que aislaría regionalmente al pequeño emirato durante los años venideros.

En adelante, la crisis diplomática se materializaría con el cierre de fronteras aéreas, marítimas y terrestres, la expulsión de diplomáticos y la imposición de sanciones comerciales contra Qatar. 

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En medio de este convulso escenario, la cadena Al Jazeera ya con una proyección internacional masiva, se había ganado importantes enemigos en la región, convirtiéndose en uno de los principales frentes del conflicto. Arabia Saudí y el resto de potencias del Golfo mantuvieron sus acusaciones al canal en manos de Al Thani de ser un altavoz para grupos como Hamás o los Hermanos Musulmanes. De hecho, la importancia de Al Jazeera en la disputa por la hegemonía cultural y política del territorio, y como herramienta del Gobierno de Qatar, es tal que la lista de 13 exigencias presentada por los aliados de Riad para el deshielo de las relaciones diplomáticas con Doha incluía el cierre del canal.

Casi cuatro largos años de diálogos e intentos de negociación después, en enero del año 2021, Riad y Doha llegaban finalmente a un acuerdo bajo los auspicios de Kuwait y los Estados Unidos de América. Algo que se ratificó en la Cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), donde se aprobó la Declaración de Al Ula –ciudad saudí que acogió el encuentro–, y que hacía oficial el fin de las sanciones y la normalización de las relaciones con Qatar. Sin embargo, el acuerdo final no hizo referencia alguna al cierre del canal informativo. 

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La latente rivalidad de las últimas décadas entre Doha y Riad se comprende en clave de competición regional, y es que pese a la existencia de una organización supranacional conjunta como es el CCG y unos intereses regionales que convergen, ambas potencias se disputan el liderazgo del Golfo. Un liderazgo que históricamente ha parecido estar casi exclusivamente en manos del gigante saudí, pero que poco a poco se ha visto desplazado a otros Estados árabes. 

Uno de los mayores desencuentros entre el gran reino y el pequeño emirato fueron las Primaveras Árabes, de las que Doha quiso servirse para extender su influencia en la región, y para lo que utilizó su herramienta de “soft power”: Al Jazeera. Concretamente, las revueltas que más duramente pusieron de relieve estas diferencias fueron las revueltas de Egipto

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“The Choice 3”, ¿las tensiones con Qatar de nuevo sobre la mesa?

El ascenso al poder del islamista egipcio Mohamed Morsi, en junio de 2012, supuso un cisma en el seno del Consejo de Cooperación del Golfo. Mientras que para Riad los Hermanos Musulmanes y su “islam político” se erigían como antagónicos rivales –y acabaría por integrarlo en la lista de “grupos terroristas”–, para Doha representaban un aliado político que alcanzaba el poder del principal Estado árabe. En esta línea, las buenas relaciones del histórico líder de la organización islamista, Yusuf al Qaradawi, con la familia real qatarí no son más un otro ejemplo de los profundos vínculos que conectaban el Gobierno de Doha con los Hermanos Musulmanes. 

Apenas un año después, la caída de Morsi y el ascenso a la presidencia del exmilitar Abdelfatah El-Sisi en julio 2013 fue cubierto por Al Jazeera como un “golpe de Estado”, avivando de nuevo las candentes cenizas de la aversión tanto de Arabia Saudí, como de sus aliados y respaldos. 

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La reconciliación del de Qatar con sus vecinos del Golfo se saldó, a lo largo del pasado año 2021, con un cambio oficial en la diplomacia y las estrategias políticas del país. Las autoridades de Doha solicitaron a los líderes de los Hermanos Musulmanes que abandonasen el territorio, lo que, unido a una agenda turca que parece seguir los mismos pasos, podría estar debilitando, al menos a nivel oficial, a la organización islamista. 

De mientras, y en tanto que Al Jazeera no ha dejado de ser un eco del “soft power” qatarí, la polémica surgida a partir de la serie “The Choice 3” –una de las series de moda en Egipto –, podría alimentar nuevas sospechas sobre la genuina conformidad del Gobierno de Doha con la hoja de ruta de un CCG reconciliado

En el mundo árabe-musulmán, el mes del Ramadán es el escenario perfecto para el lanzamiento de series y programas televisivos de gran éxito, donde aparecen algunos de los actores y actrices más relevantes de la región. Con suficientes capítulos para todo el mes, las familias musulmanas suelen sentarse, en compañía, a ver los programas tras la ruptura del ayuno. Enmarcada en este contexto, la serie egipcia “The Choice 3” (Al-Ikhtiyar 3) ha despertado mucho debate entre sus telespectadores

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El argumento de la tercera temporada de “The Choice” narra el episodio vivido por los ciudadanos de Egipto durante la destitución del expresidente Morsi. “Las 96 horas más peligrosas de la historia del país”, reza el primer episodio de la serie, que termina con la decisión del que entonces fuera ministro de Defensa, Abdelfatah El-Sisi, de retirar de su cargo a Mohamed Morsi. 

Pero la cercanía de esos episodios de la historia egipcia ha provocado que la ciudadanía del país haya visto sus opiniones divididas sobre la veracidad de los acontecimientos que refleja el programa. Voces como las de varios grupos activistas de los derechos humanos y de la oposición han calificado la serie de “revisionismo histórico”, y han afirmado que no es más que otro de los intentos de El-Sisi por restaurar su popularidad. En esta línea, el actor exiliado, Amr Waked, ha dicho que “The Choice 3” es una “pantomima” que presenta una realidad profundamente diferente a la que la ciudadanía egipcia “vivió y observó”. 

Por otro lado, parte de la audiencia del país considera que la serie presenta de manera honesta y fiel la manera en que El-Sisi se vio obligado a actuar para “salvar a Egipto del camino por el que le arrastraría la organización de los Hermanos Musulmanes”.

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Y en medio de esta polémica es donde entra Al Jazeera. Durante una entrevista con el presentador egipcio Amr Adib, el crítico Tariq Al-Shennawi afirmó haber recibido un informe del medio qatarí en que “ataca políticamente a la serie, no artísticamente”, y que lo hace en defensa de la organización y la narrativa de los Hermanos Musulmanes. Algo que fuentes egipcias han respaldado en sus declaraciones para el diario Al Arab, informando de que los comités de seguimiento de El Cairo para el control de Al Jazeera han concluido que el canal qatarí continúa con su línea editorial previa al fin de la crisis diplomática, incluyendo en sus parrillas informativas a líderes de los Hermanos Musulmanes

Tras estos incidentes, el Gobierno de Egipto ha anunciado la paralización de la reapertura de Al Jazeera en El Cairo, ya que las emisiones del canal se mantienen, todavía, muy alejadas de la hoja de ruta común adoptada por los miembros del CCG

Pero la sola idea de pensar que Al Jazeera opera aisladamente de la dirección política y diplomática del Gobierno de Qatar es casi inverosímil. Por ello, parece complicado no preguntarnos; ¿ha mantenido Doha su respaldo a los movimientos islamistas y a los Hermanos Musulmanes a pesar de su reconciliación con los Estados del Golfo? O, por el contrario, ¿Al Jazeera se está alejando de tal manera del Gobierno qatarí que se permite ya discrepar de las estrategias diplomáticas y políticas de los Al Thani?  

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