Argelia, pieza clave para el Sahel

Este actor no es otro que Argelia, y es importante conocer la situación de un país al que podemos considerar vecino, pues sólo unas pocas millas lo separan de nuestras costas, que pugna con Marruecos por ocupar el papel de potencia regional y que, al igual que el reino alauita, es el muro de contención frente al radicalismo islámico.
En las últimas décadas, la preocupación de Argelia por las cuestiones de seguridad del Sahel se ha incrementado notablemente, pues la región se ha convertido en refugio para los terroristas. Y si alguien tiene experiencia en la zona combatiendo a esa lacra, es el Estado argelino.
Los Estados del Sahel, que comparten extensas fronteras con Argelia, han sido testigos de un aumento desproporcionado de la inseguridad debido a diversos factores como la inestabilidad de sus sistemas políticos, la difícil situación económica, la falta de desarrollo en diversas regiones, la proliferación de armas, la actividad de grupos de crimen organizado, y el tráfico ilegal de personas y todo tipo de drogas. Así mismo, la inestabilidad política ha sido el germen de varia crisis que han derivado en sendos golpes de estado que han afectado a diversos países del territorio, Mali entre ellos.
El propio estado argelino afrontó, tras la renuncia del presidente Bouteflika, un periodo convulso que nos hizo contener la respiración ante la posibilidad del inicio de un enfrentamiento civil que contribuyera a la desestabilización total del país.

Este tipo de situación política débil es, obviamente, un reflejo de la teoría del dominó. En otras palabras, el colapso de un Estado puede causar un efecto en cadena que podría desestabilizar toda la región.
Argelia es una república constitucional en la que el presidente es el jefe del Estado, y el primer ministro es el jefe de gobierno. Sin embargo, de facto Argelia está gobernada por su poderoso ejército y un selecto grupo de empresarios y políticos conocido como “Le Pouvoir” (el Poder). Por ello, frecuentemente Argelia ha sido calificada de “democracia controlada”.
La situación política actual en Argelia parece relativamente estable. A pesar de los frecuentes disturbios provocados por el Movimiento Hirak, es difícil que estos desemboquen en una guerra civil como ocurrió en la vecina Libia. El pueblo argelino ha sufrido mucho, el recuerdo de la guerra civil (1991-2002) aún está fresco y los ciudadanos argelinos son, en general, cautelosos a la hora de provocar una repetición de tal derramamiento de sangre, aunque lo cierto es que los jóvenes son menos proclives a aceptar el statu quo actual, en el que todo el poder político está en manos del ejército y de quienes están vinculados al Frente de Liberación Nacional, el partido nacionalista que ha gobernado Argelia desde su independencia en 1962.
Ese fue el motivo subyacente del incremento de las tensiones que culminaron con la aparición del Movimiento Hirak que logró forzar la dimisión del presidente Bouteflika en abril de 2019 tras meses de protestas populares con escasa violencia. Sin embargo, desde entonces no se ha producido ningún cambio político real, y el régimen aprovechó la pandemia de COVID-19 como una oportunidad de oro para poner fin a las protestas del Hirak.
Desde su llegada al poder, el presidente Tebboune ha sustituido a varios generales influyentes, especialmente los relacionados con el ex jefe del Estado Mayor Ahmed Gaïd Salah, quien fallecido en diciembre de 2019, habiendo construido con gran paciencia y esmero una extensa red de influencia dentro del gobierno argelino y consiguiendo para entonces que el expresidente Bouteflika, cuya salud era realmente precaria, se convirtiese en su marioneta. Tebboune ha ido desmantelando parte de la influencia militar dentro del gobierno, pero el viejo sistema sigue vigente en la práctica. Ni siquiera las elecciones parlamentarias de junio de 2021 supusieron ningún cambio en este sentido.

Aun así, el Movimiento Hirak ha ido perdiendo relevancia. En primer lugar, porque el régimen se ocupó de tomar medidas enérgicas contra sus dirigentes, así como contra el periodismo independiente y otros grupos de la oposición, encarcelando a cientos de personas y disolviendo las organizaciones de la sociedad civil que desempeñaron un papel relevante en las protestas. Sin embargo, en segundo lugar, y probablemente más importante, la división en el seno del Movimiento, incluida una facción que, si bien no era la más fuerte, era la más peligrosa, y que intentaba convertirlo en una rebelión islamista, hizo que la mayoría silenciosa se desconectara del movimiento y se retirara de las protestas callejeras, lo que supuso una pérdida de impulso para todo el movimiento de protesta.
En las elecciones del mes de septiembre del año pasado, Abdelmadjid Tebboune renovó su mandato con poco más de un ochenta y cuatro por ciento de los votos. Los comicios no estuvieron exentos de polémica y acusaciones de irregularidades por parte de la oposición.
Si nos detenemos en la situación económica, el crecimiento de Argelia durante 2023 fue más que aceptable, al mismo tiempo que la inflación empezó a desacelerarse. El aumento del PIB se acercó al 4.1%, apoyado principalmente por el crecimiento del sector de los hidrocarburos, beneficiado por la situación creada por la invasión de Ucrania por parte de Rusia y la necesidad de Europa de compensar el suministro de gas ruso interrumpido por las sanciones (aunque esa interrupción no ha sido total). Ese incremento en la demanda de gas argelino compensó los sucesivos recortes de las cuotas de producción de crudo.
La inflación se mantuvo en el 9.3% a lo largo de 2023, moderándose hasta alcanzar el 5% interanual en el primer trimestre de 2024, en medio de un descenso sostenido de los precios de los alimentos frescos, la fortaleza del dinar y la bajada de los precios de importación.

La caída de los costes de los hidrocarburos redujo el superávit por cuenta corriente en 2023, al tiempo que aumentó el déficit fiscal y la ratio deuda pública/PIB. La caída de los precios de exportación de hidrocarburos y fertilizantes y la intensificación de los volúmenes de importación se tradujeron en un rápido estrechamiento del superávit por cuenta corriente. No obstante, y aunque los ingresos presupuestarios procedentes de los hidrocarburos se han mantenido estables, dado el fuerte aumento de la masa salarial y de los gastos de capital, el déficit presupuestario global aumentó hasta el 5.2 % del PIB. El déficit se financió principalmente fuera del sector bancario, con una disminución de la emisión de bonos, un aumento del ahorro de petróleo hasta el 8.2% del PIB y un ligero incremento de la deuda pública hasta el 49.2% del PIB.
Como resultado de lo anterior, el crecimiento disminuyó a lo largo de 2024. En un contexto de aumento de las importaciones y del gasto público, la disminución de los ingresos procedentes de los hidrocarburos volvió a ejercer presión sobre las balanzas exterior y fiscal. La variabilidad de los precios de los hidrocarburos sigue siendo el principal riesgo para los equilibrios macroeconómicos, y las necesidades de financiación previstas ponen de relieve la importancia de un reequilibrio fiscal gradual.
Con una renta per cápita de once mil doscientos dólares, los argelinos disfrutan de mejores condiciones económicas que la mayoría de los países africanos. Sin embargo, el desempleo juvenil sigue siendo el principal problema. Los altos precios de la energía provocados por la invasión rusa de Ucrania han sido una gran oportunidad para paliar los daños económicos causados por la crisis de COVID-19, ya que el gas natural es un producto de exportación clave. Sin embargo, la mayor parte de los ingresos procedentes de los hidrocarburos sólo actúa como alivio económico temporal, sin dar margen a reinvertir para conseguir una diversificación estructural a largo plazo de la economía.

En un país donde las tensiones étnicas o tribales son prácticamente inexistentes, el factor económico, junto con la percepción de falta de libertad o de vivir en lo que podríamos llamar una democracia vigilada, con el ya mencionado papel indiscutiblemente protagonista de las Fuerzas Armadas y de la élite empresarial, se convierten en el principal riesgo de desestabilización, y los grupos más radicales están atentos, como ya se pudo observar en 2019, para explotar esa grieta en cuanto se presente la oportunidad.
Como factor añadido no se puede olvidar la posición de Argelia en el concierto internacional, situada siempre como país en la órbita de la Unión Soviética en el pasado y de Rusia en la actualidad. Y Moscú no pierde de vista que Argelia es su baza más poderosa en toda la región, donde es evidente ya su presencia también en Mali y Burkina Faso. Esa posición aumenta el riesgo de que Rusia ejerza su influencia para provocar una desestabilización regional de consecuencias funestas para Europa, al tiempo que nos privaría, al menos en parte, del tan necesario gas argelino. Y en el contexto actual, donde se comienza a hablar de negociación en Ucrania, es más que probable que Rusia se tome la revancha aumentando las acciones en la zona gris, y en el Sahel, la pieza clave es Argelia. Debemos estar muy atentos a todo lo que allí suceda.
Por otra parte, si utilizamos las concepciones del papel nacional, podemos explicar mejor la estrategia argelina en el Sahel, utilizando también otros enfoques habituales en la literatura, como el enfoque identitario.

La maniobra actual de Argelia en el Sahel está marcada por un fuerte activismo y un claro compromiso para proteger sus intereses nacionales en el exterior y ampliar su influencia regional y su poder blando en la región del Sahel. Por tanto, para comprender mejor el creciente papel de Argelia en la inestable región del Sahel, resulta útil considerar cómo los cambios a nivel regional, unidos a las principales preocupaciones en materia de seguridad, pueden afectar a la dinámica intrarregional. La literatura reciente ha atribuido la implicación argelina en sus inmediaciones a su centralidad geográfica, como vecino de los tres países que componen el Sahel africano, donde Argelia siempre ha sido un peso pesado regional.