La caída del régimen sirio y las implicaciones regionales

El 8 de diciembre de 2024, la caída del régimen de Bashar al-Assad marcó un punto de inflexión histórico y decisivo en la guerra civil siria, tras casi 14 años de conflicto
Una persona pasa por encima de una imagen del presidente Bashar al-Assad, después de que los rebeldes tomaran la capital y derrocaran al presidente, en Qamishli, Siria, el 8 de diciembre de 2024 - REUTERS/ ORHAN QUEREMAN
Una persona pasa por encima de una imagen del presidente Bashar al-Assad, después de que los rebeldes tomaran la capital y derrocaran al presidente, en Qamishli, Siria, el 8 de diciembre de 2024 - REUTERS/ ORHAN QUEREMAN

Mientras los ojos y la atención del mundo se centraban en la nueva administración Trump, en las consecuencias de sus políticas tras el 21 de enero en Ucrania y en los voraces incendios de Oriente Medio, un nuevo fuego estalló y se apagó en un abrir y cerrar de ojos en Siria. Un asunto pendiente dio de repente un giro inesperado.

El 8 de diciembre de 2024, la caída del régimen de Bashar al-Assad marcó un punto de inflexión histórico y decisivo en la guerra civil siria, tras casi 14 años de conflicto. Esta repentina derrota, a pesar de las crecientes dificultades del régimen, se vio acelerada por el rápido y coordinado avance de los grupos rebeldes, en particular Hayat Tahrir al-Sham (HTS), que lanzó una decidida ofensiva desde la provincia de Idlib, en el noroeste del país. La ofensiva, que comenzó el 27 de noviembre de 2024, se benefició del apoyo estratégico y militar de Turquía, potencia regional directamente implicada en la dinámica siria desde hace varios años.

A. UNA SIRIA POST-ASSAD

La ofensiva permitió a los rebeldes hacerse rápidamente con el control de las principales ciudades y centros urbanos estratégicos de la «Siria útil», como Alepo, Hama, Homs y, finalmente, Damasco. La toma de la capital siria fue el golpe definitivo al régimen, debilitado por años de sangrientos combates, sanciones internacionales y un importante agotamiento militar y económico. El derrocamiento de Assad se vio facilitado además por la retirada gradual de sus principales apoyos internacionales: Rusia e Irán. Estas dos potencias, que habían apoyado activamente al régimen desde 2015, en particular mediante intervenciones militares y ayuda financiera, redujeron gradualmente su apoyo por diversas razones políticas, estratégicas y económicas, incluida su reorientación hacia otras prioridades regionales o internacionales.

Bashar Al-Assad - PHOTO/FILE
Bashar Al-Assad - PHOTO/FILE

1. Una frágil esperanza para la población siria

La caída del régimen ofrece a los oprimidos sirios, que han sufrido durante más de una década bajo el régimen autoritario de Bashar al-Assad, un nuevo soplo de esperanza. Manifestantes, grupos de oposición y civiles han visto con demasiada frecuencia cómo sus aspiraciones democráticas eran sofocadas, sus ciudades destruidas y sus seres queridos sacrificados en el contexto de una guerra brutal. El derrocamiento de este régimen podría allanar el camino para una reconstrucción más integradora del país, desafiando el statu quo político que ha perpetuado las desigualdades sociales y económicas.

Sin embargo, esta esperanza sigue siendo frágil ante una realidad política y de seguridad incierta. Siria sigue siendo un Estado profundamente fragmentado, con múltiples facciones, milicias y potencias extranjeras que se disputan su influencia. El panorama divisivo no se limita a los grupos rebeldes y leales: también incluye dinámicas étnicas, religiosas e ideológicas, así como la continua injerencia extranjera.

2. Una Siria fragmentada y zonas de vacío de seguridad

El fracaso del régimen deja al país en un preocupante vacío de seguridad. El ejército sirio, debilitado por años de guerra, deserciones y ataques selectivos israelíes, lucha por mantener la estabilidad en zonas que ahora escapan al control de los leales. Amplias zonas del sur, el este y el centro del país carecen ahora de autoridad estatal, lo que crea un terreno fértil para la aparición de grupos armados de todos los orígenes. Algunos de ellos corren el riesgo de aprovechar esta inestabilidad para reforzar sus posiciones, exacerbando la ya violenta dinámica de la región.

Además, la retirada de los principales apoyos de Rusia e Irán ha dejado un vacío estratégico. Esto podría permitir que nuevos actores extranjeros o grupos armados locales desempeñaran un papel en el futuro político de Siria. Los ataques israelíes, que han atacado regularmente objetivos vinculados a Irán y sus milicias en el país, también han dejado heridas sin cicatrizar, con infraestructuras destruidas y milicias dispersas por diferentes regiones, lo que complica aún más la estabilidad en el territorio.

3. Consecuencias regionales: una nueva dinámica geopolítica

La caída de Assad y el derrocamiento de su régimen tienen consecuencias directas en la dinámica geopolítica regional. Varias potencias extranjeras, entre ellas Turquía, Irán, Rusia, Estados Unidos e Israel, están adaptando sus estrategias en la región. Turquía, que apoyó la ofensiva rebelde, busca ahora aumentar su influencia en el norte de Siria consolidando su frontera frente a la influencia kurda.

Por su parte, Irán y Rusia pueden verse obligados a reconsiderar sus prioridades estratégicas en la región. El impacto de su retirada del conflicto sirio abre la puerta a un realineamiento de las alianzas regionales, especialmente con potencias como Arabia Saudí o Estados Unidos, que pueden tratar de reforzar sus posiciones en el vacío dejado por las dos grandes potencias. Israel, por su parte, es probable que continúe con sus operaciones militares para frenar la influencia iraní en la región.

Estados Unidos, aunque menos implicado directamente en las luchas desde hace varios años, también debe navegar en este nuevo entorno. La caída del régimen sirio corre el riesgo de cambiar los objetivos estratégicos estadounidenses, sobre todo en lo que se refiere a la lucha antiterrorista, la lucha contra la influencia iraní y el apoyo a los grupos de la oposición.

Combatientes rebeldes en la Ciudadela de Alepo - REUTERS/ KARAM AL-MASRI
Combatientes rebeldes en la Ciudadela de Alepo - REUTERS/ KARAM AL-MASRI

4. Un periodo de incertidumbre para el futuro

Aunque el derrocamiento del régimen ofrece un momento histórico, esta victoria militar no ha resuelto los retos políticos internos ni las cuestiones relacionadas con las potencias extranjeras. Por tanto, el futuro de Siria sigue siendo incierto. La perspectiva de reconstruir un país devastado por más de una década de guerra, dada la diversidad étnica, religiosa y política de su población, sigue siendo compleja.

Quedan muchos retos por delante: la restauración de las instituciones del Estado, la reconciliación entre los distintos grupos étnicos y religiosos, la reintegración de millones de desplazados internos y refugiados sirios en sus zonas de origen, y la necesidad de frenar la injerencia extranjera en los asuntos internos del país.

Por tanto, la caída del régimen de Assad, si bien supone un importante punto de inflexión en la historia de la región, es también un periodo de fragilidad, en el que cualquier decisión política o militar podría redefinir los contornos de Siria y la dinámica geopolítica en Oriente Medio.

B. IRÁN: UNA CRISIS EXISTENCIAL ACENTUADA

La caída del régimen de Bashar al-Assad constituye una importante sacudida estratégica para Irán, que ve cómo se derrumba una de sus alianzas regionales clave. Esta alianza se creó durante la guerra Irán-Irak (1980-1988) y se basaba en sólidos fundamentos geopolíticos e ideológicos, destinados en particular a contrarrestar la influencia occidental y a establecer un eje de resistencia contra Israel y Estados Unidos en Oriente Próximo. La pérdida de esta alianza supondría para Teherán una reducción significativa de su influencia en la región y un cuestionamiento de su capacidad para influir en la dinámica regional a través de sus relaciones con el régimen sirio y sus milicias aliadas.

1. Debilitamiento del eje de resistencia

La caída del régimen sirio debilita el eje de resistencia liderado por Irán, que había desempeñado un papel clave en el apoyo a grupos como Hezbolá en Líbano. Este eje representaba no sólo una estrategia militar, sino también una palanca política para frustrar las ambiciones de Israel y de las potencias occidentales en la región. Con la pérdida de Damasco como aliado estratégico clave, Irán se encuentra ante una situación de creciente vulnerabilidad, tanto en el plano de la seguridad como en el político.

Esta nueva realidad supone un gran desafío para Irán, cuya influencia en Siria le había permitido vigilar los movimientos de sus adversarios, controlar ciertos flujos de milicias aliadas y reforzar sus ambiciones en la guerra regional contra sus rivales. Con el colapso del régimen de Assad y la retirada de apoyos extranjeros como Rusia, Teherán debe redoblar sus esfuerzos para mantener el control en esta parte de Oriente Medio, al tiempo que trata de gestionar sus relaciones con otras potencias rivales.

2. La cuestión de la sucesión y el aumento de las disputas internas

La crisis también es interna. La cuestión de la sucesión de Alí Jamenei, el Líder Supremo de la Revolución, está en el centro de todas las preocupaciones. Jamenei, en el cargo desde 1989, está envejeciendo, y su inminente marcha corre el riesgo de crear un vacío de poder con consecuencias críticas para la estabilidad del régimen iraní. Este momento de transición política se produce en un contexto caracterizado por el auge de las protestas internas, que reflejan el cansancio de la población ante las dificultades económicas, las sanciones internacionales y las restricciones políticas.

Frente a esta situación, el ala reformista del régimen, representada por figuras políticas favorables al diálogo con Occidente, está volviendo al primer plano. Estos reformistas piden una revisión de la política exterior iraní, en particular mediante la reanudación de las negociaciones con las potencias occidentales sobre el programa nuclear iraní y las sanciones económicas. Sin embargo, su credibilidad se ha visto seriamente debilitada desde que Estados Unidos se retiró del acuerdo nuclear (JCPOA) en 2018, sumiendo a Irán en un periodo de creciente aislamiento internacional y bajo una importante presión económica.

Esta frágil situación está empujando al régimen iraní a reactivar su política nuclear, con la débil esperanza de reforzar su posición en las próximas negociaciones con la nueva Administración estadounidense. El objetivo sería demostrar tanto su capacidad para resistir la presión internacional como sus ambiciones estratégicas en el siempre inestable contexto regional.

El ayatolá Ali Jamenei - PHOTO / HO / KHAMENEI.IR
El ayatolá Ali Jamenei - PHOTO / HO / KHAMENEI.IR

3. Un enfoque prudente para evitar la escalada

Para mantener su influencia minimizando los riesgos, las milicias proiraníes deben actuar con mayor cautela estratégica. Buscan moverse en este complejo equilibrio, reforzando sus posiciones a lo largo de la frontera entre Irak y Siria sin provocar nuevos enfrentamientos con Israel o las potencias occidentales. El objetivo sería consolidar sus capacidades militares y políticas manteniendo cierta estabilidad en sus operaciones.

Esta estrategia incluye también el fortalecimiento de sus relaciones con el gobierno iraquí, que sigue dividido sobre la cuestión de la posición de las milicias dentro del Estado iraquí. La voluntad y los pasos para asegurar la frontera podrían permitir a las milicias demostrar su utilidad en la lucha contra las amenazas regionales, incluidos los residuos del Estado Islámico y el contrabando, posicionándose como actores clave en la seguridad nacional de Irak.

4. Un periodo de incertidumbre estratégica

La combinación del colapso del régimen sirio, las protestas internas, la inestabilidad regional y las presiones internacionales coloca a Irán en una posición extremadamente vulnerable. El régimen debe navegar ahora por una situación compleja en la que cualquier decisión -ya sea sobre las negociaciones nucleares, la estabilidad regional o la gestión de la crisis interna- podría tener consecuencias significativas.

En este contexto, la reactivación de la política nuclear iraní parece ser para Teherán una forma de reposicionarse en el tablero internacional, al tiempo que trata de compensar sus debilidades internas y regionales. El resultado de esta estrategia sigue siendo incierto, ya que dependerá no sólo de la capacidad de Irán para consolidar aliados y objetivos estratégicos, sino también de la voluntad de las potencias occidentales, especialmente Estados Unidos, de entablar un diálogo y negociaciones con la República Islámica.

Así pues, la crisis existencial de Irán es multidimensional: es geopolítica, económica, doméstica y nuclear. Ante esta situación, Teherán probablemente tendrá que adoptar un enfoque pragmático al tiempo que mantiene sus ambiciones estratégicas para evitar un debilitamiento irreversible en la escena regional e internacional.

C. LAS MONARQUÍAS DEL GOLFO FRENTE A LAS AMENAZAS REGIONALES

1. Las monarquías del Golfo: nuevas dinámicas

La caída del régimen de Bashar al-Assad marca un importante punto de inflexión estratégico para las monarquías del Golfo, que ahora se encuentran ante nuevos retos geopolíticos y estratégicos en su aproximación a Siria. Esta situación, provocada por el colapso de un actor regional clave, está obligando a estos Estados a revisar sus prioridades, alianzas y estrategias para evitar una inestabilidad prolongada en la región, al tiempo que tratan de proteger sus intereses nacionales y regionales.

Las relaciones entre Irán y las monarquías del Golfo se han caracterizado durante mucho tiempo por conflictos geopolíticos, religiosos y económicos. El frágil equilibrio entre estas potencias se pone ahora a prueba, con la caída de Assad como nuevo elemento perturbador. Frente a las amenazas potenciales, estas monarquías han mantenido una postura inflexible, tratando de reforzar sus capacidades militares y sus alianzas internacionales para contrarrestar la influencia de Teherán.

El príncipe heredero y primer ministro, Mohamed Bin Salmán, apuesta fuerte por promover el turismo internacional de calidad y, en consecuencia, reforzar la red de aeropuerto y aerolíneas saudíes - PHOTO/SPA
El príncipe heredero y primer ministro, Mohamed Bin Salmán, apuesta fuerte por promover el turismo internacional de calidad y, en consecuencia, reforzar la red de aeropuerto y aerolíneas saudíes - PHOTO/SPA


La dinámica regional no se detiene ahí. Las monarquías del Golfo, entre ellas Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos y Qatar, siguen vigilando de cerca el expansionismo iraní. Estos países, a menudo opuestos a Teherán, se mantienen firmes en sus planteamientos diplomáticos y de seguridad. Cualquier intento israelí de escalada, o cualquier iniciativa iraní destinada a explotar el vacío dejado por la caída de Assad, sería considerada como una amenaza directa por estos Estados.

2. Un periodo de reevaluación estratégica

Desde el comienzo de la guerra civil siria, las monarquías del Golfo han adoptado diferentes posturas respecto al conflicto. Las diferencias entre ellas -en particular entre Qatar y sus vecinos como Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos (EAU)- se reflejan en sus distintos enfoques de la política exterior, la seguridad y las alianzas. Sin embargo, con la caída del régimen de Assad, estas diferencias pueden cambiar, impulsando a los países del Golfo a considerar enfoques más cooperativos para garantizar la estabilidad regional y sus intereses estratégicos.

3. El papel potencial de Qatar en la reconstrucción

Qatar se encuentra en una posición particular. Tras romper relaciones diplomáticas con Damasco en 2011, el país se había distanciado del régimen sirio debido a su apoyo a los grupos moderados de la oposición y a su oposición a las políticas de Assad. Sin embargo, con la caída del régimen, Qatar podría posicionarse como un actor clave en la fase de reconstrucción de Siria.

Al tratar de desempeñar un papel central en la reconstrucción, Qatar espera limitar el riesgo de un «caos prolongado» que podría tener consecuencias negativas para el conjunto de la región, especialmente en términos de flujos migratorios o inestabilidad política. Este movimiento también pretende reforzar la influencia regional del país reposicionándose como actor diplomático capaz de promover la estabilidad y la reconciliación.

Qatar podría invertir en programas de ayuda humanitaria, iniciativas de reconstrucción de infraestructuras y proyectos económicos destinados a restablecer la estabilidad en las zonas devastadas por el conflicto. Este enfoque ofrecería a Qatar no sólo una forma de contribuir a la reconstrucción, sino también de mejorar sus relaciones con los diversos grupos de la oposición y las potencias internacionales implicadas en el proceso de reconstrucción.

4. Arabia Saudí: Preservar la estabilidad regional y la soberanía de Siria

Para Arabia Saudí, la prioridad está clara: preservar la soberanía de Siria y evitar cualquier desestabilización que pudiera tener consecuencias negativas para todo Oriente Medio. Riad sigue preocupado por la influencia de Irán en la región, especialmente en el contexto de la crisis siria. La caída del régimen de Assad, si bien se considera una oportunidad para limitar la influencia iraní, también suscita preocupación por la posible propagación de milicias o grupos armados en zonas inestables de Siria.

Así pues, Arabia Saudí puede tratar de equilibrar sus relaciones con Siria con el objetivo estratégico de estabilizar la región, al tiempo que sigue ejerciendo presión sobre Irán por medios políticos y económicos. Al mismo tiempo, Riad puede desempeñar un papel activo en la mediación diplomática, para fortalecer sus relaciones con las distintas facciones sirias al tiempo que colabora con las potencias occidentales para estabilizar el país.

PHOTO/REUTERS - El emir de Qatar, el jeque Tamim bin Hamad al-Thani
El emir de Qatar, el jeque Tamim bin Hamad al-Thani - PHOTO/REUTERS 

5. Emiratos Árabes Unidos: un enfoque pragmático y equilibrado

Los Emiratos Árabes Unidos (EAU), por su parte, están adoptando un enfoque más pragmático y equilibrado a la hora de responder a la caída del régimen sirio. Los Emiratos restablecieron sus relaciones con Damasco en 2018, marcando un cambio en la dinámica regional y la voluntad de contribuir a la estabilidad regional trabajando hacia un enfoque de diálogo con Siria.

Esta estrategia les permite mantener cierta influencia en el juego político sirio, al tiempo que buscan limitar la expansión de la influencia iraní en la región. Los Emiratos prosiguen así sus esfuerzos diplomáticos, económicos y estratégicos para reforzar su posición en el juego regional sin entrar en enfrentamientos directos con sus rivales regionales. Este enfoque más comedido también pretende reforzar las relaciones con las principales potencias occidentales y sus socios regionales.

6. Hacia una mayor cooperación a pesar de las diferencias

A pesar de las diferencias históricas y políticas que a veces han obstaculizado la unidad dentro de las monarquías del Golfo, la caída de Assad parece crear una dinámica favorable para una mayor cooperación entre estos Estados. Los retos comunes que plantean la inestabilidad siria, la lucha contra la influencia iraní y la necesidad de estabilizar la región están empujando a estos países a dejar de lado sus diferencias para crear un frente común.

Esta nueva dinámica podría adoptar la forma de mecanismos de diálogo, proyectos económicos conjuntos o incluso nuevas iniciativas diplomáticas destinadas a promover la reconciliación y la reconstrucción de Siria. Sin embargo, está por ver si estos esfuerzos serán capaces de superar las tensiones internas, especialmente entre Qatar, Arabia Saudí y Emiratos, y crear un marco regional coherente y estable.

7. Está surgiendo un nuevo equilibrio regional

Así pues, la caída del régimen de Assad está dando lugar a una reevaluación de la dinámica política en el Golfo Pérsico, en la que cada Estado trata de navegar por este nuevo entorno geopolítico al tiempo que protege sus propios intereses. Para las monarquías del Golfo, el objetivo está claro: estabilizar la región, evitar la propagación de la influencia iraní, apoyar la reconstrucción siria y reforzar sus respectivas posiciones en un contexto de renovación estratégica regional.

El próximo período será crucial, ya que podría permitir a las monarquías del Golfo desempeñar un papel más importante en la dinámica siria, reafirmando su capacidad para resolver sus disputas internas e imponerse como actores clave en la reconstrucción y la diplomacia.

D. IRAK: LAS MILICIAS PROIRANÍES ANTE UN NUEVO EQUILIBRIO

La inestabilidad en Siria, especialmente con la caída del régimen de Bashar al-Assad, abre un nuevo capítulo geopolítico para Irak y sus milicias proiraníes. Estos grupos, especialmente los integrados en las Hashd al-Chaabi (o Unidades de Movilización Popular), podrían aprovechar esta situación para consolidar sus posiciones en la región, asegurar sus rutas de suministro y reforzar su legitimidad política y militar incrementando sus operaciones a lo largo de la frontera entre Irak y Siria. Sin embargo, esta dinámica va acompañada de numerosos retos y riesgos, especialmente debido a la presencia de Israel y a la postura estadounidense frente a la influencia iraní.

1. Las milicias proiraníes y su estrategia en Irak

Las milicias proiraníes, en particular las que forman parte del Hashd al-Shaabi, desempeñaron un papel crucial en la reocupación de los territorios iraquíes que cayeron bajo el control del Estado Islámico entre 2014 y 2018. Su eficacia en estas operaciones consolidó su estatus como actores militares y políticos en Irak, dándoles legitimidad entre ciertas facciones políticas chiíes.

Ante los desafíos internos y regionales, estas milicias ven ahora en la situación siria una oportunidad para reforzar sus capacidades. Al asegurar la frontera entre Irak y Siria, no sólo pretenden impedir el regreso de los grupos terroristas, sino también crear un corredor estratégico que les permita facilitar el comercio con sus aliados regionales, especialmente Irán. Estos esfuerzos podrían aumentar su control en la región, consolidando sus intereses en un contexto regional inestable.

Sin embargo, sus ambiciones estratégicas deben equilibrarse con posturas políticas y de seguridad más amplias
. El aumento de la injerencia en la dinámica siria corre el riesgo de atraer reacciones negativas de potencias rivales y Estados occidentales, especialmente Israel.

Drones iraníes se exhiben en el Museo de la Fuerza Aeroespacial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) en Teherán - WANA MAJID ASGARIPOUR via  REUTERS
Drones iraníes se exhiben en el Museo de la Fuerza Aeroespacial del Cuerpo de la Guardia Revolucionaria Islámica (CGRI) en Teherán - WANA MAJID ASGARIPOUR via  REUTERS

2. Irak en un nuevo orden regional

El impacto de la situación siria en Irak va más allá de la simple dinámica de las milicias. El nuevo equilibrio regional, marcado por el colapso del régimen de Assad, el ascenso de potencias rivales y el deseo de Teherán de reforzar su influencia, sitúa a Irak en el centro de nuevas maniobras estratégicas. Por tanto, las milicias proiraníes no sólo podrían aumentar sus prerrogativas militares, sino también desempeñar un papel clave en la dinámica política interna de Irak, reforzando su asociación con Irán para operar en este nuevo entorno.

En breve, aunque las milicias proiraníes tienen la oportunidad de ampliar su legitimidad y sus capacidades gracias a la inestabilidad siria, también se enfrentan a grandes desafíos: Las acciones israelíes, la postura de la administración Trump, las presiones internas en Irak y las incertidumbres regionales. La capacidad de estas milicias para adaptarse y evitar una escalada en sus acciones podría determinar su futuro en la región y más allá de su papel en el nuevo equilibrio estratégico en Oriente Medio.

E. TURQUÍA: UN ACTOR CLAVE EN ASCENSO

La caída del régimen de Bashar al-Assad representa un importante punto de inflexión estratégico para Turquía, con consecuencias que se extienden también a su política interna, su estrategia regional y sus relaciones internacionales. Frente a esta nueva configuración regional, Ankara se encuentra ante varios retos importantes, en particular la gestión de la cuestión de los refugiados sirios, la intensificación de sus operaciones militares en Siria y sus relaciones con las potencias occidentales y regionales.

1. El caso de los refugiados sirios en el centro del debate interno

Desde el inicio del conflicto sirio, Turquía ha acogido en su territorio a cerca de 3 millones de refugiados sirios, debido a su proximidad geográfica con Siria y a su «política de puertas abiertas» inicial. Sin embargo, esta situación ha creado tensiones internas, económicas y políticas en un país que ya se enfrenta a retos económicos estructurales.

La caída del régimen de Assad ha reavivado este debate. La cuestión del posible retorno de estos refugiados a Siria está ahora en el centro de las preocupaciones políticas y sociales en Turquía. Durante mucho tiempo, una cuestión divisiva, goza ahora de un amplio consenso tanto entre la población turca como entre los dirigentes políticos, en particular debido a la necesidad de desvincular al país de esta crisis humanitaria y reducir las presiones sociales.

Ankara espera ahora facilitar el retorno de los refugiados en el marco de un plan de reconstrucción de Siria, con el apoyo de la comunidad internacional. Sin embargo, estos proyectos se enfrentan a varios obstáculos, como la continua inseguridad en muchas regiones sirias, la falta de infraestructuras adecuadas y las rivalidades políticas entre grupos locales y potencias extranjeras.

Por lo tanto, Turquía tendrá que navegar en un delicado equilibrio entre los imperativos internos relacionados con la integración y el reasentamiento de estos refugiados y sus obligaciones internacionales, tratando de evitar cualquier precipitación en el proceso de retorno.

<p>Refugiados sirios esperan en el paso fronterizo de Cilvegozu para cruzar a Siria desde Turquía después de la caída de Bashar al-Assad - REUTERS/DILARA SENKAYA </p>
Refugiados sirios esperan en el paso fronterizo de Cilvegozu para cruzar a Siria desde Turquía después de la caída de Bashar al-Assad - REUTERS/DILARA SENKAYA 

2. Operaciones y ambiciones militares turcas en Siria

La caída del régimen sirio también da un nuevo impulso a las ambiciones militares de Turquía en el noreste de Siria. Durante varios años, Ankara ha apoyado a grupos rebeldes y ha llevado a cabo operaciones militares para asegurar sus fronteras y debilitar a grupos que considera amenazas para su seguridad nacional, a saber, grupos vinculados al Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y fuerzas sirias aliadas de Estados Unidos.

Sobre el terreno, el avance de las tropas auxiliares del ejército turco en el noreste de Siria, a menudo integradas por grupos de la oposición siria, podría intensificarse tras la caída de Assad. Estas maniobras pretenden crear una zona tampón de seguridad para contrarrestar las amenazas kurdas y garantizar la posible estabilidad de la frontera turco-siria. Sin embargo, estas acciones no están exentas de fricciones. Estados Unidos e Irak han expresado su preocupación por la estabilidad regional, especialmente en la zona fronteriza entre Irak y Siria, donde Turquía pretende ampliar su influencia.

La intensificación de estas operaciones también puede ser criticada por la comunidad internacional, especialmente por los riesgos de resurgimiento de grupos extremistas como el Estado Islámico (EI) en estas zonas desestabilizadas. Por lo tanto, Turquía tendrá que gestionar estas operaciones con mayor cautela para evitar un nuevo auge del extremismo en una región ya asolada por conflictos multifacéticos.

3. Ampliar la zona tampón: una estrategia arriesgada

En este contexto, Ankara está considerando reforzar su zona tampón en Siria. La estrategia pretende crear una región segura bajo control turco donde reasentar a los refugiados, impidiendo la expansión de grupos hostiles como las milicias kurdas o el ISIS. Sin embargo, esta expansión implicaría nuevas negociaciones con las potencias occidentales, especialmente Estados Unidos, y con otros actores regionales como Irán.

La gestión de una zona tampón de este tipo es compleja y requiere no sólo cooperación militar, sino también un amplio apoyo diplomático y económico. Las potencias occidentales, especialmente Estados Unidos, pueden ver estas acciones como un desafío a su influencia en la región, mientras que Irán sigue siendo un actor clave con sus propias ambiciones estratégicas en Siria.

Por tanto, Turquía tendrá que maniobrar hábilmente en este juego estratégico, equilibrando sus intereses de seguridad, sus relaciones con sus socios internacionales y sus ambiciones de estabilizar la región mediante mecanismos de control militar.

4. El resurgimiento del Estado Islámico: una gran preocupación

El posible resurgimiento del Estado Islámico en este nuevo equilibrio regional sigue siendo una gran preocupación para Ankara. Aunque el ISIS ha perdido la mayor parte de su territorio en Siria e Irak, el actual vacío de seguridad, especialmente en el noreste de Siria, podría permitir al grupo terrorista resurgir de sus cenizas.

Así pues, Turquía se enfrenta a un doble reto: asegurar sus fronteras impidiendo el resurgimiento del ISIS, al tiempo que gestiona sus relaciones con las potencias occidentales en este contexto de fragilidad de la seguridad. En este contexto, las operaciones militares turcas en la región pueden verse como un medio para prevenir ataques del Estado Islámico y asegurar la presencia de su autoridad en un entorno cada vez más complejo.

<p>El presidente turco, Tayyip Erdogan - REUTERS/ MURAD SEZER</p>
El presidente turco, Tayyip Erdogan - REUTERS/ MURAD SEZER

5. Hacia una Turquía estratégicamente reorientada

La caída del régimen de Assad y la nueva dinámica en Siria obligan a Ankara a reorientar su estrategia a varios niveles: gestionar a los refugiados, asegurar sus fronteras, consolidar sus operaciones militares en el noreste de Siria y ampliar su zona tampón. Al mismo tiempo, Turquía tendrá que mantener un delicado equilibrio con sus aliados occidentales, especialmente en el contexto de sus ambiciones regionales y sus tensas relaciones con Estados Unidos.

En este nuevo entorno, Turquía emerge como un actor clave y central, pero en rápido crecimiento, que busca reforzar su influencia regional evitando al mismo tiempo el aislamiento internacional. La evolución de su estrategia en este contexto determinará no sólo su papel en la reconstrucción de Siria, sino también su importante posicionamiento en el nuevo equilibrio geopolítico de Oriente Medio.

F. LOS TERRITORIOS KURDOS DEL NORESTE DE SIRIA: ENTRE AMENAZAS Y DESAFÍOS ESTRATÉGICOS

Las regiones kurdas del noreste de Siria, agrupadas en su mayoría bajo el nombre de «Rojava», se encuentran tras la caída del régimen sirio en el centro de un complejo juego de dinámicas geopolíticas. Estos territorios, ya debilitados por el conflicto de varios años, se enfrentan a importantes amenazas adicionales, debido al avance de las tropas auxiliares del ejército turco, que persiguen sus objetivos de seguridad en esta región estratégica.

1. Un avance militar turco potencialmente desestabilizador

En el contexto de la caída del régimen de Assad y de las recomposiciones geopolíticas en curso, Turquía está intensificando sus operaciones en el noreste de Siria. Estas operaciones se basan en el uso de apoderados locales (grupos rebeldes sirios apoyados por Ankara) y pretenden crear una zona defensiva segura para limitar la influencia de los grupos kurdos en la región. Desde el inicio de sus operaciones militares en 2016, Ankara ha consolidado su presencia en regiones clave, tratando de debilitar el brazo armado del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y sus aliados locales.

El acuerdo de 1998 con Hafez al Assad, a menudo conocido como el Acuerdo de Adana, permitió a Turquía crear una zona tampón de facto en la frontera siria, debilitando las capacidades del PKK en el sureste de Turquía. Con el colapso del régimen de Assad y la creación de un vacío de seguridad, Ankara ve oportunidades para ampliar esta zona tampón, basándose en sus operaciones militares y su apoyo a los grupos rebeldes locales.

Pero intensificar estas operaciones también podría ser peligroso, sobre todo teniendo en cuenta la urgencia de mantener la estabilidad en la zona fronteriza entre Irak y Siria, exigida por Bagdad y Estados Unidos. Esta estabilidad es esencial para evitar que la inestabilidad regional cree nuevos espacios que puedan ser aprovechados por grupos como el Estado Islámico (EI), que busca reagruparse y resurgir en un contexto de deterioro de la seguridad.

2. La posición de los kurdos ante estos desafíos

Los kurdos, especialmente los de la Administración Autónoma de Rojava, se enfrentan a grandes desafíos ante este avance turco. De hecho, su autonomía en el noreste de Siria se ve constantemente amenazada por las ambiciones de Ankara, que pretende desmantelar su control territorial. Esta dinámica sitúa a las fuerzas kurdas en una posición especialmente vulnerable, por su dependencia de potencias occidentales como Estados Unidos, pero también por su lucha contra el Estado Islámico.

Los kurdos lograron imponerse como una fuerza clave en la lucha contra el Estado Islámico en los años 2014-2019, sobre todo gracias a la ayuda de la coalición internacional. Sin embargo, su relación con las potencias occidentales es compleja, caracterizada por una cooperación ad hoc pero también por divergencias estratégicas con Estados Unidos y sus aliados en la región. Este factor ha dejado a los kurdos en una situación delicada frente a las operaciones turcas, cuyo objetivo no es solo neutralizar al PKK, sino también debilitar la autonomía política y militar de Rojava.

Personas ondeando banderas viajan en la parte trasera de un camión, después de que los rebeldes tomaron la capital y derrocaron al presidente Bashar al-Assad, en Qamishli, Siria, el 8 de diciembre de 2024 - REUTERS/ ORHAN QUEREMAN
Personas ondeando banderas viajan en la parte trasera de un camión, después de que los rebeldes tomaron la capital y derrocaron al presidente Bashar al-Assad, en Qamishli, Siria, el 8 de diciembre de 2024 - REUTERS/ ORHAN QUEREMAN

3. Los intereses occidentales en la región: un equilibrio precario

Turquía pretende consolidar su posición en el noreste de Siria aprovechando el vacío de seguridad para aumentar su influencia. Sin embargo, debe lidiar con los intereses estratégicos occidentales en la región, especialmente en un contexto sirio que sigue siendo inestable y que probablemente favorezca el resurgimiento del Estado Islámico.

Estados Unidos y sus socios occidentales han prestado apoyo militar a las fuerzas kurdas en su lucha contra el ISIS, ayudando a contener al grupo en varias regiones clave. Esta dinámica ejerce presión sobre Turquía, que desea debilitar las capacidades kurdas al tiempo que limita el riesgo de que la inestabilidad regional allane el camino para el resurgimiento del ISIS. El deseo de mantener la estabilidad al tiempo que se respetan las alianzas estratégicas con Turquía sigue siendo un equilibrio difícil de mantener para las potencias occidentales.

La dinámica se complica aún más por el hecho de que Turquía y sus aliados occidentales a veces tienen visiones diferentes sobre la estrategia de estabilización en la región, en particular a la importancia que Ankara concede a las operaciones militares contra las milicias kurdas, mientras que Occidente sigue centrado en la lucha contra ISIS y la estabilización política.

4. El futuro de Rojava y sus retos estratégicos

Frente a las amenazas turcas, los kurdos deben navegar cuidadosamente entre varias urgencias: preservar su autonomía política, reforzar su cooperación con Estados Unidos y la coalición internacional y resistir los avances militares de Ankara. El futuro de Rojava dependerá de su capacidad para equilibrar las relaciones con sus aliados occidentales y reforzar sus capacidades de gobierno y defensa frente a los desafíos de seguridad y políticos.

Por tanto, la situación en el noreste de Siria sigue siendo inestable, caracterizada por ambiciones contrapuestas, rivalidades geopolíticas y dinámicas militantes internas. Los kurdos, sin dejar de luchar contra el Estado Islámico, también deben preparar una respuesta más política y menos militar a las ambiciones expansionistas turcas, al tiempo que buscan mecanismos de diálogo con sus socios occidentales para evitar el aislamiento estratégico en un entorno cada vez más inestable.

Turquía, por su parte, tendrá que navegar dentro de la misma dinámica con cálculos estratégicos claros, integrando la presión de Estados Unidos, Irak y sus propios objetivos de seguridad interna en un delicado equilibrio.

G. JORDANIA: PREOCUPACIONES CRECIENTES

Jordania, situada en la frontera occidental de Siria, sigue siendo un actor clave en la actual dinámica regional. Ante la agitación provocada por la caída del régimen sirio y el auge de grupos como Hayat Tahrir al-Sham (HTS) en varias regiones, Ammán considera esta situación como un potencial factor de riesgo para su estabilidad interna.

1. Creciente influencia islamista

Jordania está especialmente preocupada por la creciente influencia islamista en Siria. HTS, que es un grupo surgido de grupos yihadistas sirios y está fuertemente arraigado en la provincia de Idlib, representa un factor desestabilizador en la región. Este aumento de poder se considera una señal preocupante para Jordania, que en el pasado se ha enfrentado a retos internos relacionados con la dinámica islamista.

También preocupa que estos grupos puedan ampliar su influencia a las zonas fronterizas o fomentar facciones de sus seguidores dentro de la propia Jordania. Tal dinámica tendría importantes implicaciones políticas y de seguridad, especialmente dados los lazos históricos y las redes transfronterizas existentes en la región.

2. Las elecciones legislativas y el fortalecimiento del Frente de Acción Islámica

Otro factor importante es el crecimiento político de los grupos islamistas internos en Jordania. En las elecciones legislativas de septiembre de 2024, el Frente de Acción Islámica (FAI), el principal partido islamista del país, obtuvo un número significativo de escaños. Esta victoria se atribuye en gran medida al descontento popular generado por la guerra contra Hamás, las crecientes dificultades económicas y la percepción de que las políticas del gobierno actual no han logrado satisfacer las aspiraciones sociales de la población.

Aunque la estabilidad política siga estando garantizada globalmente por el peso tradicional de las tribus jordanas en el equilibrio interno, esta dinámica electoral indica una mayor polarización y un aumento de la influencia islamista, lo que, según algunos analistas, podría debilitar el control del Estado en algunas regiones. El impacto potencial de estos cambios podría alterar los equilibrios políticos internos del reino, especialmente en la región occidental fronteriza con Siria.

Combatientes rebeldes en un automóvil, después de que los rebeldes tomaron la capital y derrocaron al presidente Bashar al-Assad, en Damasco, Siria, el 9 de diciembre de 2024 - REUTERS/ MOHAMED AZAKIR
Combatientes rebeldes en un automóvil, después de que los rebeldes tomaron la capital y derrocaron al presidente Bashar al-Assad, en Damasco, Siria, el 9 de diciembre de 2024 - REUTERS/ MOHAMED AZAKIR

3. Presiones en la frontera con Siria

Jordania se enfrenta a crecientes presiones migratorias y de seguridad en su frontera occidental, con el flujo continuo de refugiados sirios y la dinámica del conflicto regional en constante evolución. La caída del régimen sirio ha traído consigo nuevas incertidumbres en materia de seguridad a lo largo de esta frontera, especialmente con el aumento de la presencia de grupos islamistas y sus posibles esfuerzos por infiltrarse en la región.

En este contexto, Jordania deberá reforzar sus capacidades de control, evitando al mismo tiempo comprometer sus relaciones con las potencias extranjeras, en particular con Estados Unidos y los miembros de la coalición internacional. Al mismo tiempo, el reino deberá seguir equilibrando sus esfuerzos para limitar las presiones migratorias y mantener al mismo tiempo su estabilidad política interna.

4. Hacia un equilibrio precario

La combinación de la creciente influencia islamista en Siria, la preocupación interna por los resultados electorales y la dinámica transfronteriza coloca a Jordania en una posición delicada. Las autoridades deben maniobrar cuidadosamente entre preservar sus intereses políticos internos, asegurar sus fronteras y gestionar sus relaciones con los actores regionales e internacionales.

Así, aunque Jordania sigue siendo un actor clave en la estabilidad regional, también debe navegar con cautela en este complejo contexto, en el que las crecientes tensiones en Siria, combinadas con los desafíos internos, podrían comprometer sus frágiles equilibrios.

H. ISRAEL: UN ACTOR DECISIVO EN UN ORIENTE MEDIO CONVULSO

La caída del régimen de Bashar al-Assad representa una importante convulsión estratégica para Israel, que define un punto de inflexión en la dinámica regional al que el país debe adaptarse. Israel sigue siendo uno de los actores más atentos a la evolución de la situación en Siria, sobre todo debido a sus preocupaciones en materia de seguridad, sus ambiciones geoestratégicas y sus rivalidades con Irán. Tras el derrocamiento del régimen de Assad, la posición de Israel, en este nuevo contexto, aparece en varios ejes geopolíticos.

1. Una oportunidad de seguridad: debilitar a Irán

Durante varios años, Israel ha considerado a Irán como una de sus principales amenazas estratégicas, debido al apoyo iraní a las milicias chiíes en Siria, Líbano y otras partes de Oriente Medio. El colapso del régimen sirio, junto con la retirada de algunas de las capacidades de apoyo militar tradicionales de Assad, debilita la posición de Irán en la región.

Israel ha emprendido operaciones militares ininterrumpidas en Siria para paralizar la influencia iraní. Los ataques han tenido como objetivo depósitos de armas, posiciones militares y transferencias de armas destinadas a Hezbolá, que goza del apoyo de Teherán. Esta dinámica ha contribuido a debilitar el eje Irán-Siria-Hezbolá, al tiempo que ha dado a Israel espacio estratégico de maniobra para contrarrestar la influencia iraní.

Con el colapso del régimen de Assad y el vacío de seguridad resultante, Israel puede tratar de reforzar esta dinámica consolidando sus posiciones sobre el terreno y manteniendo una presión constante sobre los grupos respaldados por Irán. Sin embargo, esta estrategia conlleva riesgos, especialmente debido a la complejidad de la dinámica regional y a la inestabilidad que persiste en algunas regiones sirias.

En sus recientes declaraciones, tras el acuerdo de alto el fuego con Hezbolá, Benjamin Netanyahu ha prometido mantener una presión constante sobre Irán y sus milicias para impedir cualquier refuerzo militar o estratégico en la región. Esta estrategia de desestabilización y disuasión ha exacerbado la vulnerabilidad iraní, que ahora tendrá que maniobrar entre presiones internas y externas simultáneamente.

<p>Soldados israelíes se reúnen cerca de la línea de alto el fuego entre Siria y los Altos del Golán ocupados por Israel, el 9 de diciembre de 2024 - REUTERS/ AMMAR AWAD</p>
Soldados israelíes se reúnen cerca de la línea de alto el fuego entre Siria y los Altos del Golán ocupados por Israel, el 9 de diciembre de 2024 - REUTERS/ AMMAR AWAD

2. Una oportunidad para controlar el eje Irán-Siria

La caída del régimen de Assad también debilita el tradicional eje de cooperación entre Irán y Siria. Israel ve esta dinámica como una oportunidad para limitar la expansión de los grupos respaldados por Teherán en Siria, reforzando su capacidad para operar militarmente en la región sin tener que enfrentarse a un régimen sirio resistente y consolidado.

Controlando la situación en regiones clave, incluso mediante ataques militares selectivos, Israel trata de impedir la creación de un corredor terrestre que conecte Irán con Líbano, lo que supondría una importante palanca estratégica para Teherán. Este corredor se considera un factor clave en la estrategia de expansión regional de Irán, y su neutralización sigue siendo una de las prioridades estratégicas de Israel.

En este contexto, la caída del régimen de Assad ofrece a Israel una mejor oportunidad para reforzar su posición militar y sus relaciones con socios regionales, como Turquía o incluso algunos países árabes moderados, al tiempo que prosigue sus acciones contra Irán.

3. Relaciones con Estados Unidos y los aliados occidentales

La posición estratégica de Israel también se ve influida por las relaciones con Estados Unidos y sus políticas hacia la región tras la caída del régimen sirio. Estados Unidos, con su retirada parcial y su enfoque pragmático de la región, apoya a Israel en su determinación de contener a Irán al tiempo que intenta estabilizar la situación en Siria por medios diplomáticos y militares.

Israel está recalibrando ahora sus prioridades en este nuevo entorno. Con la amenaza iraní como telón de fondo, Israel quiere mantener un equilibrio estratégico en cooperación con Estados Unidos y otras potencias occidentales, al tiempo que demuestra su capacidad de emprender acciones militares independientes para proteger sus intereses.

4. Desafíos internos: mantener la seguridad y responder a las tensiones regionales

La situación tras la caída del régimen de Assad también presenta desafíos internos para Israel. El vacío de seguridad en Siria, especialmente en algunas regiones cercanas a sus fronteras, podría permitir el resurgimiento de grupos extremistas o de nuevas facciones hostiles. Israel tendrá que seguir de cerca los acontecimientos en los Altos del Golán, una región estratégica fronteriza con Siria, donde los grupos extremistas podrían beneficiarse del caos regional.

Israel también tendrá que permanecer atento a la dinámica interna de sus vecinos árabes. La caída de Assad podría abrir nuevos espacios para grupos extremistas o conflictos transfronterizos. Esta situación, combinada con las ambiciones de Irán de mantener una presencia regional, obliga a Israel a reforzar sus capacidades de vigilancia y militares para hacer frente a los nuevos retos de seguridad.

Soldados israelíes en vehículos militares mientras se reúnen cerca de la línea de alto el fuego entre Siria y los Altos del Golán ocupados por Israel, el 9 de diciembre de 2024 - REUTERS/ AMMAR AWAD
Soldados israelíes en vehículos militares mientras se reúnen cerca de la línea de alto el fuego entre Siria y los Altos del Golán ocupados por Israel, el 9 de diciembre de 2024 - REUTERS/ AMMAR AWAD

5. Israel: Un actor a vigilar

Israel sigue siendo uno de los principales obstáculos para las milicias proiraníes en Irak. Durante varios años, el Estado judío ha llevado a cabo operaciones militares destinadas a debilitar la influencia iraní en la región, incluido el ataque a objetivos militares vinculados a Irán en Siria. Sin embargo, estas operaciones no se limitan a Siria. Israel ya ha llevado a cabo ataques en Siria, dirigidos contra depósitos de armas, centros de milicias e infraestructuras militares atribuidas a grupos respaldados por Teherán. La zona tapón ya no es tabú porque las fuerzas israelíes han cruzado la frontera hacia los Altos del Golán, acercándose considerablemente a la capital, Damasco.

En este contexto, el colapso del régimen sirio y la inestabilidad resultante podrían animar a Israel a intensificar sus operaciones militares en Irak, dado que el eje Irán-Siria-Irak supone una amenaza estratégica. La administración Trump, aunque más agresiva con Irán que algunos de sus predecesores, también se ha mostrado decidida a una retirada gradual de Estados Unidos y a apoyar acciones encaminadas a contener la influencia iraní en la región.

Esta dinámica crea un entorno especialmente frágil para las milicias proiraníes. Su deseo de asegurar sus objetivos estratégicos podría entrar en conflicto con las posiciones israelí y estadounidense, que siguen decididas a limitar la expansión de la influencia iraní.

En este nuevo entorno regional marcado por el colapso del régimen sirio, Israel está adaptando una estrategia pragmática, combinando acciones militares selectivas con una mayor cooperación diplomática. El objetivo de Israel sigue siendo claro: contener a Irán, debilitar a sus apoyos regionales y mantener su superioridad militar y de seguridad, aprovechando al mismo tiempo el vacío creado por la caída de Assad para remodelar sus posiciones estratégicas.

Esta estrategia, sin embargo, se enfrenta a incertidumbres en la región. Israel tendrá que gestionar no sólo el ascenso de grupos islamistas como HTS, sino también la dinámica más amplia de la competencia regional, que incluye a potencias como Estados Unidos, Rusia, Turquía e Irán. Gracias a su capacidad de previsión, preparación militar y alianzas, Israel sigue siendo un actor clave en este complejo contexto, decidido a asegurar sus intereses estratégicos en un Oriente Medio en plena reestructuración.

CONCLUSIÓN: UN NUEVO EQUILIBRIO REGIONAL

La caída del régimen de Bashar al-Assad marca el fin de una era política en Oriente Medio y abre el camino a una recomposición geopolítica extremadamente compleja. Esta gran convulsión, resultado de una combinación de esfuerzos internos, intervención extranjera y dinámica regional, ha alterado profundamente el equilibrio de poder en la región. Sin embargo, a pesar de este cambio simbólico, la estabilidad sigue siendo precaria y persisten numerosos desafíos.

La desaparición del régimen sirio, como se le conocía, no significa el fin de los conflictos ni la solución de las crisis históricas. Siria sigue siendo un país fragmentado, con grupos rebeldes, milicias, potencias extranjeras y dinámicas sectarias que seguirán condicionando su futuro. En este sentido, la caída de Assad no es un punto final, sino un nuevo capítulo de una guerra civil que sigue marcada por intereses diversos y múltiples ambiciones geopolíticas.

En términos más generales, esta situación está dando lugar a un reposicionamiento de los actores regionales e internacionales. Turquía, Irán, Israel, Estados Unidos, Rusia y otras potencias tienen intereses coincidentes y a veces contrapuestos, lo que genera nuevas tensiones y nuevas alianzas en un contexto regional ya de por sí inestable. Esta dinámica está redibujando las fronteras de influencia, al tiempo que sitúa la lucha contra grupos extremistas como el Estado Islámico en el centro de las prioridades estratégicas.

Además, parece que la caída del régimen de Assad podría tener consecuencias para el conflicto israelo-palestino, aunque este último corre el riesgo de pasar a un segundo plano en un contexto en el que la estabilidad regional sigue siendo frágil. Las prioridades de muchas potencias se orientan ahora hacia la reconstrucción, la gestión de las milicias y la estabilización de la seguridad, reduciendo la atención a la cuestión palestina. Esta situación subraya la necesidad de recordar las dimensiones históricas del conflicto sin dejar de tener en cuenta las nuevas realidades geopolíticas.

En resumen, aunque la caída del régimen sirio representa un punto de inflexión decisivo, no constituye ni una solución ni un nuevo orden establecido. Por el contrario, crea un nuevo equilibrio regional, en el que las ambiciones, las alianzas, las luchas de poder y las aspiraciones políticas seguirán configurando Oriente Medio. La estabilidad y la paz en la región dependerán de la capacidad de las potencias regionales e internacionales para gestionar esta dinámica con pragmatismo, cooperación y visión estratégica a largo plazo.

Embajador Prof. Dr. Arben P. Cici, actualmente profesor de Relaciones Internacionales y Pro-rector de la Universidad Mediterránea de Albania, antiguo Embajador de Albania en Dinamarca, Croacia, Rusia, dos veces Consejero de Política Exterior del Presidente de la República.

IFIMES - Instituto Internacional de Estudios sobre Oriente Medio y los Balcanes, con sede en Liubliana (Eslovenia)