El colapso de la moneda, el aumento de la inflación y la profunda crisis financiera que atraviesa Líbano desde el pasado mes de octubre han creado el campo de cultivo perfecto para la aparición de unas protestas que este martes han alcanzado nuevas dimensiones, después de que un joven de 26 años perdiese la vida durante los enfrentamientos entre los manifestantes y el Ejército libanés en la norteña ciudad de Trípoli -no confundir con la capital de Libia-.
La hermana de Fawaz Fouad Samman confirmó la noticia de que su hermano había muerto en las manifestaciones a través de la red social Facebook. “Mi hermano Fawaz Faoud al-Samman, de 26 años, murió por las heridas provocadas por una bala disparada durante los enfrentamientos contra el Ejército en Trípoli”. Durante estas protestas, al menos otras 48 personas han resultado heridas en los alrededores de la Plaza Abdel-Hamid de Trípoli, entre ellos 35 civiles y 13 soldados, según ha informado Middle East Monitor.

El Ejército libanés ha publicado una declaración sobre los disturbios nocturnos explicando que “los alborotadores que se habían infiltrado en los manifestantes para atacar bancos” también habían prendido fuego a un vehículo militar y habían lanzado granadas contra el personal del Ejército. Asimismo, han informado de que al menos 54 soldados han resultados heridos en todo el país y de que el Ejército ha detenido a trece personas.
El cierre del país para reducir el impacto de la pandemia provocada por el virus de la COVID-19 -que hasta ahora ha registrado 717 casos y 24 muertes- ha llevado a la economía de esta nación al borde del abismo. Durante la jornada de este martes, los manifestantes que salieron a alzar su voz a las calles de Trípoli incendiaron varios bancos y destrozaron sus fachadas. El Ejército no tardó en reaccionar desplegando a sus tropas en varios puntos del país y a varios soldados en una calle repleta de oficinas bancarias, en donde las fuerzas de seguridad dispararon balas de goma y gas lacrimógeno contra los manifestantes. De hecho, la asociación bancaria de Líbano ha cerrado todos los bancos de Trípoli hasta que se restablezca la seguridad, diciendo que las instituciones habían sido “blanco de graves ataques y disturbios”, según ha informado el periódico The Arab Weekly.

Sin embargo, los disturbios comenzaron varias horas antes. Coincidiendo con el mes sagrado del Ramadán -en el que miles de musulmanes se deben hacer ayuno desde el amanecer hasta el ocaso- decenas de manifestantes salieron a la calle y prendieron fuego a varios bancos y a un vehículo militar, como más tarde confirmaría el propio Ejército. Estos enfrentamientos provocaron la muerte del joven de 26 años, según un portavoz de las fuerzas de seguridad que explicó que “no estaba claro quién era el responsable de su muerte”, ha informado la agencia de noticias Reuters. Posteriormente, los manifestantes de la región sureña de Sidón se unieron a estas protestas bajo el lema de “revolución” y atacaron el edificio del banco central y las fachadas de varias instituciones bancarias del país.
La tensión y la violencia han conquistado durante los últimos días todos y cada uno de los rincones de un país, amenazado ya por una crisis financiera sin precedentes. Las calles de Beirut también han sido víctimas de estas protestas, después de que decenas de personas marcharan por la ciudad, algunas de ellas cubiertas con máscaras para protegerse contra el coronavirus, y al ritmo de una serie de cánticos contra el sistema financiero. Esta protesta aparentemente pacífica se convirtió en un enfrentamiento entre las multitudes y las fuerzas de seguridad situadas frente al banco central varias horas después.

El primer ministro Hassan Diab ha instado a los libaneses en un comunicado oficial a abstenerse de la violencia y a dejar de lado “las intenciones maliciosas” que están “sacudiendo la estabilidad”. “Es normal que las personas vuelvan a las calles y estén enfurecidas, como lo estaban en el levantamiento del 17 de octubre, especialmente después de que les quedara claro que ha habido intentos políticos para evitar que el Gobierno abra los casos de corrupción”, ha añadido. Trípoli, una ciudad musulmana predominantemente suní, se encuentra en una de las regiones más pobres del país y es uno de los lugares que más está sufriendo las consecuencias de esta inestabilidad económica. La violencia en esta región es un reflejo de la pobreza que asola a la ciudad desde el pasado mes de octubre. Los manifestantes acusaban por aquel entonces a los políticos de corrupción y mala gestión y se les culpaba de haber llevado al país al borde del colapso económico y financiero.
El jefe del Ejecutivo anunció el pasado mes de marzo que su país arrastraba una deuda pública de 90.000 millones de dólares, lo que supone un 170% del PIB, una situación que podría llevar a más del 40% de la población a situarse bajo el umbral de la pobreza, según informó entonces la agencia de noticias EFE. La libra libanesa -dependiente de la inversión extranjera y la solvencia del dólar- ha perdido más de la mitad de su valor desde el pasado mes de octubre y ha sufrido una grave caída durante los últimos días. La inestabilidad económica ha llevado a miles de personas a temer por su futuro y a salir a las calles, a pesar de las peticiones por parte del Ejecutivo para que la gente se quede en casa.

Por su parte, la agencia de noticias Reuters ha informado este martes de que el sublíder del poderoso movimiento Hizbulá ha criticado al banco central por la caída de la libra esterlina a mínimos históricos frente al dólar estadounidense y ha acusado al responsable de este banco, Riad Salameh, de ser el culpable de este hecho. Sin embargo, la sociedad va mucho más allá y considera que esta crisis económica es el resultado de una serie de problemas estructurales. “Lo que están viendo es el resultado de problemas acumulados. Tuvimos una revolución, la gente estaba sufriendo, luego vino el coronavirus y nos tuvimos que encerrar en nuestras casas durante un mes y medio sin que el estado garantizase comida y bebida o cualquier otra cosa”, ha señalado el manifestante Abdelaziz Sarkousi, de 47 años a la agencia de noticias The Associated Press. “Ahora hemos llegado a un estado en el que desgraciadamente ya no se puede controlar a la gente, porque la gente tiene hambre”, ha añadido.
La embajadora estadounidense en Líbano Dorothy C. Shea, considera, en este sentido, que “la frustración del pueblo libanés por la crisis económica es comprensible, y las demandas de los manifestantes están justificadas”, aunque sostiene “los incidentes de violencia, amenazas y destrucción de la propiedad son profundamente preocupantes y deben cesar”. “Alentamos la conducta pacífica, así como la vigilancia continua para cumplir el distanciamiento social en el contexto de la pandemia de la COVID-19”, ha insistido. El portavoz de la ONU, Stéphane Dujarric, también se ha sumado a este llamamiento asegurando que “como reacción a los enfrentamientos, el organismo mundial insta a los manifestantes a ejercer su derecho a protestar pacíficamente y al personal de seguridad a proteger las protestas pacíficas y a actuar proporcionalmente en el mantenimiento de la ley y el orden”.

Líbano -un país con unos cinco millones de habitantes y que alberga a más de un millón y medio de refugiados- es una de las naciones más endeudas del mundo. Las protestas que comenzaron en octubre para poner fin a la corrupción generalizada y a la mala gestión de los recursos se han convertido ahora en manifestaciones violentas por una crisis económica que ha llevado a Líbano al borde del abismo.