
A raíz de la intervención de la OTAN en Libia y el derrocamiento de Gadafi en 2011, Libia se ha convertido en el escenario de una guerra civil y un choque de intereses geopolíticos. Sin embargo, el conflicto ya no se limita a una escala local y ha adquirido una nueva dimensión debido al gran número de participantes, entre ellos grandes potencias regionales como Turquía, Rusia, Francia e Italia. En la actualidad, la guerra civil en Libia puede amenazar todo el sistema de seguridad del sur de Europa.
Durante años, Libia no ha logrado salir del callejón sin salida político. En 10 años Libia no se ha recuperado de las luchas internas. El país está dividido en dos. Bengasi y las regiones orientales en la frontera con Egipto están bajo el gobierno del general Jalifa Haftar. La capital, Trípoli, y el oeste de la frontera con Túnez y Argelia están controlados por diversas fuerzas, entre ellas el Gobierno de Unidad Nacional (GNA), reconocido por la ONU. Varios grandes actores mundiales intervienen en la crisis a favor de las dos partes, tratando de sacar provecho de este callejón sin salida. Algunos de ellos, como Turquía, que apoya a Trípoli, están en realidad alimentando el conflicto en beneficio propio.
Libia es un terreno bien conocido para Turquía: el país formó parte del Imperio Otomano durante más de 350 años. Trípoli es una ciudad portuaria de importancia geoestratégica en el Mediterráneo oriental. La capital libia fue uno de los bastiones marítimos militares más importantes del Imperio Otomano y Erdogan pretende restaurar la antigua gloria de los otomanos.
La presencia militar turca en el noroeste de Libia se está utilizando para apuntalar al primer ministro saliente, Abdel Hamid Dabeiba, que ya ha cumplido todo su mandato en el cargo. Turquía sigue suministrando armas a Libia en violación del embargo de la ONU. El Gobierno de Acuerdo Nacional libio utiliza activamente drones, sistemas de defensa antiaérea y milicias turcas para garantizar su supervivencia. También hay asesores militares turcos sobre el terreno.
A pesar del apoyo turco a Dabeiba, Ankara también tiene aspiraciones económicas y geopolíticas en Libia que requieren presencia en la provincia oriental de Cirenaica. Para conseguirlas, Turquía ha optado por cortejar a los líderes locales en lugar de por la violencia armada. Ankara también ha conseguido varios contratos para construir centrales eléctricas y otras instalaciones, sobre todo en la zona de Trípoli. Pero pretende ir más allá y firmar contratos multimillonarios con ambas partes. La petrolera estatal turca está solicitando permiso para explorar reservas submarinas de gas en aguas libias frente a la ciudad oriental de Derna, mientras que las empresas turcas de energía en tierra buscan participaciones en importantes instalaciones petrolíferas, incluso en el sur de Cirenaica. Otro mercado codiciado es la reconstrucción posbélica de Bengasi, que ya ha comenzado en serio. Para perseguir todas estas ambiciones, Turquía está cubriendo sus apuestas y mantiene abiertas tanto la vía occidental como la oriental.
Por supuesto, Turquía sigue insistiendo en que su objetivo es apoyar al gobierno internacionalmente reconocido de Libia. Pero las acciones del presidente Erdogan también pueden tener objetivos estratégicos más amplios. Turquía considera a Libia parte de su esfera de influencia en el Mediterráneo oriental y un importante socio económico en África. Por ello, Erdogan necesita a una Libia inestable para presionar en favor de sus intereses en el norte de África.
Los combatientes sirios reclutados por Turquía llevan en Libia desde 2020 y luchan activamente en el bando gubernamental en Trípoli. Sin embargo, últimamente se han visto involucrados en los conflictos internos entre las facciones leales a Trípoli, como se pudo comprobar durante los recientes enfrentamientos armados entre la Fuerza Especial de Disuasión y la Brigada 444 en la capital libia, que se saldaron con varias decenas de muertos y heridos.
Teniendo todo esto en cuenta, Turquía pretende convertirse en una potencia en el norte de África a través de sus esfuerzos económicos, militares y humanitarios. El legado otomano en el norte de África puede servir de base sólida para la formación de alianzas que protejan los intereses de Turquía y le den la oportunidad de emplear sus activos militares y políticos junto con ideas panislamistas. Ankara necesita un protectorado en el norte del continente, y ese papel le corresponde a Libia.
Hassan Mansour, periodista independiente libio