La iniciativa, bautizada por la oposición como “proyecto loco”, ha costado al país 15.000 millones de euros

Erdogan inaugura su proyecto “Canal de Estambul” en un contexto económicamente crítico

AFP PHOTO /SERVICIO DE PRENSA PRESIDENCIAL TURCO - El presidente turco Tayyip Erdogan , durante la ceremonia de colocación de la primera piedra del puente Sazlidere sobre la ruta prevista del Kanal Estambul

El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha continuado con la ejecución del nuevo proyecto fluvial “Canal de Estambul”, a pesar de las múltiples críticas recibidas. La iniciativa, conocida también como “proyecto loco” pretende competir con el Canal de Suez con la construcción de un “faranoico” canal de 45 kilómetros de longitud que consiga aliviar la presión sobre el estrecho del Bósforo.

Esta construcción no está exenta de críticas ya que el canal cuestiona la propia viabilidad fluvial al tener que cruzar enclaves medioambientales importantes como pantanos, ecosistemas marinos y granjas, que quedarían dañadas. Sin embargo, los trabajadores de la construcción, bajo las órdenes de Erdogan, ya han vertido 1,6 kilómetros de cemento en una jornada de inauguración “ceremonial” que ha contado con un discurso del presidente turco. De acuerdo con Erdogan, “el Canal de Estambul es un proyecto para salvar el futuro (…) estamos abriendo una nueva página en el desarrollo de Turquía”. 

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En este sentido, la ejecución del plan ha dejado varias preguntas abiertas además de las propias consecuencias medioambientales y económicas, como las propias derivaciones geopolíticas que acarreara su construcción.

Aun así, los resultados de una encuesta nacional realizada por MetroPoll muestran que la mayoría de los turcos se opondrían al desarrollo del proyecto. En esta línea, el alcalde de Estambul, Ekrem Imamoglu, y grupos ecologistas han afirmado que su ejecución “alteraría el ecosistema de la ciudad y destruiría el medioambiente”. Del mismo modo, el pasado abril, diferentes bancos turcos se han opuesto a la financiación del proyecto tras firmar un acuerdo de sostenibilidad global en el marco de los Principios para una Banca Responsable. Además, la banca turca considera que la iniciativa presenta “considerables riesgos de inversión”. 

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El proyecto del canal fue anunciado ya hace una década tras afirmar que su construcción protegería el desarrollo del Bósforo. En el 2019 se estimó que el proyecto supondría 13.000 millones de dólares, según declaró el Gobierno, lo que equivaldría a 75.000 millones de liras, pero fuentes gubernamentales afirman que la iniciativa ha costado 15.000 millones de dólares. Esta inversión se produce en un contexto en el cual Turquía está atravesando graves problemas económicos.

En primer lugar, la subida de la inflación junto con la subida de la deuda y la consecuente devaluación de la moneda han sido las principales razones por las que en la actualidad Turquía se encuentra en una recesión económica. Además, el cese del director del Banco Central, Naci Agbal, por oponerse a las políticas económicas propuestas por Erdogan, han agravado más la situación económica del país. De acuerdo con el director de Amudi, Yerlan Syzdykov, “los cambios constantes del equipo económico no son buen augurio, no es bueno para la credibilidad de las políticas”. En este aspecto, el nuevo director, Sahap Kavcioglu, se ha convertido en el cuarto gobernador del Banco Central en menos de dos años. 

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De acuerdo con Erdogan, “cada vez es más peligroso para los petroleros abrirse camino en el mar Negro y en el mar de Mármara a través del Bósforo”. En la actualidad, concurren a través del estrecho 43.000 barcos al año, el doble de los que el Gobierno considera seguros, lo que hace que los tiempos de espera aumenten. En este aspecto, se espera que para el 2050 el número de embarcaciones aumenten a 78.000.

Por otro lado, Rusia se ha mostrado escéptica en su construcción y ha dejado ver su preocupación ya que el proyecto no estaría sujeto a la Convención de Montreux de 1936, un acuerdo internacional por el que Reino Unido transfiere a Turquía la soberanía tanto en el estrecho del Bósforo como en los Dardanelos y regularía el paso de buques de guerra a través de estos. En esta línea, Erdogan ha declarado que “mientras el canal alivie la pesada carga marítima del Bósforo, Turquía también obtendrá una alternativa bajo su plena soberanía fuera de las limitaciones de Montreux”, como parte de “nuestra lucha por la soberanía”. 

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Mientras tanto, las críticas siguen en aumento. Por un lado, el desembolso económico de la inversión en un contexto económicamente crítico para Turquía junto con las negativas consecuencias medioambientales que acarrea el plan preocupa a una población que ya califica el propósito como un desastre medioambiental sin precedentes. Ahora es el turno de que entre en el tablero el aspecto geopolítico del mar negro y del papel de Rusia ya que, para la antigua Unión, este canal debe regirse por el Tratado por los enormes beneficios que supone a Moscú.


 

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