Irán se prepara para reanudar el diálogo nuclear con Europa

- Coordinación oriental antes del encuentro europeo
- Europa endurece el tono y amenaza con sanciones automáticas
- Programa nuclear como cuestión de Estado
- Riesgos regionales y consecuencias estratégicas
- Un punto de inflexión en Estambul
En un clima cargado de tensiones diplomáticas y amenazas de aislamiento, Irán y la llamada troika europea —Francia, Alemania y Reino Unido— se reencontrarán este viernes en Estambul para retomar el estancado diálogo sobre el programa nuclear iraní. La cita, prevista a nivel de viceministros, marca el primer contacto directo tras meses de hostilidades militares, escaladas retóricas y advertencias de sanciones. El telón de fondo es claro: si no hay avances sustanciales antes de finales de agosto, Europa activará el mecanismo de “snapback”, reimponiendo automáticamente las sanciones internacionales acordadas en 2015.
Coordinación oriental antes del encuentro europeo
En vísperas de la reunión de Estambul, Irán ha intensificado sus contactos con Moscú y Pekín. Este martes, representantes de los tres países celebraron una cumbre en Teherán para coordinar posturas frente a una eventual reactivación de sanciones. Según el portavoz iraní de Exteriores, Esmail Baghaei, el objetivo fue “prevenir o mitigar” las consecuencias de una aplicación del “snapback”. Rusia y China, aún firmantes del acuerdo nuclear de 2015, han reiterado su apoyo a una salida diplomática, aunque sin comprometerse abiertamente a frenar a Europa en el Consejo de Seguridad.
La presión diplomática también se trasladó a Moscú, donde el presidente ruso, Vladímir Putin, recibió el domingo al enviado iraní Ali Larijani. Según el Kremlin, ambos dirigentes coincidieron en su diagnóstico: Oriente Medio atraviesa un momento “crítico”, y solo una solución política puede evitar una escalada mayor.
Europa endurece el tono y amenaza con sanciones automáticas
La troika europea ha dejado claro que la paciencia se agota. En un comunicado conjunto, París, Berlín y Londres advirtieron que, si Irán no muestra una voluntad concreta de retomar el cumplimiento pleno del acuerdo, activarán el mecanismo de reactivación automática de sanciones —el llamado “snapback”— previsto en la resolución 2231 del Consejo de Seguridad de la ONU. Este instrumento legal, concebido para garantizar el cumplimiento del Plan de Acción Integral Conjunto (PAIC), permite a cualquier firmante restablecer las sanciones previas sin necesidad de aprobación formal del Consejo.
El “snapback” ha sido históricamente un punto de fricción. En 2020, Estados Unidos intentó reactivarlo unilateralmente tras su salida del acuerdo de 2015, pero el resto de los firmantes —incluidos los europeos— rechazaron la maniobra, argumentando que Washington ya no tenía legitimidad jurídica para invocar el mecanismo. Ahora, la amenaza proviene precisamente de los aliados europeos, lo que ha encendido las alarmas en Teherán.
El ministro de Asuntos Exteriores iraní, Abbas Araqchi, reaccionó duramente en una carta dirigida al secretario general de la ONU, António Guterres: “Las partes europeas carecen de toda legitimidad legal, política y moral para recurrir a esta medida”, afirmó. En la misma línea, Baghaei declaró que “los europeos han sido negligentes en sus obligaciones” y que el uso del mecanismo solo dañaría la credibilidad del sistema multilateral.

Programa nuclear como cuestión de Estado
Desde la retirada de EE. UU. en 2018, Irán ha reanudado paulatinamente varias actividades prohibidas por el acuerdo, incluido el enriquecimiento de uranio hasta niveles del 60 %, lo que lo coloca a un paso técnico de alcanzar el umbral del 90 % requerido para uso armamentístico. Aunque Teherán insiste en que su programa tiene fines pacíficos, los niveles actuales han generado preocupación incluso entre los aliados orientales.
“Renunciar al enriquecimiento sería renunciar a nuestra soberanía científica”, declaró recientemente Araqchi, calificando el desarrollo nuclear como “un asunto de orgullo nacional”. Según datos de la Agencia Internacional de Energía Atómica (OIEA), Irán posee ya más de 400 kg de uranio enriquecido al 60 %, cantidad que bastaría para fabricar hasta diez ojivas si se refina más allá del umbral crítico.
La cooperación con la OIEA, además, se encuentra congelada desde junio, tras el cese del acceso de los inspectores a varias instalaciones afectadas por bombardeos. De hecho, el permiso a agentes de la OIEA para acceder a centros nucleares iraníes depende del visto bueno del Estado iraní tras la última ley promovida por el presidente Masoud Pezeshkian y refrendada por el Parlamento de la República Islámica. Aunque se ha reportado “daño considerable” en complejos clave como Fordow y Natanz, la agencia no ha podido verificar cuántos de los materiales sensibles permanecen en el país ni en qué condiciones.

Riesgos regionales y consecuencias estratégicas
Más allá del pulso diplomático, el eventual colapso del acuerdo nuclear implicaría consecuencias graves para la estabilidad regional. Irán ya ha dejado entrever que podría abandonar sus compromisos de seguridad en el golfo Pérsico y el estrecho de Ormuz, lo que abriría un frente de inestabilidad en una de las arterias más importantes para el transporte global de crudo.
Asimismo, existe el temor de que parte del material nuclear escape al control internacional. La combinación de sanciones, opacidad y aislamiento podría llevar a Teherán a ocultar parte de su arsenal estratégico o diversificar su red de almacenamiento, dificultando una posible supervisión futura. Analistas nucleares advierten que ese escenario abriría la puerta a una nueva carrera armamentística regional, con países como Arabia Saudí o Turquía reevaluando sus propias capacidades nucleares.
Internamente, el recrudecimiento de las sanciones podría agravar la crisis económica iraní, presionando aún más al régimen. En este contexto, el Gobierno podría optar por radicalizar su política exterior o intensificar la represión doméstica para contener el descontento social.

Un punto de inflexión en Estambul
El encuentro del viernes representa mucho más que una simple ronda técnica. Si bien las partes llegan con posturas enfrentadas, aún existe un margen —aunque estrecho— para reencauzar el acuerdo. La reactivación de los protocolos de verificación de la OIEA y una moratoria parcial del programa nuclear serían pasos mínimos, pero necesarios, para evitar un punto de no retorno.
La alternativa es clara: el recurso al “snapback” sellaría la ruptura del PAIC y podría empujar a Irán hacia una vía de confrontación prolongada. En un mundo cada vez más fracturado, el desenlace de estas negociaciones podría definir no solo el futuro de Oriente Medio, sino también la credibilidad del orden multilateral.