Tras cinco meses de espera, tan sólo la noticia de la reanudación de las conversaciones nucleares con Irán ya es una buena señal. Una de las incógnitas que rodean a esta nueva ronda de conversaciones en Viena es la posición que tendrá el régimen iraní tras el cambio en el Gobierno, ahora presidido por Ebrahim Raisí. Las primeras señales no son lo más positivas posibles, al menos por la parte que le toca a Irán. Sin embargo, representantes de la Unión Europea ven en esta dura postura inicial una estrategia para forzar a Estados Unidos a retirar las sanciones impuestas en los últimos años.

Las negociaciones que tuvieron lugar de abril a junio en la propia capital austríaca no fueron todo lo productivas que los países occidentales hubiesen deseado. Es más, para el sector iraní, esas conversaciones no fueron más que un “borrador”, con poca más validez que un papel en blanco. “Los borradores están sujetos a negociación. Por lo tanto, no se acuerda nada a menos que se haya acordado todo”, decía Ali Bagheri, el principal negociador de Irán, en unas declaraciones a la televisión estatal iraní.
Semanas antes de retomar las conversaciones con Reino Unido, Francia, Alemania y China, Teherán mostraba con claridad sus aspiraciones. No tenían otra intención que la de acabar con las sanciones impuestas por la Administración Trump. Los estadounidenses estarán presentes en Viena, pero no participarán en la misma mesa de diálogo que los iraníes. Washington ha reiterado en numerosas ocasiones que para la retirada de las sanciones es necesaria la vuelta al Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés), abandonado en 2018 con Donald Trump en la Casa Blanca, y al que estarían dispuestos a regresar si Irán cesa el enriquecimiento de uranio y respeta las normas establecidas en el acuerdo firmado en 2015.

Tan sólo tres años pasaron desde la firma del acuerdo nuclear hasta que Donald Trump decidió abandonarlo de forma unilateral, dando lugar a una violación sistemática de las sanciones por parte de Teherán. Hay muchos motivos por los que un regreso al JCPOA que se firmó en 2015 es muy complicado, pero hay dos que seguramente marquen la diferencia en las conversaciones que están teniendo lugar en Viena.

El primero de ellos es que Irán no tiene intención alguna de dejar de enriquecer y almacenar uranio de alta pureza hasta que Estados Unidos retire las sanciones. Los ahora dirigidos por Ebrahim Raisí se escudan en la repentina salida de Washington del acuerdo para saltarse las normas acordadas hace seis años. Y, como no podía ser de otra manera, la Administración Biden no retirará las sanciones hasta que Irán deje de enriquecer uranio, algo que, en vista de la estrategia inicial de Teherán ayer lunes, parece poco menos que imposible. Es decir, ambos quieren que el otro dé el primer paso. Así, poco se puede hacer.
Y la segunda de las razones, posiblemente más destacada que la primera, es que el plan nuclear de Irán está muchísimo más avanzado de lo que lo estaba en 2015. El JCPOA fijaba en 3,67% el límite de pureza al que se podía enriquecer el uranio. Pues bien, Irán – según datos del Organismo Internacional de Energía Atómica – habría enriquecido uranio más de 16 veces más puro del permitido por dicho acuerdo, llegando al 60%. Son muchos los líderes internacionales que advierten del cada vez más cercano riesgo de que Irán consiga producir armas nucleares – se requiere alrededor de un 90% para ello –, otro de los motivos que provocan que el reloj corra a favor del régimen de Raisí.

Es evidente que la complejidad de las conversaciones con los iraníes es máxima, pero el objetivo no deja de ser alcanzar un nuevo acuerdo que garantice la seguridad nuclear de la comunidad internacional. El diplomático de la Unión Europea Enrique Mora ha dicho sentirse seguro “de que podemos estar haciendo cosas importantes durante las próximas semanas”. Incluso aseguraba que los iraníes aceptaban basarse en las seis rondas de conversaciones finalizadas en junio y que los enviados de Raisí mostraban “nuevas sensibilidades políticas”. Ve algo positivo que todos los países implicados hayan acudido a Viena y cree poder abandonar la capital de Austria con, si no un nuevo acuerdo sólido, algunas restricciones que limiten al régimen iraní.
No obstante, aunque en el mismo bando, Estados Unidos prefiere mantener las distancias y mostrarse fuerte de cara a las exigencias iraníes. La portavoz del Departamento de Estado estadounidense, Jalina Porter, no comparte la visión optimista de Mora y dice que “desde el principio, la Administración (del presidente, Joe) Biden ha sido coherente, y también hemos sido sinceros y firmes en la búsqueda de una vía de diplomacia”. Añade que la mejor opción para todas las partes es “un retorno mutuo al cumplimiento del acuerdo”, con la que se podría “restringir el programa nuclear de Irán”.

Quien no comparte esa idea es su estrecho aliado israelí que reniega de cualquier conversación o acuerdo con el régimen de Teherán. De hecho, diversas fuentes aseguran que funcionarios israelíes están presionando a sus homólogos estadounidenses para que muestren una dura línea de negociación en Viena. El propio ministro de Defensa de Israel, Benny Gantz, dice que compartió con sus aliados que la inteligencia de su país cree que “Irán sigue su camino hacia la producción de armas nucleares mientras viola el acuerdo de 2015”. La línea del país hebreo no ayuda demasiado a avanzar en unas negociaciones que acaban de reanudarse y cuya finalización está ligada intrínsecamente a la culminación de un nuevo acuerdo nuclear.