Cuadernos de la Errantía, de Raúl Nieto de la Torre, reedita esta obra, publicada en su día en la Colección Adonais

Los sitios interiores, de Rafael Soler

Los sitios interiores 1

¿Quién escribe una carta para sí mismo? ¿Quién se para delante de su propio espejo, se lee, se relee, se sienta, coge un bolígrafo (o el ordenador) y comienza a escribirse para contemplar esa otra escritura, esos versos publicados 40 años atrás?

¿Quién regresa al pasado para colocarse en el presente y dejar por escrito prueba de ello? ¿Qué hay entre ese ayer y este hoy?

Y ¿quién publica un libro y no pone el título ni tampoco el nombre del autor ni en la portada ni en la contraportada? Ni siquiera el sello de la editorial. Ni una letra, quizá porque las palabras ya están más que bien puestas en los versos recogidos en sus páginas. ¿Cómo se va a comprar una obra, ¡poesía!, sin el reclamo visual de su autor? ¿sin que aparezca el gran titular, Los sitios interiores. Sonata urgente, bien destacado? Arriesgar. Jugar.

Rafael Soler
Rafael Soler

La respuesta sería: dos locos románticos, más enamorados del proyecto y la idea que de todo lo demás. Dos locos soñadores guiados por la originalidad y la confianza en la curiosidad de la gente que se aproxime a este libro, que desee saber qué puerta abre la llave de la cubierta, qué hay detrás de esa cerradura que da al mar. Ese mar tan siempre presente en la vida del autor, Rafael Soler, que, como las olas, se deja llevar por el editor de Cuadernos de la Errantía, Raúl Nieto de la Torre, quien reedita esta obra, publicada en su día en la Colección Adonais, y le pide a Soler que se escriba a modo de introducción una carta. Confiar. El uno en el otro. Los dos. En los demás.

Los sitios interiores 2

Letras que inician estos poemas llenos de sensibilidad, donde no faltan la niñez, el amor, y el mar. Versos profundos que navegan por esas inmensidades interiores del escritor, recuerdos de antaño, perdidos, anhelados, presentes, dolorosos, alegres.

Este ingeniero, que fue profesor en la Politécnica, maneja la pluma con una sabiduría infinita mientras indaga en la vida desde su particular mirada, hacia sí mismo, hacia ese horizonte que le rodea… Vivir es un asunto personal, lean esta frase despacio. Y piensen. Es el título de la gran obra de Soler en la que se recogen sus seis poemarios. Y así son sus versos… tan personales.

Provocador con el lenguaje, rebelde con sus sentimientos, complicado, a veces, en sus reflexiones, transparente también como su siempre mar… Lo cotidiano y lo que va más allá de la simplicidad se unen. Quién dijo que habría otro verano, que nunca nunca seriamos mayores, pregunta en el poema Canto a un grillo viejo y mío.

Este escritor, con Olor de chiquillo que nunca llega al mar, nos lleva de la mano por la orilla para que observemos con tranquilidad, pero también por esos complicados laberintos para que cada uno busque, se encuentre.

Si ven una cubierta con una llave sobre un fondo de cuadros negros y blancos ya saben, ahí está Rafael Soler. Los sitios interiores. Sonata urgente, nos urge a todos

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