España estaba entretenida viendo cómo los de Luis Enrique goleaban a Georgia en Badajoz. La segunda parte se aventuraba aburrida y muchos tocaron en el mando para ver los partidos de Segunda. Otros ya esperaban con ganas un Brasil-Argentina en el Neo Química Arena de Sao Paulo a una hora interesante para Europa (21:00).
El partido ya era polémico desde hace días. Incluso desde que LaLiga, la Serie A y la Premier League intentaron que la Justicia paralizara las convocatorias. Los viajes dejaban muy mermados a los equipos de sus competiciones por los 11 días que se tenían que alargar y, además, a su regreso tendrían que hacer cuarentena. Pero la FIFA insistió en seguir adelante con los partidos y con los viajes de los jugadores europeos. La pandemia ya había retrasado estos encuentros y en 18 meses empezará el Mundial de Qatar. Todo tiene que quedar resuelto para junio de 2022, fecha en la que se celebrará el sorteo de los grupos de la fase final.

El partido entre Brasil y Argentina se paró en el minuto tres porque las autoridades sanitarias brasileñas entraron en el césped para detener y deportar a los cuatro jugadores argentinos de la Premier, Emiliano Buendía y Emiliano Martínez, del Aston Villa, y Giovani Lo Celso y Cristian Romero, del Tottenham Hotspur. En ese momento empezó un terremoto deportivo que acabó en un monumental altercado político y sanitario. Todo acabó con Brasil jugando un partidillo entre titulares y suplentes en una de las mitades del campo del Corinthians.
Las tensiones empezaron varios días antes. El viernes a las 9:17 de la mañana aterrizó el vuelo de Argentina en Sao Paulo procedente de Caracas donde habían ganado a Venezuela dos días antes. En ese vuelo los jugadores tenían que rellenar un formulario donde se les preguntaba si habían estado en Reino Unido, Irlanda del Norte, Sudáfrica o India 14 días antes. De ser así tendrían que guardar 14 días de cuarentena. Los cuatro jugadores de la Premier falsificaron la respuesta y la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (ANVISA) les hizo un seguimiento exhaustivo. Al no ser un vuelo comercial lleno de pasajeros anónimos, todo Brasil sabía el periplo de ese chárter y la procedencia de sus viajeros. La vida de los futbolistas es pública y eso les ha costado robos en sus domicilios, por ejemplo.

Los protocolos y las burbujas para ese encuentro nunca estuvieron claras. La Conmebol y la FIFA permitieron que los jugadores viajaran porque salían de las burbujas de sus clubes para ir a la burbuja de su selección. Así evitaban la cuarentena y podían disputar los partidos. Pero el Gobierno de Brasil no quiso hacer excepciones y fue muy claro en sus actuaciones tras la suspensión del partido. El Ministerio de Sanidad de Brasil anunció que advirtieron a los cuatro jugadores argentinos que no salieran del hotel para ir a jugar, y que si lo hacían tenían que salir deportados. Y como los cuatro acudieron al campo y tres de ellos fueron titulares, tuvieron que intervenir.
El bochorno que se vivió en Sao Paulo con uno de los grandes clásicos sudamericanos fue histórico. En las conversaciones cruzadas entre los jugadores se escuchó a Messi preguntar “¿Estaban esperando a empezar el partido?”. Flavio Bolsonaro, hijo del presidente de Brasil, escribió en Twitter que los argentinos sabían que estaban infringiendo la ley, pidió a la Policía que investigara el suceso y que se castigara severamente a la selección celeste.

La situación no se desmadró demasiado en el césped porque las grandes estrellas de uno y otro equipo mantienen una buena amistad. Messi, Neymar y Dani Alves tranquilizaron a los suyos y departieron mientras las autoridades hacían su labor. La duda que asaltaba a todos los jugadores era por qué se espero al inicio del partido para suspenderlo. Aunque los argentinos estaban avisados, el hecho de salir del hotel y llegar al estadio ya hubiese supuesto un motivo para detener a los cuatro jugadores que, supuestamente, falsificaron el documento de entrada al país. Sin embargo, se espero al inicio y a ensuciar la imagen del fútbol mundial.
Ahora será la FIFA la que tome la decisión definitiva. La Conmebol se lavó las manos y tuiteó que el partido estaba organizado por un organismo superior y que ellos no tomarían decisiones. Las fechas se agotan y tanto Brasil como Argentina tienen que seguir viajando. Brasil en Recife ante Perú y Argentina en Buenos Aires ante Bolivia, los dos partidos el viernes 9 de septiembre.

Este suceso deja dos reflexiones importantes. Por un lado, que los protocolos COVID deben ser revisados de nuevo y unificados para todo el fútbol mundial. Esta temporada estamos viendo estadios al 40% en España, gradas repletas en Inglaterra, estadios vacíos en Sudamérica… Cuarentenas en unos destinos y PCR en otros. Por otro lado, los partidos de selecciones durante la temporada no ayudan al fútbol. Entorpecen al aficionado que se ilusiona con su equipo; deja muy mermados a los equipos de Segunda División en España que cuentan con internacionales y ponen en riesgo la salud de los futbolistas que pueden sufrir lesiones graves fuera del club que le paga.
Brasil quiso demostrar que se preocupa por la crisis sanitaria mundial. Uno de los países que más fallecidos ha tenido y uno de los presidentes que se ha mostrado más despreocupado respecto al virus ha querido utilizar al fútbol para lavar su imagen. La Seleçao ha pagado los platos rotos del descontrol político y sanitario que viven. Ni orden ni progreso.