En el pasado, el grupo étnico ha sido objeto de masacres y deportaciones forzadas. En la actualidad, es blanco de ataques por parte de los talibanes y grupos terroristas

Afganistán: los hazaras temen un nuevo genocidio a manos de los talibanes

photo_camera AP/EBRAHI NOROOZI - Una joven afgana hazara llora tras un atentado suicida contra un centro educativo hazara en Kabul

Hazaras, el grupo étnico más perseguido de Afganistán

El 15 de agosto de 2021 marcó un antes y un después en la sociedad afgana. La caída de Kabul en manos de los talibanes supuso también una fuerte conmoción a nivel internacional. Desde todas las partes del mundo, la gente contemplaba desde sus televisores como el movimiento islamista volvía hacerse con el poder en Afganistán. Las dos décadas de presencia estadounidense en Afganistán terminaron con los talibanes ocupando el palacio presidencial de la capital. Mientras, el caos se apoderaba del Aeropuerto Internacional Hamid Karzai, donde cientos de afganos trataban de abandonar el país. Veinte años y miles de muertos después, Afganistán retrocedía a 1996.

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No obstante, esa vuelta al pasado, a los años bajo el temible puño talibán, llegó a varias zonas del país antes del 15 de agosto. A medida que Estados Unidos ultimaba la salida de las tropas de Afganistán durante el verano, ciudades clave como Kandahar y Herat caían en manos de los talibanes. Para sus habitantes, volvía la oscuridad y la represión, especialmente para las mujeres y los miembros de minorías étnicas que durante décadas han sido objeto de discriminación y ataques por parte de diferentes grupos.

En este sentido cabe destacar la comunidad hazara, uno de los grupos étnicos de Afganistán que más persecución han sufrido a lo largo de su historia. La vida para los hazaras nunca ha sido fácil debido a sus diferencias con el resto de las comunidades afganas, en concreto, con los pastunes, una de las principales etnias del país.

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Dentro del amplio y complejo mosaico étnico de Afganistán, los hazaras destacan por su religión y forma de vida, dos aspectos en los que se basa la discriminación a la que están expuestos. La mayoría de hazaras pertenecen a la rama chií del islam, aunque dentro de este grupo étnico se incluyen también suníes, ismaelitas, cristianos e incluso laicos.

Por otro lado, esta comunidad se caracteriza por sus valores liberales basados en la educación y la razón. Tal y como señala Harun Najafizada, periodista y director del canal de noticias Afghanistan Internacional, “los hazaras se han centrado en las últimas dos décadas en la educación y el conocimiento”.

Esta visión tolerante se extiende a otros puntos, como la igualdad entre hombres y mujeres. “Las mujeres hazaras son libres e independientes”, señala Homira May Rezai, presidenta del Comité Hazara en el Reino Unido y responsable de planificación y estrategia del Consejo Internacional Hazara. Todos estos aspectos han sido utilizados para justificar su persecución y discriminación, así como para “deshumanizarlos y demonizarlos”, apunta Rezai.

El clímax de esta persecución llegó con el mandato del emir Abdur Rahman Khan (1880-1901), quien lanzó un decreto contra los hazaras, a los que tachaba de infieles. El mandatario también instó al resto de afganos a comenzar la guerra santa contra los hazaras, lo que permitió que miles participasen en campañas de genocidio contra la comunidad.

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Las hordas del emir atacaron y ocuparon Hazarajat, la tierra histórica de los hazaras, región donde también se encontraban los famosos Budas de Bāmiyān antes de ser destruidos por los talibanes en 2001. Posteriormente, regalaron estas tierras a otras tribus afganas que apoyaron la guerra contra los hazaras.

Dos tercios de la población hazara -aproximadamente un 60%- fue ejecutada. Mientras, miles de niños y mujeres fueron convertidos en esclavos. Los hazaras fueron vendidos como esclavos en las ciudades de Afganistán y la India británica hasta 1924, cuando el nieto de Abdur Rahman prohibió oficialmente la venta de los hazaras. Sin embargo, tal y como destaca Ali Folladwand, activista por los derechos de los hazaras, “las ideas de odio contra la comunidad crecieron profundamente en el país, todos los gobernantes posteriores continuaron con la política de persecución de Abdur Rahman”.

Con el retorno de los talibanes vuelve el miedo a un nuevo genocidio

“Mi madre nos dijo que los talibanes tenían tres lemas: los tayikos pertenecen a Tayikistán, los uzbekos pertenecen a Uzbekistán y los hazaras pertenecen al cementerio”, señala Zarifa Adiba, estudiante y refugiada afgana.

Siglos después, los hazaras vuelven a enfrentar odio, ataques y discriminación. Esta vez, a manos de los talibanes. No obstante, no es la primera vez que el movimiento islamista participa en masacres contra el grupo étnico. En agosto de 1998, durante su primer mandato, los talibanes terminaron con la vida de 15.000 hazaras en Mazar-e-Sharif.

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“La primera preocupación de mi madre era la educación de mi hermana y la vida de mis hermanos. Nos contó su experiencia con los talibanes a partir de 1996, nos aseguró que torturarían a los hazaras hasta los huesos”, narra Adiba. Por ese motivo, su madre le pidió que sacase a sus hermanos del país. “Ellos no deberían vivir lo que yo viví”.

Los talibanes y su violencia no son nuevos para los hazaras. Por ello, este grupo étnico pide ayuda a nivel internacional para frenar el nuevo genocidio que los amenaza.

Desde la comunidad piden una misión de investigación que analice y estudie los diferentes ataques selectivos contra los hazaras, así como una mayor presión sobre los talibanes para que incluyan a hazaras en el Gobierno y los respeten.

Nasir Kaihan, activista hazara, propone que los territorios de los hazaras queden bajo su propia protección o bajo la protección de la ONU para poder sobrevivir. Igualmente, plantea la posibilidad de un enviado o delegación especial que monitorice desde el terreno.

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Mujahid Andarabi, periodista afgano, considera necesario que la comunidad internacional reconozca el genocidio de los hazaras y que se cree un comité específico para documentar los crímenes e identificar sus autores. Sin embargo, Andarabi reconoce que “la prevención del genocidio y violencia contra los hazara no es una prioridad de las Naciones Unidas”. “La ONU está más centrada actualmente en abordar la crisis del hambre en Afganistán”. Andarabi añade además que los diferentes grupos étnicos afganos -incluidos los hazaras- que han luchado durante estos últimos 20 años piensan que Estados Unidos les ha abandonado y están “muy enfadados”.

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En esto coincide Najafizada, quien afirma que los hazaras se sienten “abandonados e ignorados” por la comunidad internacional. También, como periodista, señala que el interés de los medios de comunicación internacionales en Afganistán ha disminuido y “su cobertura sobre los hazaras ha sido limitada”.

En este sentido, Rezai apunta que no se informa de muchas de las atrocidades y los crímenes contra los hazaras porque los talibanes no lo permiten. Reportar sobre esto se torna especialmente difícil en las regiones remotas del país sin acceso a internet.

De acuerdo con cifras de Human Rights Watch, desde que los talibanes volvieron al poder en agosto de 2021, el IS-K (Estado Islámico del Gran Jorasán) ha cometido 13 ataques contra hazaras -tres atentados más están también vinculados al grupo terrorista-, causando la muerte de al menos 700 personas.

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Los talibanes, a pesar de condenar estos ataques, no los investigan. “Muchos no ven ninguna diferencia entre los talibanes y el Daesh”, destaca Najafizada, quien denuncia que el actual régimen no ha tomado ninguna medida práctica para acabar con la discriminación y los atentados.

Es más, ellos mismos participa en las campañas de aniquilación contra la comunidad. Desde el 15 de agosto de 2021, Amnistía Internacional ha documentado tres masacres de hazaras por parte de los talibanes en Malistan, en Khadir y en la provincia de Gaur. “Los talibanes de ahora son los mismos que en 1996”, apunta Folladwand.

Los talibanes no han incluido a ningún hazara en el Gobierno, a pesar de las exigencias de un ejecutivo inclusivo por parte de la comunidad internacional. Tampoco hay hazaras en la administración pública o en las fuerzas armadas. Otra de las medidas que han adoptado los talibanes contra los hazaras han sido los desplazamientos forzosos.

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Los yihadistas, por su parte, han atacado mezquitas chiíes varios viernes -el día sagrado para los musulmanes-, así como centros educativos. El último gran ataque ocurrió el pasado 30 de septiembre en el barrio hazara de Dasht-e-Barchi en Kabul.

Ese día, cientos de estudiantes, en su mayoría chicas jóvenes hazaras, acudieron al centro de exámenes Kaaj para realizar las pruebas de acceso a la universidad, un gran logro en un país que ha restringido notablemente la educación a las mujeres. A pesar de las misóginas medidas adoptadas por los talibanes, las chicas y niñas afganas han continuado estudiando y formándose, superando enormes barreras cada día con el objetivo de cumplir sus objetivos.

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No obstante, los sueños de decenas de estudiantes se vieron truncados ese viernes. Un atentado suicida perpetrado por el IS-K terminó con la vida de 53 jóvenes, la mayoría chicas hazaras. Tras escuchar varios disparos, un hombre armado entró en una clase por la puerta de las chicas y se inmoló entre las estudiantes, según relataron testigos a EFE. El ataque provocó más de 100 heridos, por lo que la Misión de Asistencia de la ONU en Afganistán (UNAMA) ha advertido que es probable que la cifra de víctimas aumente aún más.

Las mujeres hazaras, víctimas de una doble discriminación

Entre las fallecidas en el ataque se encuentra Marzia Mohammadi de 16 años. La joven hazara escribió una lista de deseos en un cuaderno que se recuperó tras el ataque. Entre la lista figuran actividades cotidianas como “andar en bicicleta”, “escuchar música” o “caminar por un parque de noche”, actos simples que, sin embargo, las chicas no pueden realizar bajo el Gobierno talibán.

Los deseos de Mohammadi reflejan los deseos de miles de niñas afganas a las que la guerra y el extremismo han impedido crecer en libertad. Los talibanes han endurecido las leyes contra las mujeres, perpetuando la desigualdad y borrando todos los avances conseguidos durante los años anteriores.

Las mujeres son las principales víctimas del retorno de los talibanes. Matrimonios infantiles, matrimonios forzados, asesinatos, maltratos, abusos sexuales son algunos de los problemas a los que se enfrentan las mujeres en Afganistán. Sin embargo, si la situación de las afganas ya es horrible, el panorama de las hazaras es mucho peor. Por su sexo y condición étnica, las mujeres y niñas hazaras sufren una doble discriminación.

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“Las cifras de secuestros y torturas son más altas entre las mujeres harazas que en cualquier otro grupo étnico”, afirma Rezai, quien recuerda también que, por sus facciones faciales, son fáciles de identificar y, por lo tanto, atacar. La periodista Nilofar Moradi añade también que las mujeres hazaras están más expuestas a la violencia y a los matrimonios forzados.

Antes de los talibanes

"Siempre hubo ataques contra los hazaras, aunque se calificaron como ataques dentro de la guerra de Afganistán”, explica Rezai. La violencia contra los hazaras se ha intensificado con la vuelta de los talibanes, aunque su situación con los Gobiernos anteriores reconocidos internacionalmente y con las tropas de la OTAN tampoco era favorable.

La persecución contra la comunidad continuaba, así como los ataques sin investigar contra escuelas, centros educativos o mezquitas. “Nunca hubo programas de protección”, recalca Rezai, quien admite que la parte positiva es que entonces el Daesh y los talibanes se centraban en derrotar a los estadounidenses.

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Todos los gobiernos, incluido el de Ashraf Ghani, fracasaron al proteger a los hazaras. Incluso, según destaca Folladwand, los han percibido como una amenaza. El activista recuerda como las fuerzas especiales enviadas por Ghani reprimieron con violencia unas manifestaciones en enero de 2021. 11 hazaras fueron asesinados y 33 resultaron heridos.

No obstante, Najafizada destaca la participación política de los hazaras durante estos años. “Tenían casi un 20% de participación en el Gobierno y el Parlamento. La primera gobernadora de la historia de Afganistán procede de la comunidad hazara, Habiba Sarabi de Bamyan”, explica.

Debido al continua violencia y persecución, miles de hazaras han optado por huir a otros países como Pakistán o Indonesia. Su situación ahí es preocupante, aunque tal y como destaca Kaihan, al menos no están en la punta de mira del Gobierno, como sí ocurre en Afganistán.

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A pesar de no ser atacados directamente por las autoridades pakistaníes, estas no los ayudan. Los hazaras en Pakistán no tienen acceso a la sanidad u otros derechos fundamentales. En Indonesia, por otra parte, se calcula que hay unos 8.000 refugiados, de los cuales muchos llevan más de 20 años lejos de su hogar.

Irán es otro país que alberga un gran número de refugiados hazaras. “Alrededor de 1,5 millones de hazaras viven en Irán como refugiado en una situación es muy miserable. Algunos de ellos han nacido y crecido en Irán, pero ni siquiera pueden comprar una tarjeta SIM”, indica Folladwand.

Un futuro incierto

Los hazaras coinciden en que, si la comunidad internacional no actúa pronto de algún modo, su situación empeorará notablemente. Numerosos informes de ONGs advierten que el grupo étnico se enfrenta a un genocidio a manos de los talibanes. “Si no se actúa se puede producir antes de lo esperado”, advierte Rezai.

El Comité Selecto de Relaciones Internacionales y Defensa de la Cámara de los Lores de Reino Unido, Amnistía Internacional, el Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos y Genocide Watch son algunas de las instituciones internacionales que han alertado sobre la crítica situación de los hazaras.

Aun así, de acuerdo con Andarabi “el mundo se ha olvidado de Afganistán y parece interactuar con un grupo terrorista llamado talibán”, algo que, en palabras del periodista, “los envalentona para que sigan aplicando políticas discriminatorias contra los hazaras y otras minorías religiosas”.

Los hazaras han comenzado a levantar la voz contra la injusticia y la discriminación. El último ataque contra el centro educativo ha provocado numerosas protestas en Afganistán. Estas manifestaciones han logrado centrar la atención en la comunidad, que ha logrado numerosos apoyos en redes sociales a través del hashtag #StopHazaraGenocide. Sin embargo, en el país no se vislumbra ningún cambio. Los talibanes continúan reprimiendo, encarcelando y torturando a los manifestantes hazaras.

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A pesar de la difícil situación, también hay lugar para la esperanza y el optimismo. “Los hazaras demostrarán que la educación, los libros, los cuadernos y los bolígrafos son más fuertes que las armas”, asegura Adiba, aludiendo al gran respeto de su comunidad hacia la educación, el conocimiento y la cultura. “Podemos estar rotos y heridos, pero lucharemos con más fuerza y sabiduría que antes”, concluye.

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