La creciente influencia de Rusia en el Sahel obliga a Argelia a replantear su estrategia de defensa

La relación entre Argelia y Rusia, forjada durante la Guerra Fría y consolidada a través de décadas de cooperación militar, está atravesando un momento crítico. La creciente influencia rusa en la región del Sahel ha provocado tensiones con el alto mando militar argelino, obligando al país norteafricano a replantearse su estrategia de defensa, su política de alianzas y su dependencia de Moscú como proveedor casi exclusivo de armamento.
A pesar de los vínculos tradicionales —Argelia es, desde 2010, el segundo mayor comprador de armas rusas después de India—, los desencuentros han ido en aumento. Rusia ha intensificado su presencia militar en el Sahel utilizando cinco bases en territorio argelino con operaciones centradas especialmente en Mali. Su apoyo al mariscal de campo Jalifa Haftar en Libia, cercano a la frontera oriental de Argelia, ha sido otro factor de fricción. En particular, la amenaza de que Haftar tomara el control de la cuenca petrolera de Ghadames provocó una advertencia directa de los generales argelinos, que llevó a su retirada.
El contexto geopolítico en la región es delicado. La retirada de Francia del Sahel ha dejado un vacío que Moscú ha llenado mediante empresas de seguridad privadas como el ahora renombrado "Nuevo Cuerpo de África" (antes Grupo Wagner), adoptando un papel que muchos consideran una forma más agresiva de neocolonialismo.
Las tensiones regionales ya han provocado incidentes, como la retirada del embajador de Mali de Argel tras el derribo de un dron maliense, lo que llevó a Argelia a cerrar su espacio aéreo a aviones malienses y emitir advertencias directas a actores externos que operan cerca de sus fronteras.
En este contexto, el presidente Abdelmadjid Tebboune declaró en febrero que Argelia estaría dispuesta a reconocer a Israel si se establece un Estado palestino viable, una afirmación cargada de intención diplomática. Además, expresó interés en adquirir sistemas de defensa por radar estadounidenses, una señal clara del cambio estratégico. Aunque Estados Unidos, bajo la administración de Trump, apoya la venta de armas a Argelia, una decisión tan significativa podría alterar el equilibrio geoestratégico en el Magreb y en el norte de África.

La percepción de Moscú como socio fiable también ha sido erosionada por la guerra de Ucrania. Los fracasos tácticos iniciales y las limitaciones de su industria armamentística han llevado a países como India y ahora Argelia a diversificar sus fuentes. El prestigio tecnológico estadounidense, especialmente en sistemas inteligentes, vigilancia espacial y drones, ha cobrado atractivo entre una nueva generación de oficiales argelinos formados en academias de todo el mundo, no solo en Rusia.
Pese a su doctrina histórica de no alineación y no intervención, Argelia ha mostrado flexibilidad estratégica cuando su seguridad lo exige. Así ocurrió con su apoyo militar a Egipto en las guerras de 1967 y 1973, y más recientemente con su cooperación antiterrorista con Túnez tras 2011.
La transformación no se limita al ámbito militar. Argelia ha emprendido ambiciosos proyectos de integración regional: ha desplegado más de 2.600 kilómetros de cable de fibra óptica hacia Níger y Mauritania, está completando una línea ferroviaria de 960 km de Argel a Tinduf para explotar la mina de hierro de Ghar Djebilet, y está ampliando un gasoducto desde Níger. Asimismo, construye una nueva autopista entre Tinduf y Zouerate (Mauritania), consolidando su rol económico en la región.

El trasfondo de esta apertura hacia Washington también incluye un interés por atraer inversiones extranjeras, especialmente en el sector minero, más allá de los tradicionales hidrocarburos.
En este sentido, cabe recordar que durante la guerra civil de los años 90 Washington ya colaboró con Argelia en vigilancia satelital de su infraestructura energética, mientras Europa imponía un embargo de armas. Ahora, Argel busca retomar y ampliar esas alianzas.
Por otro lado, el resurgimiento de Marruecos como potencia regional, con una diplomacia activa en los países del Sahel y una estrecha colaboración con Israel, ha obligado a Argelia a competir con mayor fuerza en África Occidental.

En un contexto de creciente competencia global por la influencia en África —donde Washington, Moscú y Pekín compiten por posicionarse como socios estratégicos—, Argelia se ve forzada a adaptarse a una nueva configuración geopolítica que está transformando los centros de poder en el continente.
La creciente disposición de Argelia a colaborar con Estados Unidos no debe verse únicamente como una medida orientada a la seguridad, sino como parte de una estrategia integral para reposicionarse geopolíticamente en un entorno internacional cada vez más inestable.