El director del Instituto de Política y Estrategia de la Universidad Reichman de Israel, el general retirado Amos Gilead, asegura que la principal enseñanza que el primer ministro Naftali Bennet ‒el sucesor de Benjamín Netanyahu‒ debe extraer de la guerra de Ucrania es que “vamos a tener que mejorar las capacidades de nuestras Fuerzas Armadas”.
El general Gilead sabe bien de lo que habla. Perteneciente al Cuerpo de Inteligencia de las Fuerzas de Defensa de Israel, durante 13 años fue el jefe de Política y Asuntos Político-Militares del ministerio de Defensa de Israel, cargo que abandonó en febrero de 2017 al concluir su carrera militar.

Con anterioridad había ocupado durante largos años el puesto de jefe de la División de Investigación y Análisis de la Dirección de Inteligencia Militar (AMAN). También fue uno de los hombres clave del equipo de asesores militares del primer ministro Isaac Rabin entre julio de 1992 y noviembre de 1995.
Desde su perspectiva, “si el gobierno de Kiev hubiera tenido poder real, el Kremlin nunca se hubiese atrevido a invadir el país”. Al volcar sobre el entorno geográfico de Oriente Medio los acontecimientos que se han desencadenado en tierras ucranianas, su experiencia le hace subrayar que Israel “no debe subestimar el potencial del gobierno de Teherán”.
El conocimiento que acumula el general Gilead le faculta para resaltar que “nos enfrentamos a brutales amenazas estratégicas de Irán, cuyo objetivo es exterminar a Israel”. Así es que, a su juicio, la primera lección que se desprende de la invasión rusa de Ucrania es que “debemos reforzar nuestra capacidad de disuasión”. Y el estado judío dispone de capacidades para hacerlo.

Israel fue durante 2021 el décimo mayor exportador de material militar y sistemas de armas del mundo, con un volumen de facturación de 11.200 millones de dólares, de acuerdo con un reciente informe del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI). Representa un incremento del 34,9 por ciento respecto al año 2020, que fue de 8.300 millones.
No es casualidad. El país Mediterráneo cuenta con un muy importante tejido industrial de defensa con gran capacidad de I+D+i, que ha ido potenciando año tras año y que le faculta para innovar, desarrollar y armar a sus pequeñas pero aguerridas Fuerzas Armadas y exportar gran parte de su producción.

Las principales regiones de destino del armamento israelita en 2021 fueron Europa (40%), Asia-Pacífico (34%), América del Norte (12%), los países árabes del Acuerdo de Abraham (7%) y también África (4%) y los países Iberoamericanos (3%).
Con periodicidad bienal, Israel muestra su amplia oferta en Tel-Aviv, en el salón internacional de defensa ISDEF, cuya 11 edición ha tenido lugar del 21 al 23 de marzo con la presencia de 250 compañías de 36 países.
Empresas de la importancia internacional de Israel Aircraft Industries (IAI), Rafael, Elbit e Israel Military Industries (IMI), fabricantes de misiles, cohetes, sistemas de guerra electrónica y comunicaciones, aeronaves no tripuladas, municiones, armas ligeras y pesadas, vehículos de combate, junto con un largo etcétera de compañías israelitas han suscrito en ISDEF 2022 centenares de contratos con organismos oficiales de todo el mundo.

Al producirse la invasión rusa de Ucrania y estallar la guerra, el gobierno del primer ministro Naftali Bennet decidió no despertar las iras del Kremlin, mantener la neutralidad y no prestar asistencia militar a Kiev, ni siquiera de cascos u otro material de protección individual. También evitó imponer importantes sanciones económicas a Moscú y a las provincias separatistas de Ucrania.
Las licencias de exportación con destino Ucrania o Rusia ya concedidas por la Agencia de Control de Exportaciones de Israel (DECA) pero todavía no materializadas han quedado suspendidas o revocadas. Sin embargo, el miércoles, 20 de abril, el ministro de Defensa, Benny Gantz, ha manifestado que, atendiendo a una petición de Kiev, Israel va a proporcionar cascos y chalecos antibalas a los servicios de emergencia y rescate de Ucrania. Esa decisión no es del agrado de Moscú y ha provocado tensión entre los dos gobiernos.

Con el 5% de su PIB dedicado a Defensa ‒del orden de los 20.000 millones de dólares‒, los principales destinatarios de los sistemas de armas que se fabrican en suelo hebreo son las Fuerzas de Defensa de Israel o Tzáhal ‒su acrónimo en hebreo‒, que alcanzan los 173.000 efectivos permanentes. En caso necesario, Defensa dispone de las herramientas para movilizar en un plazo de 72 horas a la mayor parte de sus cerca de 500.000 hombres y mujeres reservistas.
De ese modo, Israel es capaz de constituir a la carrera una fuerza de combate y logística terrestre, naval, aérea y ciber de entre 650.000 y 750.000 militares, todos ellos bajo el mando del Jefe del Estado Mayor General ‒equivalente en España a Jefe de Estado Mayor de la Defensa, JEMAD‒, en la actualidad el teniente general Aviv Kochavi. Su jefe es el ministro de Defensa, el ex teniente general Benny Gantz, que fue JEMAD (2011-2015) con el primer ministro Benjamín Netanyahu.
Tal número de efectivos humanos es el componente principal con el que Israel debe asegurar sus fronteras con Líbano, Siria, Jordania, Egipto y los territorios palestinos en Cisjordania y Gaza, así como proteger a los 9 millones de israelitas que habitan los 22.145 km² de su territorio nacional, un espacio poco más grande que la provincia de Badajoz.

Su principal contrincante en la región es la Republica Islámica de Irán, que desde agosto pasado preside el jurista Ebrahim Raisi. Con una población de 86 millones de habitantes, un potencial militar en activo del orden de 600.000 militares y otros 350.000 en reserva, el ministro de Defensa es el general Mohammad-Reza Gharaei Ashtiani, designado por el presidente Raisi. A diferencia de Israel, las capacidades de la industria militar iraní son muy limitadas y dependen de la asistencia que le presten Rusia, China y otros países de la misma órbita.