Los deberes que hizo Putin antes de negociar con Xi Jinping en Pekín

- Con los jefes militares y los responsables de la industria de defensa
- Armas de mayor precisión y reducir el número bajas
El presidente de todas las Rusias, Vladimir Putin, de 71 años, ha inaugurado su quinto mandato presidencial con una visita de Estado a la China de Xi Jinping, su mayor aliado político, económico, comercial, financiero y militar.
Tras jurar su cargo en el Kremlin el 7 de mayo, ocho días después, a media tarde del 15 de mayo, partía por vía aérea para cursar una estancia oficial de 48 horas en Pekín y en la muy importante ciudad industrial y tecnológica de Harbin, en la región de Manchuria.
La cita en Pekín entre ambos líderes y sus delegaciones oficiales se circunscribe en el marco de los actos conmemorativos del 75º aniversario de las relaciones diplomáticas entre las dos naciones, que ha servido para reforzar su asociación estratégica y suscribir un nuevo paquete de acuerdos. De manera prioritaria comerciales y militares, para aligerar el ahogo que sufre la economía y la industria de defensa rusa, a pesar de que “el comercio bilateral ascendió en 2023 a 240.100 millones de dólares”, según el Consejo de Estado de China.

Antes de volar en su flamante y exclusivo gran cuatrirreactor presidencial Ilyushin Il-96 dotado de un puesto de mando con comunicaciones encriptadas y sistemas laser para desviar ataques de misiles, Putin despachó con quienes conocen a la perfección las debilidades, amenazas, oportunidades y, sobre todo, las fortalezas de Rusia: sus ingentes capacidades de petróleo y gas. Así es que, cuando la lujosa limusina de fabricación rusa Aurus Senat traspasaba el umbral del Kremlin camino del aeropuerto, el reelegido zar ya había hecho sus deberes.
¿Qué deberes? Pues los más importantes para un jefe de Estado empeñado en una guerra de ocupación y desgaste sobre Ucrania, que se prolonga más de dos años y que exige que el esfuerzo nacional esté volcado en producir ingentes sistemas de armas y municiones. Así es que, en las primeras horas de la tarde del 15 de mayo, antes de despegar de Moscú rumbo a Pekín, Putin se reunió con los máximos responsable de los dos grandes colectivos que le son imprescindibles para lograr un alto el fuego ventajoso frente a Kiev.

Con los jefes militares y los responsables de la industria de defensa
Por un lado, con los altos mandos militares, en una audiencia para conocer de primera mano sus análisis sobre la situación militar en Ucrania, su previsible evolución a corto plazo y las necesidades más apremiantes de sus tropas para salir victoriosas del conflicto. A continuación, tuvo un encuentro con los principales jerarcas del complejo militar-industrial, para escuchar de sus labios las demandas en las que insistir frente a Xi Jinping para que China siga alimentando de forma directa o indirecta la economía y la maquinaria de guerra rusa.
Según un comunicado del Kremlin del día 15 de mayo, lo que Putin, como Supremo Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de Rusia, quiso dejar “absolutamente claro” a sus siete máximos jefes militares es que la estructura y cadena de mando que dirige las operaciones de combate en Ucrania bajo la dirección del jefe del Estado Mayor General, el general Valeri Geramisov, “ya funciona correctamente y no van a producirse más cambios”.
Putin les aclaró que el recién nombrado ministro de Defensa ‒presente en la reunión‒, el economista Andrei Belusov, de 65 años, es un político “de su absoluta confianza, que sabe muy bien lo que debe hacer para introducir la innovación en la industria militar”. Les trasladó que es consciente de la necesidad de aumentar las inversiones y gastos en defensa y seguridad, “pero sin dejar de impulsar el proceso de desarrollo del país, ni descuidar las mejoras en educación, sanidad, pensiones y apoyo a los veteranos de guerra”.

Dijo a sus jefes militares que el nuevo ciclo que está dispuesto a imprimir a la economía nacional “va a compaginar cañones y mantequilla”. Y que las personas que lo van a pilotar de manera coordinada son Belusov, el nuevo vicepresidente primero del Gobierno, Denis Manturov, y el ministro de Defensa saliente, el general Sergei Shoigu, que acaba de cumplir 69 años y que también estaba en la reunión. Este último es uno de los cinco que han abandonado el anterior Ejecutivo, pero permanece en los aledaños del poder en calidad de secretario del Consejo de Seguridad de la Federación de Rusia.
Los casi 12 años de Shoigu al frente del Ministerio de Defensa le hacen ser “más consciente que nadie de las necesidades de nuestras Fuerzas Armadas”, en palabras de Putin, que ha decidido contar con él para supervisar el funcionamiento de la Comisión Presidencial Militar-Industrial. Además, lo ha situado al frente del Servicio Federal de Cooperación con Países Extranjeros, “para velar por el cumplimiento de los compromisos de exportación de armamento, pero sin que supongan merma de los abastecimientos a los ejércitos rusos”.
Según el comunicado oficial, Putin recordó a sus jefes operativos militares ‒entre los que estaba el general Gerasimov‒, que el presupuesto de 2024 para defensa y seguridad es “superior al 8,7 por ciento del PIB”. Y les hizo ver que aunque es inferior al 13 por ciento que la Unión Soviética dedicó a los mismos menesteres a mediados de los años 80, sigue siendo un porcentaje “considerable”.

Armas de mayor precisión y reducir el número bajas
Antes de partir hacia Pekín, Putin mantuvo una segunda reunión con los siete principales responsables del enorme complejo industrial estatal de defensa: el vicepresidente primero del Gobierno, Denis Manturov, que así ha sido recompensado por su labor como ministro de Industria y Comercio; su actual titular, Antón Alikhanov, que asume la responsabilidad sobre el tejido industrial de la defensa; el expresidente de Rusia y ahora vicepresidente del Consejo de Seguridad, Dimitri Medvedev.
Junto a los anteriores, estaban presentes los ya citados Belusov y Shoigu, ministros de Defensa entrante y saliente; el recién nombrado mano derecha del presidente, el teniente general de Transmisiones del Ejército Alexei Dyumin, exmiembro del Servicio Federal de Inteligencia o FSB ‒heredero del KGB‒ y exviceministro de Defensa. Dyumin ha recibido el encargo de garantizar desde el Kremlin que las Fuerzas Armadas rusas dispongan de todos los medios necesarios para el combate.

No podía faltar al cónclave el hombre fuerte de la industria militar de alta tecnología, Sergei Chemezov. Ha sido directivo del KGB, es amigo personal de Vladimir Putin y, desde diciembre de 2007, es el director general de la corporación industrial estatal Rostec, el gigante del tejido productivo militar ruso. Rostec acapara más de 500 empresas agrupadas en más de una decena de holdings.
Según el propio Chemezov, Rostec proporciona a las Fuerzas Armadas rusas “el 80 por ciento de todos los sistemas de armas de su aviación militar ‒cazas, aeronaves de transporte y helicópteros de ataque‒, carros de combate y vehículos blindados, artillería autopropulsada, de campaña y antiaérea, lanzacohetes, equipos de guerra electrónica, misiles, municiones… y hasta los afamados fusiles de asalto Kalashnikov.

Entre lo que el Kremlin quiere que trascienda de las reuniones de Putin con sus jefes militares y de la industria de defensa destaca “ir un paso por delante” en desplegar avanzados medios de combate. Aspira a contar en el más breve plazo de “nuevos sistemas de armas, más efectivas y con mayor precisión y poder destructivo”. Y también disponer de nuevos equipos de protección individual y colectiva para “reducir el número bajas, que es lo que más importa en un conflicto armado”, ha subrayado.
Para trasladarlo de manera verbal a su colega chino, Putin tomó buena nota mental de las ingentes necesidades de materias primas, máquinas herramienta, microelectrónica y suministros diversos que el conglomerado industrial Rostec requiere para que sus instalaciones fabriles consigan “duplicar o incluso triplicar su producción”. Es la lista de la compra que Vladimir Putin ha hecho llegar en persona y por escrito a Xi Jinping, para que la ayuda de China por vía directa y a través de Corea del Norte, Irán y otros países llegue cuanto antes a manos de la gran Rusia.